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365 días de Pedro Sánchez al frente del PSOE y alejado del Parlamento

Irene Castro

Hace un año que Pedro Sánchez recuperó el poder del PSOE y se impuso a las tradicionales estructuras en unas primarias en las que no solo venció a Susana Díaz y a Patxi López, sino a los expresidentes, exministros, exdirigentes y aparatos que se posicionaron con la presidenta andaluza. La situación de Sánchez, un “fontanero” que consiguió entonces entusiasmar a la militancia con el discurso del “no es no” y en contra del PSOE “de los notables a los que acusaba de haberse alineado con el PP al darle el gobierno con la abstención, es bien distinta un año más tarde: el alejamiento del Congreso y el empuje de Ciudadanos han desdidujado a un líder socialista que pasó de fijar en la exigencia de dimisión de Mariano Rajoy una prioridad a pactar con el PP la intervención de Catalunya ante el desafío independentista. 

La victoria de Sánchez fue rotunda y dejó aturdida a una parte del sector que había apoyado a Díaz que no se había imaginado que el entonces defenestrado secretario general pudiera ganar (otra parte sí lo vio venir cuando en la recogida de avales Sánchez les pisaba los talones). No sirvieron ni el retraso de la convocatoria de las primarias para intentar apaciguar los ánimos, ni la demostración de fuerza del “PSOE de siempre”... A Díaz le costó digerir el resultado, pero lleva un año replegada en Andalucía. 

Entre los críticos del PSOE se ha impuesto una suerte de ley del silencio, de dejar hacer a Sánchez dado su imponente triunfo. El secretario general hizo su equipo y la integración de los perdedores prácticamente brilló por su ausencia. No se produjo más allá de Guillermo Fernández Vara, con quien Sánchez recompuso relaciones y le ofreció presidir el Consejo de Política Federal (un órgano que apenas se reúne, pero que reserva un asiento en la Ejecutiva para quien lo dirige) y Patxi López, que forma parte de la dirección, pero con un escaso papel. 

Pero en el sector crítico –un 40% que respaldó a Díaz– consideran que pase lo que pase será responsabilidad de Sánchez. Además, los barones creen que el ruido les perjudica para sus intereses electorales para las autonómicas de 2019 y en revalidar sus gobiernos tienen puestos todos sus esfuerzos. Si hay un mal resultado en las generales, no dudarán en achacárselo a él.

Mientras tanto Sánchez ha diseñado un partido a su medida, con un gran poder para el líder que conecta directamente con las bases. El Comité Federal, que es en teoría el máximo órgano entre congresos, ha quedado vacío de competencias. Sin embargo, las nuevas normas del PSOE, que se aprobaron sin oposición aunque con la ausencia de la mayoría de presidentes socialistas, rebajan finalmente las promesas de participación y apertura que centraron buena parte del discurso de Sánchez en las primarias. 

Las consultas para formar gobierno serán obligatorias solo en el caso de las coaliciones, pero quedaría fuera el acuerdo de Pedro Sánchez y Albert Rivera, por ejemplo. Las primarias para elegir a los candidatos a las presidencias de las comunidades no serán abiertas a los simpatizantes como inicialmente se planteó, sino que en principio solo participarán los militantes. Además, en este tipo de procesos quedan fuera las Juventudes Socialistas, una decisión que no ha sentado bien en la organización juvenil

Pero más allá de lo interno, en las filas socialistas preocupa el estancamiento que pronostican las encuestas. Frente al 'boom' que provocó la reelección de Sánchez como secretario general se ha producido desde entonces una caída generalizada en los sondeos. La cúpula trata de restarle importancia con varios argumentos entre los que destacan que no hay comicios a la vista por lo que el electorado está desmovilizado, se trata de “apuestas” editoriales –ven una campaña en favor de Ciudadanos–. La visión oficial en la Ejecutiva es que en una situación de triple empate el PSOE puede ser la primera fuerza “porque puede pasar cualquier cosa”. Sin embargo, incluso entre los miembros de la dirección cunde la preocupación. 

