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“IU va directamente a la inmersión en el proyecto de Podemos”

Gaspar Llamazáres, en el Ateneo Republicano de Madrid.

Aitor Riveiro

El ex coordinador federal de IU Gaspar Llamazares (Logroño, 1957) atiende a eldiario.es por teléfono tras un Pleno en el Parlamento asturiano. Responde largo y tendido a la segunda entrevista de la serie que este medio ha iniciado sobre el pasado, el presente y el futuro de IU ante su XI Asamblea federal y cuando cumple 30 años. Llamazares lideró la organización durante ocho de esos años, dos legislaturas muy complicadas donde la coalición tocó suelo electoral.

Llamazares lidera las críticas al proceso de coalición con Podemos porque, en su opinión, es parte de un proceso decidido por el PCE para diluirse en el partido que lidera Pablo Iglesias. El diputado asturiano reconoce la “generosidad” del partido comunista, que renuncia a liderar el proyecto, pero advierte: “Cuando se dé cuenta de que la confianza con Podemos no es correspondida, será demasiado tarde”.

El actual líder de Izquierda Abierta rememora la fundación de IU, los problemas que ha tenido para desarrollarse como proyecto y defiende que, pese a ello, las legislaciones más avanzadas tienen su impronta: “IU ha sido una fuerza minoritaria pero influyente, relevante en la vida política del país y muchas cosas que hoy se consideran normales son obra del programa electoral de IU”.

¿Cómo recuerda el momento de la fundación de IU en 1986?

Fue una consecuencia lógica de un proceso. Habíamos estado juntos en la calle y en las plataformas antiOTAN, habíamos participado en procesos de negociación política y de listas. Me pareció una consecuencia lógica la fórmula inicial de coalición electoral porque pretendía dar una respuesta a un tema explícito y otra a uno implícito. El explícito era el caudal de coincidencia tras las movilizaciones sociales que existía a la izquierda del PSOE, pero, al mismo tiempo, de debilidad política.

¿Y el implícito?

Era la ocasión para superar de alguna manera las siglas exclusivas del PCE en un momento en el que se notaban los primeros efectos de la crisis de los países del Este y las dificultades que tenía una fuerza política de esas características en Europa. Significaba además la culminación de la estrategia eurocomunista a través de las alianzas con otras fuerzas. Era un proceso natural que se hizo en un momento adecuado y que luego tuvo aditamentos, como fue el tema del movimiento político y social, pero eso fue más adelante.

El PCE optó por dejar de ser una herramienta electoral, dejar de presentarse a las elecciones, ¿hubo resistencias dentro del partido a este paso?

Tremendas, tremendas. Esas resistencias estaban unidas a la división entre la nueva y la antigua dirección de Santiago Carrillo, quien vio en la estrategia de IU la excusa para quedarse con una parte de la organización y del electorado del PCE. No tuvo éxito pero estuvo cerca. No fue un proceso nada fácil.

Decía que más adelante IU quiso ser una fórmula para ampliar el espectro.

Hubo tres reflexiones: el proceso social y político de las protestas contra la OTAN, la crisis del socialismo real en los países del Este y una tercera introducida por Nicolás Sartorius que se centra en el cambio en las formas de hacer política y la superación de las viejas. Ahí se enmarca el intento de configurar un movimiento más que un partido. Y eso introduce elementos de forma que a algunos pueden parecerles muy similares a las que se han planteado actualmente por Podemos.

¿Qué pasó para que no se lograra esa intención de hacer de IU un “movimiento”?

Una cosa es la voluntad política y otra la ley. Y la ley configura la realidad política. En España solo existen partidos o coaliciones y todos aquellos movimientos que se han planteado superar la forma política del partido han terminado configurándose como un partido. En España en la Transición hubo una gran preocupación por reforzar a los partidos frente al estigma del franquismo y por mucho que se intente superar la forma partido, IU va evolucionando hacia esa forma partido.

¿Era imposible, entonces?

No creo que fuera una voluntad consciente de las direcciones de IU. No creo que fuera más movimentista la dirección cuando llegó Aznar al poder, que era de Julio Anguita, que la mía cuando la guerra de Irak, las movilizaciones y el final del Gobierno del PP. Porque es la realidad social, política y legal la que hace que una formación se consolide más como partido o como movimiento.

