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Mati, Feli, Mariví y Belén, la saga de mujeres más “azul” de España

Mati, Feli, Mariví y Belén, la saga de mujeres más "azul" de España

EFE

Madrid —

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Por primera vez coinciden vestidas de uniforme. La saga de mujeres más “azul” -las hermanas Mati, Feli y Mariví, y Belén, la hija de esta última- son vallecanas y policías. Nunca se han arrepentido de ser una cosa y otra y jamás se han sentido discriminadas en un cuerpo donde sólo el 13 por ciento son féminas.

Sólo son cuatro de las 8.787 mujeres que forman parte del Cuerpo Nacional de Policía, pero arrasan en su familia, en la que otros cuatro miembros -el padre de las tres hermanas (dos de ellas mellizas) y los maridos de éstas- visten el mismo uniforme.

Con motivo de la celebración mañana del Día de la Mujer Trabajadora, Efe ha reunido a las cuatro agentes en una entrevista, en la que aseguran que no han encontrado traba alguna por su condición de mujer a la hora de ascender o de ocupar cualquier puesto de trabajo dentro del cuerpo.

Una agente de la escala básica -la mayor de las hermanas-, dos inspectoras y una oficial camino de convertirse en subinspectora forman esta particular familia. En el transcurso de la entrevista se percatan, sorprendidas, de que por primera vez coinciden las cuatro vestidas de uniforme, aunque haya sido para la foto.

La sangre “azul” que tiene que correr por su venas, como les reiteran en la Academia, ya corría por las de ellas porque su padre es policía, ya jubilado.

Relata Mariví, la mayor, que su padre vivía “con la pena” de no haber tenido un hijo varón para seguir su profesión. “Él lloraba por una taza de caldo y le dimos tres”, prosigue esta agente, que recuerda cómo su progenitor recibió la noticia de que ella y una de las mellizas habían decidido ingresar en la Academia. Corría 1986.

Por un lado, el padre se mostró contento, pero por otro no podía evitar una cierta preocupación por cómo encajarían sus hijas en un ambiente tan masculino y en el que la mujer era aceptada aún con “reticencias”. La madre, por su parte, recibió la noticia con “miedo”.

Feli recuerda que en su promoción había solo 66 féminas. En los primeros años -prosiguen Feli, Mati y Mariví- sus compañeros varones aún no tenían muy asumida la presencia de mujeres y reaccionaban algunos con “sobreprotección” y otros mirando su trabajo “con lupa”.

Nada de eso ha vivido ya Belén, que ingresó en el cuerpo en 2005 después de haber terminado su carrera de Fisioterapia. Ya había encontrado trabajo de fisioterapeuta, pero el ambiente que había mamado en su familia, el ánimo de sus tías y el empuje de su madre, orgullosa de que se decidiera por la Policía, la terminaron de decidir.

“Me gustaba cómo viven los policías, la labor que hacen, la cantidad de trabajo que se puede hacer, cómo ayudan a la gente... Todo eso me animó a presentarme”, relata esta futura subinspectora, que ya no ha tenido que sufrir, como su madre y sus tías, la falta de instalaciones adaptadas a la mujer, como vestuarios, en las dependencias policiales.

Tal era esa ausencia, que las agentes de aquella época, como le ocurrió a Mariví, tenían que cambiarse en el despacho del jefe superior.

Hoy, la igualdad es absoluta en el cuerpo, confirman las cuatro. “No hay ni obstáculos ni beneficios” por ser mujer, insisten antes de recordar que si no hay más mujeres en las categorías más altas es por la propia incorporación tardía de las féminas a la profesión.

Y a la esperada pregunta de si se puede conciliar la vida laboral con la familiar, no ven en la Policía más dificultades que en otras profesiones donde se trabaja generalmente por turnos. Unos turnos en el caso de las tres hermanas que en muchas ocasiones han sido totalmente diferentes a los de sus maridos

De todos modos, siempre han contado con la ayuda de la familia. Mariví, por ejemplo, ingresó en el cuerpo cuando ya tenía dos hijos, de los que se perdió “muchas cosas” mientras estaba en la Academia y en su primer destino. Precisamente, ha renunciado a ascender, como sí han hecho sus hermanas, porque no quiere más traslados.

Úbeda, Sabadell, Málaga, Torremolinos, Pamplona, Morón de la Frontera, Segovia, Valladolid, Ciudadela... han sido destinos de estas cuatro mujeres que ahora están destinadas en Madrid: Mariví, en el área de retribuciones de la División de Personal; en la sección de asilo de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras, Feli, en el gabinete técnico del jefe superior de Madrid, Mati, y en la unidad de régimen disciplinario, aunque por poco tiempo, Belén.

“Estamos orgullosas de pertenecer a este cuerpo. Es de las mejores decisiones que hemos tomado en la vida”, resumen las cuatro policías, que animan a las mujeres a incorporarse a una profesión “apasionante”, en la que el trato es bueno y nada discriminatorio.

Vocación de ayuda a los demás, de servicio público y de sentirse útil son los únicos requisitos para ello. Sagrario Ortega

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