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Pablo Iglesias encuentra su otra coleta en Oviedo

Pablo Iglesias, junto al candidto de Podemos en Asturias, Emilio León.

Ana R. Cañil

Oviedo —

La Corredoria es un barrio popular a las afueras de Oviedo. La semana que viene, lunes 25 de mayo, hará un año que sus habitantes convirtieron allí a Podemos en la fuerza más votada. Ayer, Pablo Iglesias les devolvió su entrega. “Mírale, ya esta ahí, es ese chico. Parece más flaco y está pálido, ese de la coleta más larga que papá, no le equivoques con el de aquí, con Emilio”, situaba una hija al padre que viste canas y se apoya en un bastón, mientras Iglesias y Emilio León se daban un baño de calor entre la gente. La mujer tenía razón. La campaña electoral le debe de estar arrancando al secretario general de Podemos la poca carne que siempre tuvo sobre los huesos. Como siempre, Iglesias subió pálido y tenso a la tribuna, le costó arrancar pero al final, apelando a las agallas de los asturianos que deben de extenderse por toda España, salió del trance con el apoyo de los compañeros. Especialmente de uno, Emilio León, candidato de Podemos a la presidencia del Principado de Asturias, un físico que entendía mejor la cuántica que lo que la política está haciendo a su país. Un replicante de Iglesias con camisa blanca y coleta -“la llevo desde mucho antes que Pablo”- más brillante desde la tribuna que el propio líder de Podemos, a quien se le nota el cansancio. León es un descubrimiento para los que llegan de fuera.

A estas alturas de la campaña, Pablo Iglesias aún sabe lo que hace. O por lo menos en qué ciudad está, pese a las jornadas maratonianas con las que la organización castiga el cuerpo de los líderes políticos. Una parte de la frescura y espontaneidad que el secretario general de Podemos tenía hace un año está ahora gastada tras tanto sobeteo mediático. También le agacha el peso de la responsabilidad, como ha confesado tantas veces. Ayer, cuando subió al estrado en La Corredoria de Oviedo, ya le habían templado el ánimo la media docena de compañeros que le precedieron. Alguien debió de soplarle que ya habían cantado El Pozo Maria Luisa, “mira, mira Maruxiña, mira como vengo yo. Traigo la camisa roja...” al son de las gaitas asturianas, un elixir infalible para expolear los sentimientos en estas tierras. Quizá por eso Iglesias arrancó con otros versos históricos, menos conocidos por los más jóvenes de entre las 7.000 personas (matiz, según los organizadores) que llenaban los 8.000 metros cuadrados de la plaza del Conceyin.

Hay una lumbre en Asturias

que calienta España entera,

y es que allí se ha levantado,

toda la cuenca minera.

Ale, asturianos,

están nuestros destinos

en vuestras manos.

Así comenzó Iglesias y sólo a uno de los asistentes se le oyó continuar la copla que Chicho Sánchez Ferlosio grabó en 1964 , pero dio igual. La Corredoria fue escogida por Podemos en la tarde del domingo 17 de mayo para que su líder nacional encarara el último tramo de la campaña. Era un lugar emblemático, donde arrasaron hace un año en las europeas. Asturianas son dos de sus eurodiputadas, Tania González y Estefanía Torres, presentes también ayer en el mitin. Si en la Facultad de Políticas de la Complutense de Madrid un grupo de profesores puso las semillas de Podemos tras el 15M, los vientos del norte expandieron rápidamente las semillas por ese barrio asturiano. Cuestionadas las 7.000 personas que predicaban los organizadores a los periodistas, lo que sí que hubo fue el triple de gente de pie que en las 1.200 sillas ocupadas desde primera hora de la tarde, esperando al líder de Podemos o a su compañero a la presidencia por Asturias, Emilio León.El secretario general llegó detrás del escenario a las 5 y 17 minutos en un todotorreno Land Cruiser polvoriento y con otros compañeros de Madrid. El servicio de orden, tan grande ya como en el de cualquier otro mitin de los partidos “de la casta”, le rodeó para que hiciera el paseíllo entre las sillas de los asistentes, un baño de calor que siempre viene bien cuando uno llega más que cansado, como explicaba una de las miembros del consejo de Podemos Asturies, mientras con mirada arrobada trataba de no perder de vista las dos coletas de los protagonistas, la de Iglesias y la de León.Por si el baño de multitudes no hubiera sido suficiente, le bastó después la media docena de intervenciones de sus colegas de Podemos Asturies que jalearon el valor de la tierra, las agallas, y su lucha contra la corrupción y los ricos de siempre. Cada vez hablan menos de casta, un término agotado. Pero quien realmente calentó el ambiente para Iglesias, quien le dejó el estrado a punto de caramelo fue Emilio Léon, el candidato a presidir Asturias, la otra coleta de Podemos que puede tener futuro más allá de los Picos de Europa. Alguien que al principio se podría tomar como un replicante del secretario general - “mi coleta la tengo desde mucho antes que Pablo tuviera la suya o de que yo le conociera” explicaba sin coña una hora antes del mitin, mientras ultimaba su intervención-  puso a los asistentes en pie más veces de las que luego lo haría Iglesias, quien le observaba con sonrisa ausente desde la primera fila.