Cuando pretendes asaltar el poder, ahora que es nuestro principal argumento, te desnudas de los componentes de movimiento para adoptar una forma tradicional de partido como organización de vanguardia. Es lo que está ocurriendo con Podemos.

IU ha regresado de forma reiterada sobre la idea del bloque político y social, en distintas denominaciones. ¿Cuál era el sentido si la realidad lo hacía muy difícil?

Es un horizonte político, como lo es el socialismo. Una formación política es su teoría y su práctica. Uno tiene un horizonte político y una estrategia y se va avanzando y retrocediendo según la realidad: el sistema, si estás en el gobierno o en la oposición. Cuando estás en el gobierno una organización pequeña se vuelca hacia la institución. La gente de asociaciones de vecinos o de movimiento sindicales terminan siendo concejales.

Un ejemplo de esto se está viendo en ayuntamientos como Madrid o Barcelona.

Y le pasó a IU en un primer periodo. Y cuando sales de los gobiernos refuerzas la sociedad civil. La cuestión es tener los mimbres suficientes y una dirección lo suficientemente fuerte para combinar las dos cosas. Y es algo que no hemos hecho, nos hemos desequilibrado. Pero tiene que ver con la vida, no con la voluntad de los dirigentes. Una de mis primeras propuestas como coordinador federal fue que hubiera tantos cargos ejecutivos de movimientos como de institución.

Esa llegada a la Coordinación de IU se produjo a finales del años 2000 en un momento muy complicado para la organización, que tuvo un resultado electoral muy malo, Anguita deja el liderazgo de una forma abrupta, se arrastraban problemas en Cataluña con ICV y con la salida de la Nueva Izquierda de López Garrido o Cristina Almeida. ¿Cómo fue el aterrizaje?

IU estaba muy debilitada y en crisis. Y con un PCE que desconfiaba profundamente del proyecto porque considera que la cesión de competencias al proyecto no le ha salido bien y que no controla suficientemente la evolución. Esto caracteriza la Asamblea en la que Paco Frutos [secretario general del PCE y candidato en las generales de 2000] se presenta y las siguientes. Fue un periodo convulso. No acompañan los resultados electorales y eso provoca en cualquier organización una situación convulsa.

¿Esa situación perduró sus dos mandatos?

No logramos revertirla y no fuimos lo suficientemente, digamos sensibles, para darnos cuenta de la gravedad. El gran error de mi etapa fue pensar que el cambio de denominación de IU muy vinculado a la experiencia ecopacifista por las movilizaciones contra la guerra de Irak y por el desastre del Prestige podía superar esos problemas. Y lo que hizo fue acentuar la desconfianza y la crisis.

Los partidos políticos, e IU de forma más acentuada, suelen 'matar' a sus líderes. Todos han salido entre grandes broncas. ¿A qué se debe?

A sus líderes, a sus cuadros y a su gente. No los tratamos bien. No hemos sido amables. Lo decía Bertolt Brecht, queremos construir un futuro amable y no somos amables entre nosotros. Es normal en una organización que no tiene buenos resultados electorales y que tuvo aspiración de ser la representante mayoritaria de la izquierda. Ese el gran trauma de IU y del PCE: fueron lo que fueron contra el franquismo y luego no les ha sido reconocido electoralmente. Su gran horizonte era el PCI [Partido Comunista de Italia] y nunca fuimos el PCI. Había una cultura de la clandestinidad que se convierte en una cultura del enemigo interno. Hay una gran desconfianza interna y es muy difícil la gestión de la unidad y del pluralismo de IU. La dinámica que se instala es la de gobierno-oposición. Y a la oposición si hay que excluirla pues se la excluye. Por eso nos tratamos tan mal.

Desde IU y desde fuera se ha criticado a veces que algunos cuadros se hayan acomodado en una situación de oposición o con ser ese 10% del electorado. ¿Es real?

