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En Cotacachi, los Hijos del Sol zapatean con ira para que la tierra despierte

En Cotacachi, los Hijos del Sol zapatean con ira para que la tierra despierte

EFE

Cotacachi (Ecuador) —

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En Cotacachi, una pequeña ciudad indígena en el norte de los Andes de Ecuador, los jóvenes campesinos en la época del solsticio de junio se convierten en los Hijos del Sol y lo celebran con un zapateo intenso y vigoroso con el que intentan despertar a la Tierra para agradecerle por las cosechas.

La celebración, que se remonta a la época del incario tiene el nombre quichua de “Jatun Puncha”, o el Gran Día, y coincide con el “Inti Raymi” o Fiesta del Sol, por la perpendicularidad de la luz del astro sobre la tierra ecuatorial.

Cientos de campesinos en grupos se trasladan en una marcha armónica y rítmica hasta el centro de Cotacachi para ocupar su plaza, como símbolo de valentía y de la identidad indígena.

Ataviados con unos sombreros gigantes y macizos, para evitar eventuales golpes, los campesinos lucen unos gruesos zamarros y blanden unos látigos mientras zapatean con fuerza para que la Tierra despierte.

Acompañados por el licor y vigilados por piquetes de policías que, dispuestos en lugares estratégicos de la plaza controlan eventuales enfrentamientos entre danzantes de diferentes comunidades, los campesinos agradecen al sol y a la tierra.

Es el tiempo para agradecer a la tierra por las cosechas y las 45 comunidades de las cuatro parroquias de Cotacachi se congregan en sus tierras para ir a la ciudad y ocupar la plaza mayor, donde aguardan cientos de curiosos y turistas.

El dirigente indígena Alfonso Morales dijo a Efe que el festejo en Cotacachi se da como agradecimiento a la Pacha Mama, la Madre Tierra, porque eso es uno de los “pensamientos más importantes que tienen las comunidades en esta época”.

“Agradecer a la Tierra y al Inti, que es el sol... No debemos perder la identidad ni nuestras tradiciones culturales”, remarcó Morales tras precisar que el festejo se extiende por cuatro días, e incluye un día más denominado “Warmi Puncha”, cuando las mujeres son las que danzan.

De su lado, la maestra Carmen Haro, docente en un centro educativo de Cotacachi y estudiosa de las tradiciones de la región, aseguró a Efe que esta celebración “marca la identidad a los indígenas y a los mestizos” que habitan la región.

Recordó que todas estas celebraciones indígenas tiene un componente de sincretismo porque coincide con las conmemoraciones católicas de San Juan y de San Pedro.

Sin embargo, su origen se remonta al incario cuando grandes poblados eran trasladados a otros lugares del basto imperio para garantizar el poder de los soberanos.

Ese traslado también supuso el intercambio cultural entre regiones lejanas y por ello se afianzó en todo el imperio, desde Chile hasta Colombia, la fiesta del Inti Raymi.

Sin embargo, en la zona de Cotacachi ha perdurado la idea de que en esta época los jóvenes valientes son convocados para ser sometidos a duras pruebas y convertirse en Hijos del Sol y representantes del Inca.

“El Hijo del Sol es elegido por el Inca para que lo represente” y por ello en la actualidad son los jóvenes los que encabezan esta celebración para demostrar sus fortalezas y valentías, contó Haro.

“Este es el tiempo de los jóvenes”, pero también es el tiempo en el que la Tierra, después de darlo todo, ha quedado extenuada y dormida. Por eso los hombres bailan con un zapateo intenso y fuerte para que despierte y para decirle: “Aquí estamos”, agregó la maestra.

Son cuatro días en los que los indígenas “nos tomamos la plaza” de la ciudad, como símbolo de presencia y fortaleza, agregó el líder Pedro de la Cruz, quien acompañó el desfile.

Ahora “zapateamos para que se despierte la Madre Tierra”, que es “quien nos da de comer, pero también nos brinda el agua que es la sangre para la vida en comunidad”, aseveró De la Cruz.

El líder indígena se adentró en el colectivo humano para entonar una pequeña flauta y acompañar el zapateo, al son de melódicas y armónicas que componían un ritmo monótono y pegajoso que invitaba a imitar a los danzantes.

Fernando Arroyo León

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