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Magistrada aimara afirma que “a los varones no les gusta que una mujer esté a la cabeza”

Magistrada aimara afirma que "a los varones no les gusta que una mujer esté a la cabeza"

EFE

La Paz —

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La discriminación a las mujeres, sobre todo indígenas, persiste en Bolivia y eso lo sabe bien la magistrada Cristina Mamani, una aimara que se abrió camino a pulso para hacer carrera en el órgano judicial y ha llegado a la presidencia del Consejo de la Magistratura.

“Nuestro país se caracteriza porque sigue vigente el sistema machista y patriarcal (...) A los varones no les gusta que una mujer esté a la cabeza”, dice Mamani en una entrevista concedida a Efe durante el XIV Encuentro de Magistradas de Iberoamérica “Por una justicia de género”, celebrado esta semana en Cochabamba.

La jurista nació en la provincia Ingavi del departamento de La Paz en el seno de una humilde familia y ha tenido que luchar toda su vida contra la doble discriminación por ser mujer e indígena.

Mamani, la única mujer entre seis hermanos, lleva el cabello recogido en dos trenzas y viste el bombín, la pollera, la blusa y la manta características de la vestimenta de las “cholitas”, como se llama a las aimaras en Bolivia.

Durante varias décadas, las mujeres de pollera fueron excluidas y relegadas a oficios de niñeras, cocineras o comerciantes de mercado, pero eso no impidió a Mamani apuntar más alto, pues ella tenía claro que quería ser abogada desde que cursaba la secundaria.

“Yo decía que iba a estudiar derecho. Mis compañeros de curso un poco se hacían la burla, me decían (que iría) derecho al altar o derecho al matrimonio”, recuerda.

Al concluir el colegio, hizo primero unos cursos de secretariado y después se preparó para ingresar en la facultad de Derecho de la estatal Universidad Mayor de San Andrés de La Paz.

Cuando estaba a media carrera, su padre, un humilde trabajador ferroviario falleció, pero ella hizo un esfuerzo por continuar sus estudios y trabajó en la misma universidad y también fue mensajera y oficial de diligencias en los juzgados.

Tras obtener su título de abogada, trabajó en diversas provincias paceñas y también abrió una oficina en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz.

“Es difícil empezar, me tocó una etapa difícil”, asegura ahora.

En 2003, Mamani empezó a trabajar en el Centro de Desarrollo Integral de la Mujer Aymara Amuyt'a (Cedima), institución a la que está muy agradecida porque, según dice, le dio la oportunidad de trabajar de cerca con mujeres aimaras durante seis años.

Cuando en 2011 salió la convocatoria para postular a altos cargos en el órgano judicial boliviano, la abogada confiesa que no estaba muy animada de presentarse.

“Yo había perdido confianza en el poder judicial porque allí sacaban las convocatorias pero ya tenían los nombres” para ocupar los cargos, señala.

Fue precisamente la entonces directora del Cedima, Alicia Canaviri, quien la convenció de presentarse argumentando que en esta ocasión “el pueblo iba a elegir” a los magistrados.

Y así Mamani se presentó a las primeras elecciones por voto popular para el órgano judicial, que se celebraron en octubre de 2011 en medio de polémicas alentadas por opositores que acusaban al Gobierno de intentar copar ese poder con candidatos preseleccionados en el Parlamento, de mayoría oficialista, afines al Ejecutivo.

La magistrada asegura que se presentó “sola” a los comicios, pues su candidatura no tenía aval ni de las organizaciones sociales leales al presidente Evo Morales, y menos del Ejecutivo.

Afirma que su sorpresa fue grande al resultar elegida con casi medio millón de votos, la mayor votación obtenida por un candidato en esos comicios.

“Yo me debo a mi pueblo”, sostiene Mamani, al asegurar que trabaja para responder a esa confianza y responsabilidad que le confirieron quienes la eligieron.

Como en todo, en su trabajo hay luces y sombras, porque si bien señala que la Justicia boliviana se está transformando para dar una atención adecuada a la población, también reconoce que persisten problemas desde hace décadas, como las demoras en los procesos y en algunos casos la corrupción.

Otra de las dificultades con las que se ha topado Mamani es la discriminación dentro del órgano judicial.

“Como indígena sobre todo y como mujer que ha surgido desde abajo, hay aún discriminación. No te dicen de frente, pero (se nota en) las acciones que cometen los colegas, las instituciones, las mismas autoridades, hay todavía, sigue vigente”, sostiene.

“Va a tener que transcurrir mucho tiempo para que podamos construir una sociedad justa, una sociedad sin víctimas ni los poderosos que tengan la hegemonía, el dominio”, agrega.

Gina Baldivieso

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