Yo eso lo rechazo. El que dice eso no conoce IU y no conoce su enorme frustración por no ser más, por no tener más. Por ejemplo, Julio Anguita creó en el mejor momento de IU una nueva ilusión y una nueva frustración. La ilusión de ser una fuerza de gobierno, porque venía de gobernar Córdoba, y la gran frustración es que en el mejor momento apenas se superó la barrera de los 20 diputados cuando él hablaba de 40. No conoce a IU quien dice esa barbaridad, yo no se lo admito a los de Podemos que me tienen hasta las narices en Twitter con el tema de que estamos acomodados en la oposición. ¡Te acomodarías tú, muchacho! Nosotros nunca estuvimos cómodos. Fue un calvario, cuando no un cilicio. Vivimos muy mal. Por ejemplo nuestra resistencia a la burbuja urbanística conllevó que nos echaran de los municipios donde había un mínimo de especulación. Se podría hacer un mapa de la costa española con las denuncias de especulación y cómo ha acabado IU fuera de esos ayuntamientos.

Esa es una queja recurrente en IU, que pese a tener razón al denunciar casos de corrupción o la especulación no se lograban réditos electorales. ¿Qué ha fallado?

No sé si es que ha fallado algo. Fue la realidad. En la sociedad de la especulación hay una parte que está cómoda. Probablemente las nuevas generaciones, las que lleguen después, estén muy jodidos pero lo que hemos visto en municipios madrileños o de costa es que se repartían determinados dividendos, bien sea por la revalorización de los terrenos o por las migajas de la corrupción, y eso generaba mayorías absolutas de décadas. El principal problema de IU es que iba contracorriente y por tanto formaba parte de un electorado minoritario.

Además tienen que ver los flujos electorales, que ahora se han roto. Cuando se debilitaba uno de los polos, el de la izquierda, se fortalecía el de la derecha. Los peores momentos de IU han sido los de más polarización política, curiosamente. Nosotros en 2004 tenemos las mejores expectativas y tras el 11M nos cambian 300.000 votos y nos quedamos en cuadro. Cuando pensábamos que podíamos mejorar nuestros cinco diputados, nos quedamos en dos. Decía [Jordi] Solé Tura que el problema no es que fuéramos minoritarios, porque era un milagro que siguiera existiendo una tercera fuerza en el país.

Precisamente IU, con todos sus lastres económicos y electorales, se mantiene y en 2011 logra 11 diputados, en 2012 entra en el Gobierno andaluz. Previamente estuvo en Cataluña y Asturias.

IU ha sido una fuerza minoritaria pero influyente, relevante en la vida política del país y muchas cosas que hoy se consideran normales son obra del programa electoral de IU, como por ejemplo los salarios sociales, cuestiones relativas a la universalización de la sanidad, la ley del aborto, tal y como está diseñada es más del programa de IU que del PSOE. Lo que hemos podido hacer.

¿Por qué esos triunfos no se lograron convertir en votos?

Porque la organización no los gestionó como tales. Esa situación interna que decía antes en la que se mezcla frustración y desconfianza hace muy difícil rentabilizarlos. Lo hace mucho mejor la fuerza de gobierno que la fuerza que ha contribuido a ellos. Cuando se habla de la primera etapa de Zapatero se habla de las medidas de libertades civiles de Zapatero pero muchas de ellas eran del programa de ERC o de IU.

Hablábamos al principio del momento fundacional de IU y que puede tener sus paralelismos con el actual y también sus diferencias. ¿Cuáles ve usted?

En 1986 la decisión con una mayoría del PCE y con una actitud generosa del PCE, que consideraba en aquel momento que era mejor para la izquierda ampliar el espectro y un cambio en las formas. Y en estos momentos es también el PCE el que toma la decisión de transmutación. Después de haber optado por esperar y ver cuando se abrió la posibilidad de que fuera IU la que representase la indignación. Y cuando ve que el tren de las elecciones europeas ha pasado optó por subirse de cualquier manera. No se logró para el 20D y ahora sí. Las decisiones, entonces y ahora, las tomó el PCE.

¿Y las diferencias?

La diferencia fundamental es que el de 1986 era un proyecto nítidamente de izquierdas con una tradicion de lucha social y una vocación de gobierno al estilo del eurocomunismo. Ahora se ha hace tabla rasa de toda esa experiencia, se considera negativa. Incluso Alberto [Garzón] habla de la “izquierda del régimen” e imagino que solo se salva a él mismo y a Julio Anguita. Y a partir de ahí se inicia un camino con dejación de la experiencia política de IU, de su identidad de izquierda seria y solvente, y por otra parte se incorpora de forma subordinada a otro proyecto desconocido que yo consideraría una mezcla de izquierdismo y de populismo transversal. Entonces había un programa de izquierdas y ahora el programa se ha convertido en un elemento secundario y se apuesta por una estrategia pragmática de llegar al poder.