León, doctor en Físicas y trabajador precario, que en enero de 2014 decidió pasar a la acción política porque “podía entender la física cuántica, pero me resultaba imposible comprender lo que nos estaban haciendo” se comió el escenario tirando de entrañas, oratoria más que aceptable para lo que se oye cada día, llamando a trabajar codo con codo a los mayores “a esos que nos cambiaron los pañales” y que protagonizaron las luchas desde la dictadura hasta 1982. Airear los nombres del dúo “corrupto” y con cuentas en Suiza de dos asturianos de pro, Rodrigo Rato -originario de Gijón- y del sindicalista de UGT nacido en Langreo,José Ángel Fernández Villa, ayudaron a elevar la temperatura de los aplausos y a agitar los globos morados con más rabia. Hubo alguna bandera republicana mezclada con la del Principado, pero se podían contar con los dedos, porque aunque Iglesias insiste en sus orígenes y su militancia de izquierdas, tanto León como él volvieron a recordar que en Podemos caben todos, con reiteradas llamadas a aquellos “para los que está siendo ahora especialmente duro, los que llevan la fecha de 1982 (triunfo de los socialistas) grabado a pulso en su piel” arengaba el profesor de física desde la tribuna, hablando “con las tripas en la mano” en palabras de un minero llegado desde Langreo. Iglesias escuchaba a su compañero en la primera fila, amparado en su cuaderno de tapas moradas en donde subraya con rotulador verde y escribe con azul-morado o tratando de centrarse en el escenario, consciente de que las cámaras están pendientes de él y su ceño -ese que Errejón le dice que no frunza- que tiende a arrugarse en cuanto se descuida. Eran casi las 7,30 cuando Pablo Iglesias subió a la tribuna donde Emilio León había pasado de Rajoy y Villa a citar a Albert Camus y su obsesión por jugar de portero para no gastar los zapatos o la película de los hermanos Bardem -“Dos días y una noche”-, del abrazo de sus padres en el escenario a confesar a un auditorio puesto en pie que “mi corazón desfallece con el vuestro” al entrar en una semana en la que “necesitamos que cada uno de los votantes de Podemos convenza a otros tres de que nos voten”. (Iglesias pidió más, cinco por cada uno).