Una de las causas que atribuyen es la falta de unidad, que “no se han cerrado heridas”, según un miembro de la Ejecutiva, o que “hay sectarismo y se piensa más en clave orgánica que social”, según opinan en el sector crítico. En cualquier caso, algunos achacan parte del estancamiento a esa ruptura interna que se visibilizó en la escuela de gobierno con la que Sánchez quería demostrar precisamente lo contrario. Pero no fue posible: le plantaron Susana Díaz, Alfredo Pérez Rubalcaba, Felipe González... También se llevó un rapapolvo de Javier Solana como muestra de que no ha conseguido reconectar con la 'vieja guardia'.

Pero en las filas socialistas no creen que sea la única causa de que el PSOE no remonte en un momento de declive histórico del PP, cuando en las federaciones aguantan y han tenido a su favor movilizaciones como la del 8M o las manifestaciones de los jubilados. Algunos miran al liderazgo y encuentran en los datos del CIS el argumento perfecto: un 60% de los votantes socialistas desaprueban a Sánchez. 

En el PSOE admiten que la ausencia de Sánchez en el Congreso le penaliza porque tiene más complicado exhibirse como el jefe de la oposición. Ya no hay caras a caras con Rajoy ni interpelaciones en el Parlamento. La renuncia a su escaño fue una de las principales encrucijadas a las que se enfrentó Sánchez desde que abandonó la secretaría general en 2016 hasta que decidió volver a presentarse. Barajó las distintas opciones y se decantó por marcharse para evitar abstenerse en la investidura de Rajoy y tampoco romper la disciplina de voto. Un año después de recuperar su despacho en Ferraz el PSOE ve las consecuencias. 

Los vaivenes, bandazos y algunos errores de los portavoces son otra de las causas que atribuyen a la situación demoscópica al considerar que el electorado penaliza que un partido no tenga una posición fija. Sánchez modificó algunas de las posiciones que el PSOE había mantenido previamente en el giro a la izquierda que había prometido. 

Sin embargo, su acercamiento a Unidos Podemos duró poco. Sánchez y Pablo Iglesias anunciaron una mesa de coordinación permanente en el Congreso porque, según dijo el líder socialista, el objetivo era buscar una “mayoría parlamentaria alternativa al PP”. No obstante, ambos grupos no han llegado a reunirse ninguna vez y han pasado a contraprogramarse incluso en sus iniciativas

Parte de ese alejamiento ha sido estrategia del PSOE, que ha dado por amortizado a Unidos Podemos por su izquierda. En Ferraz creen que Sánchez impulsó al PSOE en ese espectro ideológico y que, una vez fuertes en la izquierda, tienen más fácil ganarse al centro. 

Y, aunque en el PSOE no se sienten cómodos en el debate territorial, en Ferraz están satisfechos con la posición que han mantenido ante el desafío independentista que llevó a Sánchez a pactar con Rajoy la intervención de Catalunya a través de la inédita aplicación del artículo 155 de la Constitución. Ese acuerdo con el PP sí produjo algunos movimientos, como la marcha de José Antonio Pérez Tapias, uno de los principales representantes de Izquierda Socialista, una corriente del PSOE que apoyó a Sánchez frente a Díaz. El que fue también su rival en 2014 le pidió distanciarse del PP. 

El ascenso de Ciudadanos en Catalunya –un crecimiento que los sondeos pronostican también en el resto de España– ha llevado al PSOE a defender “sin complejos” una nueva activación del 155 mientras que a los socialistas les costó apostar por esa medida frente a los independentistas y la llegaron a calificar de “cruenta”. La “experiencia” ha sido buena, según reconoció Sánchez, que está determinado a volver a apoyar a Rajoy para intervenir la Generalitat con un acuerdo de una “naturaleza distinta” que sea más duro: no tendrá como fin último la convocatoria de elecciones y que puede afectar a más organismos públicos, como TV3.

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