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Kenia: Desde mi mansión a vuestras chabolas

Kenia: Desde mi mansión a vuestras chabolas

EFE

Nairobi —

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Algunas de las zonas urbanas más pobres de Kenia, donde la población sobrevive en condiciones insalubres con menos de un euro al día, han caído otra vez en violentas protestas incitadas por unos líderes políticos que permanecen aislados del sonido de las balas tras los muros de sus lejanas mansiones.

En este país africano, como en otras tantas partes del mundo, el mensaje radical cala sobre la población más desfavorecida, pero aquí las consecuencias son más graves: “Ya estamos muertos, no tenemos nada que perder”, advierte Don desde su chabola de Mathare, que anoche vivió de frente los disparos, el fuego y el gas lacrimógeno.

Al igual que otras miles de personas, Don está dispuesto a entregar su vida por un político de su tribu, porque en Kenia no existe ni la izquierda ni la derecha: se lucha por una etnia y por el acceso a los recursos estatales a través de un líder, no por unos ideales.

Y ese político es Raila Odinga, líder, en su cuarta candidatura presidencial, de una coalición de veteranos que aspiran a elevar su estatus social en el escaparate de la Administración Pública.

Perteneciente a la tribu de los lúo e hijo del primer vicepresidente de la República de Kenia, Odinga gestiona, entre otros negocios, una empresa de fabricación de botellas para gas licuado de petróleo.

En 2007, en su segunda carrera a la presidencia, se negó a reconocer la victoria de Mwai Kibaki y germinó una ola de violencia duramente contestada por seguidores del presidente (de la tribu rival kikuyu) que acabó con 1.100 muertos y 600.000 desplazados. Y también con un acuerdo para nombrarle primer ministro, cargo que no existía hasta entonces.

En esa crisis estuvo, además, envuelto el presidente Uhuru Kenyatta, reelegido para un segundo mandato en las elecciones del pasado martes cuyos resultados oficiales se conocieron anoche.

Por aquel tiempo no ostentaba ningún puesto político relevante, pero, según la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional, participó en la organización de matanzas de lúos. Su caso se archivó finalmente, después de que varios testigos se retractaran o desaparecieran.

Kenyatta figura entre las 30 personas más ricas de África, con una fortuna estimada de 500 millones de dólares. Posee grandes extensiones de tierra por todo el país y su familia es dueña de la mayor compañía láctea de la región.

Anoche se vivió un escenario similar al de hace una década, y por el momento es imposible predecir si adquirirá la misma gravedad.

Odinga dijo que no reconocía los resultados oficiales de unas elecciones que le dejan a nueve puntos de distancia del ganador, el actual jefe de Estado, y los portavoces de su partido, sin llamar directamente a la acción, dejaron claro que la justicia “no es una opción”.

En el mismo instante en el que el director de la comisión electoral declaró ganador a Kenyatta, la violencia estalló en los barrios chabolistas de Kibera y Mathare (Nairobi), y en poblaciones como Kisumu y Siaya.

En ese mismo momento, Odinga ya descansaba en su mansión del elitista barrio de Karen, a kilómetros de distancia de cualquier zona de conflicto, porque decidió abandonar el centro electoral junto a todos los miembros de su coalición (NASA) para no formar parte de la “farsa oficial”.

Y mientras todo se desbordada, Kenyatta bailó junto a centenares de seguidores por las calles del distrito financiero de Nairobi y después trasladó la celebración a la residencia presidencial, con hectáreas de terreno de por medio.

Hoy ya se contabilizan varios muertos y decenas de heridos, pero solo una pequeña representación de la coalición opositora ha tratado de sosegar públicamente a sus seguidores.

Mientras, su gestor de contenidos digitales retuitea fotos de supuestos manifestantes muertos durante las protestas y llama “asesino” al Gobierno de Uhuru Kenyatta.

El presidente, por su parte, solo ha encargado a su ministro del Interior que niegue la existencia de las protestas, cuya violencia ya ha quedado gráficamente documentada. Tampoco hay muertos: “Son todo mentiras y rumores”.

Esta noche ambos descansarán lejos, y tal vez despreocupados, del lodo donde la gente está dispuesta a morir en defensa de sus dos héroes.

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