Da la sensación de que hay un cansancio del PCE con su proyecto político y una transustanciación que diría Julio Anguita, hacia otro proyecto del cual quiere participar. Y en ese trayecto se dejan buena parte de la tradición de IU y quedan determinados dirigentes comunistas, algunos de ellos que tenían una posición crítica hacia el reformismo dentro del partido.

¿La entrada de IU y del PCE no ayudará a que esa disputa se defina hacia la izquierda?

Eso es lo que piensan algunos pero yo no lo comparto. Tampoco quiero hacer ahora una diferencia tan cerca de la campaña y me he explicado suficientemente sobre por qué no comparto que la mezcla sea mejor que la cooperación. No podemos hacer dejación de nuestra identidad e historia para irnos a un espacio desconocido, un planeta desconocido como he dicho alguna vez.

Pero los planteamientos públicos tanto de IU como de Podemos no son de fusión o de absorción, sino de una colaboración electoral. ¿Teme que después de la Asamblea federal esto cambie?

Una cosa es lo que se dice y otra lo que hay. El hecho de que el resto de las formaciones, como En Marea o En Comú, reclamen un grupo propio en el congreso y que IU no haya incorporado este tema en los acuerdos muestra una diferencia de fondo. Los primeros quieren ser un proyecto de futuro e IU va directamente a la inmersión en el proyecto de Podemos.

¿Es una hoja de ruta ya diseñada?

Está en marcha. Están dando los pasos para que eso se dé sin que pueda quedar en el camino ninguna referencia competidora en la izquierda. Se intentó en diciembre y no se culminó por las listas electorales y ahora se ha culminado. El modelo de asamblea podemizado que tenemos va por el camino de lograr todo el poder de la organización y reducir las resistencias al proceso de absorción. Y aunque parezca que es un proyecto muy mayoritario está saliendo adelante porque la organización está por una parte en shock y por otra de confianza ante lo nuevo. Cuando IU se dé cuenta de que la confianza con Podemos no es correspondida será demasiado tarde.

Izquierda Abierta, de la que es coportavoz, presenta un proyecto alternativo en la Asamblea. Hay un tercero en el que también figura gente del PCE y con tradición dentro de IU. Parece difícil que la Asamblea tenga un resultado bueno para ustedes.

Es imposible. Es un sistema que se puede llamar de piedra de moler por el que la pluralidad, que era parte esencial del proyecto de IU y que es verdad que a veces nos ha producido problemas, se va a reducir al mínimo. El procedimiento de votar listas en plena campaña y sin debate político me parece que no tiene precedente y que configura una Asamblea de aclamación.

Dando por hecho que parece que la lista de Alberto Garzón será la mayoritaria, ¿qué se plantean para después de la Asamblea?

Nosotros defenderemos un espacio de izquierdas abierto y que sea capaz de entenderse con el resto de la representación de la izquierda. Dentro de IU si se nos deja y si no, fuera. Es lo que siempre hemos hecho. No dejaremos huérfano un espacio político como es el espacio político de la izquierda y defenderemos que exista una bandera y una identidad clara a la izquierda del PSOE.

En esta hipótesis, ¿se plantea Llamazares encabezar esa opción o ser uno de sus referentes?

No, no es mi interés. Yo vine a Asturias a defender el proyecto de IU cuando todo el mundo lo daba por perdido. Nosotros en Asturias tenemos el mismo grupo parlamentario y más poder municipal, por lo que no nos ha ido mal. Por eso no entendemos muy bien este proceso de autoflagelación que estamos viviendo y parte de nuestros votantes tampoco. Yo tengo una convicción: hay que defender a nivel del Estado y en otras comunidades autónomas la identidad de un proyecto de izquierdas. En IU, en lo que surja después, en el grupo parlamentario o en la IU de después de la Asamblea. Si alguien tiene la decisión tomada de disolver IU, tomaremos las nuestras. Mientras, nosotros estamos en IU y en la coalición con Podemos. Voy a participar en la campaña y estaré claramente comprometido con ella.

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