Con ese ambiente, el frío a punto de arrastrar la lluvia y el personal gritando bajo el recuerdo de los mítines de hace 35 años ¿cómo no iba a recuperar el líder de Podemos a Chicho Sánchez Ferlosio y la “lumbre de Asturias que calienta España entera”?  Pese a todo, a Pablo Iglesias Turrón le costó arrancar. Incluso cuando se pidió la libertad para “Los cinco mineros de Zarréu”, varias veces invocados por los oradores y el público, le faltó reprise. Tirando del discurso tantas veces oído en las teles y los medios escritos, contra los corruptos, llamando a los que trajeron los cambios de los 80 para que “protagonicen el cambio otra vez, como en el 82. Vengan abuelos y nietos...”. Más de lo mismo, quizá inevitable cuando llevas meses sometido a una sobre exposición brutal, en la que ahora le ha sustituido Albert Rivera, el “Otro” líder nuevo del otro partido menos nuevo, Ciudadanos. La falta de empatía inicial que Iglesias transmitió no era achacable al frío. Él mismo confesó que se había puesto un jersey -negro, vaqueros y deportivas azul marino- porque le habían advertido de que Emilio “solo tiene dos camisas” y no iban a ir ambos vestidos igual. Quizá el ambiente menos caluroso con él se debía a las expectativas creadas o por comparación con quien le precedió, el candidato León. “Está diciendo lo mismo que en la tele, en los debates” susurraba una señora al marido, que asentía mientras le escuchaba. Hubo un momento duro, en el que Iglesias llamó a romper los carnes azules y también los rojos de los que votaron a los socialistas hace años, en el que se acenturaron las arrugas en los los rostros más viejos, porque aunque en Asturias es de obligado cumplimiento dar leña al PSOE -que para eso es el que gobierna- y de manual electoral meter en el mismo saco a Aznar, a Felipe y a Rato como los expolíticos que cobran millones de grandes empresas españolas, una cosa es mentar la decadencia de la socialdemocracia -como hizo con millonarios como Tony Blair o Felipe González, trayendo a cuento el éxito de Cameron sobre los laboristas ingleses- y otra hablar de romper los carnes rojos.

El bache pasó en el momento en que el secretario general de Podemos se olvidó de que era eso, secretario general de Podemos. De que aunque los manuales de la buena comunicación le digan que no hay que cabrearse, “que cuando me insultan tengo que sonreír”, optó por enfadarse y aparcar los buenos modales. O eso aparentó. Se jaleó tirando contra el régimen de los corruptos, apelando a las agallas de los asturianos, disparando contra los europarlamentarios que tienen que disfrazarse para ir al Parlamento Europeo o al español, porque a partir del próximo domingo, 24 de mayo, “en los parlamentos autonómicos habrá personas que vayan vestidas de normales, como va la gente en la calle” y no “esos sinvergüenzas que cobran de la empresa privada a la que venden información que consiguieron” desde sus cargos públicos -nueva carga contra los expresidentes del Gobierno- o contra señorías como Federico Trillo o Vicente Martínez Pujalte, que hacen cosas legales con la legalidad vigente, pero tan sucias que hay que cambiar la ley.

Ese fue el momento de la conexión con el auditorio, continuó con el subidón de adrenalina al evocar el desfile de los “cursis y horteras”, de los corruptos que asistieron a la boda de la hija de Aznar, un acto cuyas fotos son hoy la imagen de la corrupción nacional según Podemos. La frase del día de Rajoy, pronunciada por el presidente durante la mañana, remató las carcajadas del personal. “España tiene españoles ha dicho Rajoy y como veis, él está en plena forma”. El cachondeo del publico provocó, quizá, la primera sonrisa no forzada del líder de Podemos, cuya tensión volvió a bajar a la hora de desgranar el programa que tantas veces “nos exigieron y ahora no quieren hablar de él”. Para rematar contra la banca y las cúpulas frente a la gente honrada. “No tenemos dinero ni bancos que nos financien, pero os tenemos a vosotros, que sois el motor del cambio. No me tienen miedo a mí o a Podemos, os lo tienen a vosotros”. Sus aplausos desde el escenario marcaron el fin de la oratoria para regresar adonde nos habíamos quedado al principio, a los versos y la copla.

Esta vez no fue el Pozo María Luisa y Santa Barbara bendita. Fue el poema de Pedro Garfías en la voz de Víctor Manuel, -Asturias, si yo pudiera, si yo supiera cantarte- lo que devolvió la fuerza, la ira y la nostalgia suficiente para que la gente se pusiera en pie, acompañando el tradicional abrazo de los Podemos en el escenario y muchos se marcharan a casa con la sensación de que se podía hacer. Mientras Emilio León se perdía entre los brazos de sus paisanos o en achuchones de señoras mayores y palmadas de jóvenes y viejos, Pablo Iglesias, arropado por el servicio de orden, se deslizó hasta la campa pequeña de detrás del escenario, donde estaba aparcadao el todoterreno. El viejito con bastón y muchas canas preguntó a la hija que hacia fotos con el móvil “¿A ti no te parece que tiene los hombros muy flacos, que ya le pesa lo de La Moncloa? ¿Tendrá las agallas que nos ha pedido?”.

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