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Joan Roca dice que “El somni” no es una frivolidad, es un laboratorio creativo

Joan Roca dice que "El somni" no es una frivolidad, es un laboratorio creativo

EFE

Barcelona —

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El cocinero Joan Roca, chef del considerado mejor restaurante del mundo, El Celler de Can Roca, ha fusionado hoy en la cena-espectaculo “El somni”, con doce exclusivos comensales, gastronomía y arte, una iniciativa que “no es una frivolidad, sino que es un laboratorio creativo”.

El cocinero gerundense ha confesado: “además de que el montaje del Arts Santa Mónica da empleo a mucha gente, para el Celler de Can Roca es una forma de abrir el abanico creativo e interactuar con otras artes, que nos aporta nuevas formas de inspiración”.

Para Roca, “El somni” (El sueño) representa “disponer de un laboratorio de I+D” y, de hecho, muchos de los platos que hacen para el espectáculo, “después se podrán comer en El Celler”.

En el servicio, además de una veintena de cocineros, han participado en esta peculiar ópera gastronómica, transmitida por circuito cerrado de televisión para la prensa, doce camareros y cuatro someliers, es decir la práctica totalidad del servicio de sala y cocina del Celler de Can Roca.

El artista Miquel Barceló ha sido el primero de los doce comensales en llegar y, a continuación, se han incorporado el resto de sus compañeros de mesa:

El chef Ferran Adrià, el filósofo Rafael Argullol, el antropólogo Joël Candau, el médico Bonaventura Clotet, la cineasta india Nandita Das, el ingeniero argelino Abderrahmnane Kheddar, el biólogo inglés Ben Lehner, el escritor gastronómico Harold McGee, la actriz Freida Pinto, la física teórica Lisa Randall y el director de orquesta Josep Pons.

Con media hora de retraso sobre el horario previsto ha comenzado esta inmersión sensorial que ha durado casi tres horas y que ha jugado con todos los sentidos de los comensales.

El jefe de sala, Josep Roca, que ha hecho de conductor entre plato y plato y que con su voz cadenciosa y pausada invitaba a los doce “apóstoles” a entrar en una especie de vigilia del sueño, ha comenzado el espectáculo con una frase reveladora: “si quieres volar, toca con los pies en el suelo”.

Poco después Josep Roca ha explicado que “El somni” implica diferentes disciplinas: gastronomía y ópera, ciencia sensorial y gastronomía, homenajes a Wagner y también a la “tecnología invisible”.

Aunque Josep Roca ha invitado a sus “clientes” a “aprovechar al máximo los silencios y evitar al máximo las conversaciones”, los doce invitados daban forma en bastantes ocasiones a un murmullo colectivo, más propio de una torre de Babel, en el que el castellano, el catalán, el francés y el inglés se fundían en una banda sonora única.

De indudables reminiscencias medievales, la mesa redonda alrededor de la cual los doce “soñadores” han compartido una cena única, ha servido de pantalla de proyección sobre la cual la comida se ha fundido con imágenes del mar, del bosque, del firmamento, simbolismos de la física, de la civilización oriental o el fuego forestal.

Más de 60 personas han aportado su talento, entre artistas, poetas, filósofos, artesanos, orfebres, para elaborar los vídeos proyectados, la música y la vajilla, un plato para cada preparación.

Músicos como Silvia Pérez Cruz, Albert Guinovart, Albert Pla, Carlos Fesser, Kolja Blacher, Arturo C. Urbina o el Latvian Radio Choir han colaborado en la ambientación musical de la cena.

Una esfera líquida de leche de tigre y piel de limón rallada, un bombón de Campari y pomelo rojo, un “aire” de higo chumbo del cabo de Creus, una gamba a la brasa con la cabeza y las patas fritas y bombón de cabeza de gamba, una salsa de mole con rosas a la brasa, jugo y pechuga de pichón son algunos de los platos que se han servido en los seis primeros actos.

En la segunda parte de “El somni”, los comensales, más distendidos y habladores, han podido deleitarse con una manzana de caramelo inflado rellena de espuma y dados de manzana a la brasa con sobrasada de Miquel Barceló, una oca a la royale y gotas de sangre de remolacha, un sorprendente puré de cacao helado de masa madre, lichi deshidratado y fresco, cacao garrapiñado y merengues ácidos sobre “un plato que respira”.

La cena ha concluido con un recuerdo a la infancia: nube de algodón de azúcar, toques de flores y miel, gominolas y mariposas.

Entre los caldos que han regado la larga cena un Marqués de Riscal único de 1945, para evocar la guerra; un vino que no ha pasado por bota, “fruto de una desgracia, de las pocas viñas que se salvaron en el incendio que asoló el Empordà”, ha señalado Josep Roca; o un vino “de la Luna”, de 1881 que “no ha visto nunca el sol”.

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