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Los presos de ETA, abocados a buscarse una salida ante un Gobierno inamovible

EFE

Madrid —

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El final de ETA está en las cárceles, con sus presos, ya sin dirección, abocados a buscarse una salida individual o colectiva para obtener beneficios penitenciarios ante la firmeza del Gobierno que insiste en que no cambiará su política tras el desarme que mañana escenificará la banda terrorista.

Lo hará en Bayona (Francia) después del comunicado remitido a la BBC en el que declara que “ya es una organización desarmada”, que las armas y explosivos han pasado a manos de la sociedad civil después de “un camino duro y difícil” porque España y Francia han puesto todos los obstáculos posibles al estar “empecinados” en el esquema de vencedores y vencidos y “enrocados en la vía policial”.

Fuentes de la lucha antiterrorista y del Ejecutivo consultadas por Efe restan importancia y acogen con “indiferencia” el denominado “día del desarme”, pues señalan que el “acto” de mañana no es más que la representación pública de la rendición de ETA, que solo con un anuncio de disolución cerraría el capítulo que evidencia lo “estéril” de su existencia.

Por eso, fuentes del Gobierno reiteran que igual que la banda no consiguió nada por dejar de matar, tampoco va a lograrlo ahora con una entrega de las armas. “La posición es la de siempre. Ni ha cambiado ni va a cambiar”, dejan claro desde Moncloa.

Como dejan claro también que si ETA se disuelve, esa decisión no llevaría aparejada contrapartida alguna, como podría ser el acercamiento al País Vasco de sus presos, la piedra de toque que el Gobierno autonómico ha puesto sobre la mesa de su agenda y que también los socialistas vascos defienden, pues creen que esta medida facilitaría el camino individual a la reinserción.

“No tiene sentido dar contrapartidas a quien has derrotado; es como comenzar a tomar un antibiótico una vez has superado una enfermedad”, resume gráficamente el escenario actual un experto, que subraya que ETA perdió hace años la posibilidad de lograr cesiones. “Al final los hemos arrasado”.

De todos modos, el mantenimiento de esta posición sería en el corto plazo, porque a medio plazo fuentes de la lucha antiterrorista consultadas por Efe sí barruntan movimientos en torno al colectivo de reclusos una vez que se produzca una declaración de desaparición de la banda, o incluso antes si este final tarda en llegar.

Independientemente de que ETA dé ese último paso, la férrea disciplina de los presos comenzó a “ablandarse” hace ya años ligada al progresivo debilitamiento de la banda por los golpes policiales y, más recientemente, por la casi desaparición de su frente de cárceles y el aparato que les controlaba.

A ello se añade también que un porcentaje cada vez más elevado del colectivo cumple condena por delitos que no son de sangre y, por tanto, con menos horizonte penal y más “integración” en la vida carcelaria.

Mientras que hace ocho años era “impensable” que un etarra se incorporara a labores internas de la prisión, hoy es posible, por ejemplo, ver a algún recluso de la banda barriendo módulos.

Tras la caída en los últimos cinco años de la población reclusa de los cerca de 600 presos en enero de 2012 a los 360 actuales, otro dato ilustra el futuro: en apenas dos años saldrán de las cárceles tras cumplir sus condenas entre 30 y 50 etarras, algunos de ellos tras extinguir el máximo de todas sus penas.

Algunos etarras llevan encarcelados más de veinte años, como los históricos Francisco Múgica Garmendia “Pakito” y José María Arregi Erostarbe “Fiti”, que cayeron en Bidart (Francia) en 1992.

Y a estos que ven ya cerca la libertad es a quien menos inquieta si se suaviza o no la política penitenciaria porque, insisten las fuentes, el grupo sigue manteniendo una actitud gregaria y una cultura “colectiva”.

Esa que les impide salir de su “burbuja”, no tanto porque reciban órdenes de un colectivo que está “roto”, sino por la “idiosincrasia” del preso, incapaz de dar pasos y menos cuando les resta poco para la libertad. Ahora “no les compensa” verse señalados por haber renegado al final de los principios que les llevaron a la cárcel.

Frente a ellos, los presos que tienen más años de reclusión por delante son los interesados en una solución “colectiva”, es decir que de alguna forma les autoricen a “aceptar” la legalidad vigente y las vías para la reinserción.

Hace apenas un mes un débil EPPK (colectivo de presos de ETA) les propuso usar las diferentes posibilidades en el ámbito jurídico “con los límites del arrepentimiento y la delación”, algo poco posible pues estos son algunos de los requisitos imprescindibles que fija la ley para progresar a un tercer grado o régimen de semilibertad.

Con todo, las fuentes consultadas defienden que la “patata caliente” de sus presos la tiene la banda: “Si ETA no abre la puerta de la disolución, seguirá teniendo como rehenes a sus presos, que tampoco acaban de asumir que pierden tiempo de libertad por mantener un compromiso con una organización que no es más que cenizas”.

Aunque no lo asumen, sí se perciben movimientos entre los presos que cuestionan esa disciplina y a los que ha hecho daño el pacto de conformidad de la cúpula de la antigua Batasuna con la Audiencia Nacional para reducir su condena o las últimas rebajas de penas impuestas a miembros de la organización Segi.

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