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Podemos enfila Vistalegre 2: ¿un bloque político o un partido con alianzas?

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en el Congreso.

Aitor Riveiro

Tres años después de su fundación, Podemos celebrará su II Asamblea Ciudadana Estatal. El partido, puesto en marcha a trompicones en las vísperas de las elecciones europeas de 2014, ha ayudado desde entonces a cambiar el panorama político español. Hoy es el núcleo fundamental del tercer grupo parlamentario del Congreso y lidera la construcción de un espacio que avanza a distintas velocidades en Catalunya que en Galicia o en Madrid. El cierre de los procesos regionales y municipales abiertos en los últimos meses ha certificado el liderazgo de Pablo Iglesias. Pero la batalla de las ideas está abierta.

En el partido hay un consenso. De Vistalegre 2 debe salir un partido-movimiento con el objetivo de “crear pueblo”. El análisis sostenido en Podemos es que el triunfo de las tesis neoliberales tras (y por) la caída del bloque socialista han diluido el sujeto político clásico, el de la clase trabajadora. “Los sujetos no son unívocos y hay que unir todos esos fragmentos de la subalternidad y darles una forma política”, explicaba Pablo Iglesias en una entrevista en eldiario.es.

Iglesias lo resume en un lema: “Luchar. Crear. Poder popular”. El secretario general de Podemos quiere una organización menos centrada en lo electoral y volcada en la “politización del dolor” para el nuevo ciclo político. Convertir los problemas sociales en gasolina política. Un ejemplo que utilizan siempre desde el entorno de Iglesias para explicar esta expresión es la PAH. O la concentración convocada por el partido frente a las sedes de Gas Natural Fenosa este fin de semana para protestar por la muerte de una anciana en un incendio provocado por una vela a la había cortado la luz por impago.

La tesis es que las instituciones servirán de altavoz. Fue precisamente en el Congreso de los Diputados donde Iglesias anunció la protesta y que su grupo iba a llamar a comparecer al presidente de la empresa, Isidro Fainé. Pero ante la ausencia de un gobierno de Podemos o participado por Podemos, creen que su capacidad real de maniobra está limitada. La prueba, explican quienes defienden esta postura, es que el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz ha terminado presidiendo una comisión del Congreso, aunque no la de Exteriores como él quería. Un triunfo, sí. Pero a medias y que “no cambia la vida de la gente”.

Iglesias cree que el trasvase de votos que ha recibido Podemos en los últimos años ha agotado su flujo. Puede haber personas desencantadas con el PSOE por su decisión de permitir un Gobierno de Mariano Rajoy que acaben votando a su formación en las próximas elecciones. Pero de ahí no vendrá el grueso de los seis millones de sufragios que el viernes explicó en TVE que fija como meta para 2019. “No va a haber desplazamientos electorales como en los últimos años. Toca hacer trabajo de hormiguita”, aseguraba en la televisión pública.

Un Podemos “fuerte e independiente”

¿Y qué tipo de partido vislumbra Iglesias? El líder de Podemos quiere una organización los suficientemente líquida que permita la creación de un “bloque histórico de cambio” que, esta vez sí, pueda ganar las elecciones. Iglesias piensa en ir más allá de las colaboraciones meramente electorales.

“No aspiramos en el corto ni medio plazo a construir una única organización política, pero probablemente sí a reforzar un espacio político común que tiene que ir más allá del trabajo parlamentario. Y yo quiero trabajar en esa línea con Alberto Garzón: que haya un reconocimiento mutuo, espacios no sólo de coordinación sino de complicidad política para que avancemos en un espacio que tiene seguir siendo plural pero mucho más que una coordinación parlamentaria”, aseguraba en la entrevista antes citada.

Íñigo Errejón también cree que Podemos tiene que buscar la creación de un movimiento popular. Nacional-popular. Ambos defienden la tesis populista de que es necesario organizar el “afuera” para ganar el “adentro”.

Pero el secretario político, que no tiene intención de competir por la secretaría general de Podemos en la asamblea, aspira a un partido independiente. Con identidad propia. Con la capacidad de huir de las tradicionales etiquetas que, en su opinión, han lastrado tradicionalmente a las fuerzas de la izquierda española.

Lo explicaba uno de sus colaboradores, Jorge Moruno, en una entrevista: “Hay que hacer todo lo posible para que no nos vuelvan a colocar en la misma situación pre15M. Nacimos diciendo que lo importante era la unidad popular y ciudadana, y no la unidad de la izquierda”.

Este sector no teme caminar con otros actores políticos pero prefiere que cada uno mantenga su identidad. Una IU independiente permitiría una percepción más centrada de Podemos. Un bloque único les situaría irremediablemente a la izquierda del PSOE. Algo que ha ocurrido desde su entrada en el Congreso, como reconocía el diputado y recientemente elegido secretario municipal de Podemos en Málaga, Alberto Montero, muy cercano a Errejón.

La disputa para articular ambas percepciones ya ha comenzado. El debate, como les gusta presumir a los principales protagonistas, es público. Y lo seguirá siendo. Es una de las señas, para bien o para mal, del partido. Si alcanzan una síntesis habrá una propuesta común para Vistalegre 2. Si no, habrá que confrontar. Otra de las señas de identidad. Y, de momento, Pablo Iglesias y sus aliados de Anticapitalistas se ha llevado los últimos triunfos.

La casualidad hará que la II Asamblea Ciudadana de Podemos coincida en el tiempo con uno de los momentos históricos que han definido la visión política de Pablo Iglesias. En febrero de 1991 el Partido Comunista de Italia (PCI) decidía su refundación en su XX Congreso. La caída del Muro de Berlín había dado la puntilla al uso de la etiqueta “comunista” a cualquiera que quisiera alcanzar una cierta hegemonía en la sociedad.

Este jueves Pablo Iglesias tuiteaba un fragmento de una película de Nani Moretti.

La cinta, de 1989, es una metáfora sobre la identidad perdida por el PCI, obligado a reconstruir o reencontrar sus ideales en el año de la caída del Muro de Berlín.

El PCI terminó escindido. La parte mayoritaria fundó el Partido Democrático de la Izquierda. Su escudo, un frondoso árbol con la hoz y el martillo como raíces. Con el paso de los años y tras múltiples refundaciones, su heredero directo, el Partido Democrático, gobierna hoy Italia con Matteo Renzi al frente.

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