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Director de KidsRights: “Las escuelas no deben de ser un campo de batalla”

Director de KidsRights: "Las escuelas no deben de ser un campo de batalla"

EFE

Ámsterdam —

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Las escuelas “no deben ser un campo de batalla sino un lugar seguro”, advierte a Efe Marc Dullaert, director de la Fundación KidsRights, que hoy concedió el Premio Internacional de la Paz de los Niños 2018 al movimiento estudiantil contra las armas March for Our Lives (Marcha por Nuestras Vidas).

“Y este no solo es un problema de EEUU, sino de todo el mundo. Muy a menudo los colegios son objetivo de disparos, un lugar donde se colocan bombas y en muchas ocasiones, un campo de tiro”, agrega.

Coincidiendo con el Día Mundial del Niño, los cuatro fundadores del movimiento que pide en EEUU una ley más estricta de control de las armas - David Hogg, Emma González, Jaclyn Corin y Matt Deitsch- recibieron hoy el Premio Internacional de la Paz de los Niños, Niñas y Adolescentes en una ceremonia celebrada en Ciudad del Cabo (Sudáfrica).

Dullaert recuerda que el artículo 19 de la Convención de los Derechos del Niño exige que “se garantice que los niños estén protegidos y vivan en un ambiente seguro” y advirtió de que la comunidad internacional debe trabajar para que “al menos las escuelas sean seguras” para los más pequeños.

KidsRights, con sede en Ámsterdam, entrega anualmente, desde hace 14 años, este galardón para reconocer la labor de un niño o niña que ha hecho una contribución importante a la defensa de alguno de los derechos de los menores en cualquier país del mundo.

“Hace 15 años, vi un documental sobre Iqbal Masih, un niño pakistaní de 11 años que organizó una gran protesta contra las horribles condiciones de trabajo en la industria de la tapicería. Me quedé asombrado con su historia y me pregunté: ¿Por qué un niño tan pequeño como este no puede recibir el Premio Nobel?”, rememora.

La historia de Masih, un niño esclavizado que luchó por la liberación de los niños y que murió asesinado en 1995, a los 12 años, por las mafias de los fabricantes de alfombras hizo que Dullaert hiciera una lista de historias de niños para entregársela al político ruso Mijaíl Gorbachov, entonces presidente de la Cumbre Mundial del Premio Nobel de la Paz.

Según el fundador de KidsRights, Gorbachov “quedó atónito con todas las historias de chicos y chicas de todo el mundo” que él le contó y acordaron entregar en 2005 el que fue el primer Premio Internacional de la Paz del Niño, en un acto en Roma.

El galardonado entonces fue Nkosi Johnson, un joven de Sudáfrica que reivindicó los derechos de los niños con sida a la educación, quien murió a los 12 años por la enfermedad e inició el debate social sobre las percepciones públicas de la pandemia.

La activista pakistaní Malala Yousafzai, que fue víctima de un atentado cuando tenía 15 años, también recibió el premio por su lucha por el derecho a la educación de las niñas en Pakistán en 2013.

El año pasado, ella misma entregó el galardón a la reivindicación de la educación en los campos de refugiados, que recibió el joven sirio de 17 años Mohamad Al Jounde por haber puesto en marcha una escuela antigua para ofrecer clases a los niños refugiados en el Líbano.

Los jóvenes deben ser “escuchados un poco más” porque son el “motor del cambio en el mundo”, advirtió Dullaert, que defendió este premio como “una plataforma para que los jóvenes puedan seguir luchando por los derechos de los niños y para demostrar al mundo que pueden provocar el cambio” en la situación de sus derechos.

Recordó que la mitad de la población mundial tiene menos de 23 años y hay que “tener fe en que ellos pueden traer los cambios positivos” que se necesitan.

La fundación KidsRights también elabora cada año la encuesta en la que compara la situación de los derechos de los niños en 160 países y según la cual, “se ven cambios positivos porque los menores tienen más acceso a la educación, especialmente las niñas”, pero “la violencia” contra ellos también “sigue siendo un gran problema diario”, determina.

Imane Rachidi

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