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¿Cómo ahorrarse el mal trago de pasar por un juicio?

El derecho colaborativo pretende evitar la resolución de conflictos a través de los litigios.

Irene Castro

“La guerra hace muertos”. Es una frase de Nathalie Ganier-Raymond, abogada experta en derecho colaborativo, una práctica que pretende solucionar los conflictos sin pasar por los juzgados. La expresión inicial pretende reflejar la idea de que en un juicio “no gana nadie, sólo hay perdedores”.

Ese es uno de los motivos que inspira este método, que consiste en que las partes implicadas alcancen un acuerdo en el que se comprometen a negociar, con la ayuda de profesionales de distintas disciplinas, para que el problema no llegue al sistema judicial.

“El ciudadano de hoy no quiere ir a los tribunales”, afirma Helena Sotelo, profesora de Mediación en la Universidad Carlos III, que insiste en que es necesario innovar porque el sistema judicial “está anclado en el siglo XIX”: “El acceso a la justicia ha estado magnificado en España”.

Otro de los argumentos es que la justicia no es “una sentencia, sino algo más”. Lo afirma en un país que ocupa el tercer puesto en litigiosidad en el mundo desarrollado, según un estudio del Banco de España. “Los expertos nos dicen que no necesitamos más jueces, sino modificar los parámetros para acceder a la justicia”, añade.

“Todos deseamos arreglarnos entre nosotros antes de que venga un tercero”, apunta el director de Justicia del Gobierno vasco, Manuel Valín. Según él, el ejercicio colaborativo ayudaría a que la justicia fuera “más ágil” porque llegarían menos casos a un sistema que está saturado y que, además, evita a los clientes el pago de tasas judiciales.

Este sistema combina la actuación de profesionales de distintas disciplinas para solucionar un conflicto. Según los expertos, se puede utilizar en distintas ramas del derecho, pero destacan los conflictos familiares, empresariales, herencias o divorcios. “Se puede aplicar fundamentalmente en casos en que los afectados no pueden cortar la relación, como socios o familiares”, argumenta Ganier Raymond durante una jornada celebrada en el Colegio de Abogados de Madrid. La presencia de mediadores, educadores, psicólogos, economistas, arquitectos o notarios pretende que se solucione el problema desde los “elementos subyacentes”, que en la actualidad “se ignoran”, según la abogada francesa.

¿Cómo funciona el proceso?

“Lo primero es que las partes tengan la convicción de que no quieren ir a juicio”, explica Inmaculada Campos, presidenta de la recién creada Asociación de Derecho Colaborativo de Madrid. “A partir de ahí se contacta con dos abogados que practiquen este sistema y se asume la obligación de no ir a juicio y encontrar una solución equilibrada”, añade la abogada.

El siguiente paso es que los letrados marquen la estrategia de negociación e inviten a los profesionales necesarios, que en el caso de un divorcio pueden ser psicólogos, para que los afectados “acepten la situación”; mediadores, porque puede haber “situaciones que la pareja no se ha perdonado”; orientadores infantiles, “para que expliquen cómo dar la noticia a los hijos”; o, asesores financieros, para que reorganicen la economía familiar.

“Este proceso no tiene por qué ser más caro que en la técnica tradicional”, explica Campos. “Los profesionales intervendrán cuando sea necesario y, en un juicio, las partes también tienen que asesorarse, pero lo hacen de forma desorganizada y asumiendo el gasto de forma individual. Aquí se comparte el coste y se reordena de forma inteligente”.

Este procedimiento “da un espacio a preguntas que se suelen dejar al margen porque no tienen cabida en la ley y a los que el juez no puede dar respuesta por falta de competencia o interés”, sostiene Ganier-Raymond. “Del conflicto observamos lo que está en la superficie –los derechos o las leyes, que representan el 15% del caso–. Pero no estamos formados en entender la verdad del conflicto –los intereses o las emociones–”, agrega María José Anitua, presidenta de la Asociación de Derecho Colaborativo de Euskadi, que comenzó su andadura en junio de 2013.

Además de evitar el sometimiento a un pleito, los expertos dejan ver que este sistema, ya implantado en Estados Unidos, puede evitar sufrimiento innecesario a los clientes, que llegarán a una conclusión del conflicto que emanará de ellos mismos.

Nathalie Ganier-Raymond lo ilustra con su experiencia de sus 20 años de abogacía tradicional: “El interés más o menos consciente del abogado era que la situación fuera más grave, para que se magnificara su talento. Esta situación es incluso más nociva en el derecho de familia”.

“Sólo pensaban en ganar un caso, a pesar de que no fuera lo mejor para un cliente, pero ¿qué es ganar un divorcio?”, se pregunta Ganier-Raymond. “Se instrumentaliza al cliente convirtiéndolo en un escalón de nuestra gloria. En el derecho colaborativo, los intereses están entrelazados de una forma más igualitaria. Se trata de acompañar a las partes en vez de coger las riendas del conflicto”, concluye.

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