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López Obrador, el presidente del cambio en un México con los males de siempre

López Obrador, el presidente del cambio en un México con los males de siempre

EFE

México —

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La histórica victoria del izquierdista Andrés Manuel López Obrador en la contienda por la Presidencia promete cambiar el rostro de México, un país azotado por la pobreza, la corrupción y la violencia, mientras persisten dudas sobre el futuro de la relación con Estados Unidos.

El 1 de julio de 2018, tras una larguísima campaña repleta de rifirrafes, el líder de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se impuso a sus contrincantes Ricardo Anaya, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), y José Antonio Meade, del entonces oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), con más de 53 % de los votos.

Además, se renovaron más de 3.400 cargos públicos, entre gobernadores, diputados y senadores, llevando a Morena a tener el control de las cámaras.

Entre las promesas de López Obrador destacan el combate frontal a la corrupción y a la violencia, dos males crónicos de México, a lo que se suma un mensaje disruptivo para acabar con privilegios en la Administración Pública.

Empezando por él mismo, que se recortó el salario a un 40 % del que ganaba el anterior mandatario, Enrique Peña Nieto, y puso en venta el avión presidencial.

Luego del llamado periodo de transición en el que el incombustible político de 65 años adelantó muchos programas de gobierno, López Obrador asumió el poder el 1 de diciembre con una ceremonia repleta de figuras internacionales y un multitudinario baño de masas.

Aunque su discurso cercano y directo parece hacer fácil lo difícil, la realidad es que México padece graves problemas estructurales.

El país cerró 2017 con 31.174 asesinatos, la cifra más elevada en dos décadas, y las estadísticas apuntan todavía más alto para este 2018.

Prueba de ello radica en la propia campaña electoral, que se zanjó con centenares de agresiones y unos 130 políticos asesinados desde el 1 de septiembre de 2017, cuando se inició el proceso que condujo a la votación del 1 de julio.

La inseguridad se vio también reflejada en la violencia hacia periodistas, con al menos 12 asesinatos, o casos macabros como el del Monstruo de Ecatepec, presunto asesino y caníbal de al menos 10 mujeres.

En respuesta, López Obrador presentó un plan para que los jóvenes consigan empleo y así, espera, no ingresen en las filas del crimen, y un programa de paz que contempla la polémica creación de una Guardia Nacional, formada por soldados, marinos y policías federales, a cargo de las Fuerzas Armadas.

El presidente asegura que los agentes de las fuerzas de seguridad respetarán los derechos humanos de la ciudadanía e incluso investigará al Ejército, hasta ahora intocable, por tragedias como la de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

En el plano económico, el líder izquierdista busca acabar con décadas de neoliberalismo y la corrupción que, dice, entraña este modelo económico.

Respetuoso del Banco de México y los fundamentos económicos, afirma que el buen manejo y la honestidad en política regresarán al erario unos 500.000 millones de pesos (unos 25.000 millones de dólares), que destinará a infraestructura -con la construcción de una refinería o el Tren Maya en el rezagado sureste- o a ambiciosos programas sociales como una pensión o salud universal.

Bien recibidas por la ciudadanía y parte del empresariado, estas iniciativas han chocado con otras decisiones de López Obrador como la cancelación del aeropuerto de Texcoco -una obra de 13.300 millones de dólares- tras una controvertida consulta popular.

Todo esto, sumado a iniciativas en el Congreso como la posible eliminación de fondos de retiro o de las comisiones bancarias -propuestas luego congeladas- han hecho tambalear los cimientos económicos del país.

Muy previsiblemente, México cerrará el año con el peso por encima de las 20 unidades por dólar, bajos niveles en la Bolsa y un crecimiento moderado, en torno al 2,1 %.

Positivamente, tras una auténtica montaña rusa diplomática, se zanjó la negociación para renovar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Llamado ahora tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), fue firmado por Peña Nieto; el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro canadiense Justin Trudeau el 30 de noviembre en la cumbre del G20.

Para Peña Nieto supuso un broche de oro de fin de mandato. No obstante, su legado será mucho más recordado por los escándalos de corrupción, el auge de la violencia o la bajísima popularidad con la que se despidió del cargo.

Además de la corrupción o la seguridad, el nuevo gobierno arrastra otras problemáticas como el fenómeno migratorio y las caravanas de migrantes centroamericanos que tanto en marzo y abril como desde octubre han recorrido México para llegar la frontera con Estados Unidos y pedir asilo.

Este masivo éxodo, que ha copado titulares nacionales e internacionales, amenaza la incipiente relación de López Obrador con Trump, que si bien no ha negado la posibilidad de impulsar un plan de inversión conjunto para Centroamérica, tal como busca el líder mexicano, mantiene entre sus prioridades la construcción del muro fronterizo que asegura será pagado por el país latinoamericano.

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