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“España” y “centro”, el PP a través de los lemas de sus congresos

"El futuro de España" será el lema del XIX Congreso del PP

EFE

Madrid —

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“España” y “centro” son las palabras que más se han repetido en los lemas de los diez congresos que el Partido Popular ha celebrado desde el llamado “de la refundación” en 1989 y que dan pistas de la evolución política de la formación en las últimas tres décadas.

Hoy se ha conocido que el lema del XIX Congreso, que reunirá la semana que viene en Madrid a 3.134 compromisarios y en el que el partido busca a su nuevo líder, será “El futuro de España”, con lo que la palabra “España” se consolida como la más utilizada por el Partido Popular para poner título a sus reuniones.

Cinco veces hablaban de “España” esos lemas, tres fue “centro”, dos “libertad”, dos “futuro” y en varias ocasiones se buscaron términos que pretendían dar la idea de dinamismo y progreso: “avanzar”, “impulso”, “ilusión”, “crecemos”, “¡adelante!”.

A finales de los ochenta Alianza Popular se esforzaba por buscar una identidad que le permitiera hacer frente a la por entonces indiscutible hegemonía política de los socialistas y en desmarcarse de su imagen de partido heredero del franquismo.

Quizás por eso el lema de su VIII Congreso, celebrado en 1987, era inequívoco: “El futuro”, aunque el futuro que salió de aquel cónclave duró poco.

Manuel Fraga había dimitido y el líder andaluz Antonio Hernández Mancha se hizo con las riendas de la todavía Alianza Popular en disputa con la lista de Miguel Herrero de Miñón, en la que ya figuraba José María Aznar; muchos dirigentes “del pasado” salieron de la dirección.

Sin embargo, un Hernández Mancha sin escaño en el Congreso -era senador- y que presentó una moción de censura calificada de “suicida” por muchos de sus compañeros, apenas aguantó dos años hasta que en 1989 volvió Fraga a la presidencia del partido en el IX Congreso.

“Libertad” fue la palabra de moda aquellos años en el rebautizado Partido Popular, cuyo congreso de 1989 tuvo como lema “Avanzar en libertad” y que, un año después en Sevilla en el X Congreso, casi repetía con “Centrados con la libertad”.

El de la libertad era un concepto que por entonces esgrimía orgullosamente la izquierda y que suponía un claro mensaje de ruptura con el franquismo, mientras que “centro” era una referencia a un espacio político con el que pocos identificaban “al partido de Fraga”.

José María Aznar fue elegido presidente en ese congreso de 1990, el de la famosa frase de Manuel Fraga “Ni tutelas ni tutías”, con la que dejaba definitivamente el partido en manos del nuevo líder de la derecha española.

El PP buscaba el centro y aglutinar a todas las corrientes políticas a la derecha del PSOE, liberales, democristianos... ya que sus dirigentes estaban convencidos de que solo con una fuerza política unida y de amplio espectro podrían llegar a convertirse en “Partido de Gobierno”.

Ese fue precisamente el lema del XI Congreso, celebrado en 1993, en el que el Partido Popular, ya consolidado ante la opinión pública como un partido de “centro-derecha”, se esforzó por demostrar que estaba preparado para gobernar y que era ya una alternativa real al PSOE.

En enero de 1996, el PP celebró su XII Congreso con las encuestas dándole claramente como ganador en las inminentes elecciones de marzo; el lema de aquel congreso no ofrecía lugar a dudas: “Gana el centro”.

Ya en el Gobierno el Partido Popular celebró dos congresos, el XIII en 1999 y el XIV en 2002; eran los tiempos del “España va bien” y el milagro económico, por lo que los lemas de los cónclaves del partido adoptaron también la idea de solvencia en la gestión, abandonando el tono épico y sustituyéndolo por uno más publicitario.

“El proyecto del nuevo siglo. La España de las oportunidades” (1999) y “Las propuestas del centro. Un nuevo impulso para España” (2002) fueron los patrióticos y larguísimos lemas de aquella época.

El Partido Popular, ganado el centro y distanciado de la imagen de la derecha franquista, hablaba ya “sin complejos” -una de las expresiones más repetidas en el XIV Congreso- de España como elemento central de su proyecto político.

El título de la ponencia política que se debatió entonces lo dejaba claro: “El patriotismo constitucional del siglo XXI”.

En ese cónclave, José María Aznar ratificó su anuncio de que no sería candidato en las elecciones de 2004 pero no dejó claro a quién elegiría como sucesor.

Finalmente fue Mariano Rajoy, quien sufrió una inesperada derrota en marzo de 2004 y fue elegido presidente del partido en octubre pero rodeado de una dirección plagada de hombres y mujeres de Aznar.

La pérdida del Gobierno provocó una profunda crisis en el partido, con algunos dirigentes abiertamente críticos con Mariano Rajoy y quizás por eso la mayor preocupación entonces resultaba la unidad.

El lema del XV Congreso, de 2004, volvió a tener a España como idea central, pero apelaba directamente a la necesidad de unidad: “España, la ilusión que nos une”.

La crisis continuó en el XVI Congreso, de 2008, que se celebró en Valencia y en el que Rajoy resultó reelegido presidente, pero con el menor apoyo conseguido por un líder del PP desde la refundación del partido.

“Crecemos juntos”, rezaba el lema de aquella reunión, y la verdad es que resultó premonitorio, ya que, aunque no muy juntos, los dirigentes del PP vieron como la crisis económica disparaba a partir de ese mismo año sus expectativas electorales hasta llevarles de nuevo al Gobierno en 2011 con mayoría absoluta.

Mariano Rajoy, que se había quedado en un 84,24 por ciento de apoyo en 2008, alcanzó el 97,56 por ciento en el XVII Congreso que se celebró en el 2012 en Sevilla, ya con el partido en el Gobierno; el lema fue “Comprometidos con España”.

Perdida la mayoría absoluta y después de un año en funciones en el Ejecutivo, el PP celebró su último congreso hasta hoy en febrero de 2017.

En pleno desafío secesionista en Cataluña y con Ciudadanos dispuesto a hacerse con la bandera de la unidad de España, no extrañó demasiado el lema de ese XVIII Congreso: “España, adelante!”.

Como anécdota, el lema suscitó polémica por la incorrección gramatical que suponía escribir solo al final el signo de admiración.

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