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Primera misión del futuro presidente del PP: remendar el partido que hizo de la unidad su lema

Los diputados del Partido Popular (arriba, de izda. a dcha), Pablo Casado, Fernando Martínez Maíllo (d, arriba), Soraya Sáenz de Santamaría, (abajo, de izda a dcha) José Antonio Bermúdez de Castro, María Dolores de Cospedal, y Rafael Hernando, durante el pleno del Congreso.

Aitor Riveiro

La primera experiencia de democracia interna que ha puesto en práctica el Partido Popular en sus cuatro décadas de existencia ha desmontado los dos mantras que sus líderes, portavoces y militantes repiten desde hace años: que el PP es la organización con política con más afiliados y además, un partido unido que dice lo mismo en toda España. Esa pretendida unidad que Mariano Rajoy ha destacado durante la última década, saltó por los antes incluso de que el presidente anunciara su adiós. Los enfrentamientos internos para sucederle que protagonizaron quienes fueron sus personas de confianza en el Gobierno y en el partido, Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría quedaron plasmados en una imagen que se ha convertido en icono de las luchas intestinas: la silla vacía entre ambas dirigentes en la fiesta del pasado Dos de Mayo en la Comunidad de Madrid. 

Santamaría y Cospedal, junto a Pablo Casado, son los principales candidatos en la primera vuelta de la elección del nuevo presidente, que se ha celebrado este jueves, pero que tendrá una segunda vuelta en el congreso de dentro de dos semanas donde votarán los compromisarios. Sea cual sea el ganador, su primera misión será tratar de recuperar esa unidad perdida en las últimas semanas. 

Casado, el candidato que más avales logró, ha denunciado “zancadillas” a su campaña y, sin poner nombres ni señalar lugares, ha asegurado que en algunas “comunidades o provincias” el aparato se ha “movilizado hacia un determinado candidato o no acudiendo a actos”.

Las denuncias de Casado recibieron la agria respuesta de Génova, que pidió acabar con el “desprestigio” hacia el PP y recomendó al vicesecretario de comunicación que se “atreva” a poner nombres y apellidos a sus acusaciones. 

Menos de una semana después de sus acusaciones, Casado se cruzaba en un avión con la que fuera todopoderosa vicepresidenta del Gobierno de Mariano Rajoy. Soraya Sáenz de Santamaría y el diputado por Ávila. No se saludaron

Para entonces, la campaña de las primarias se había convertido ya en una batalla campal. Quizá no ha sido la “tercera guerra mundial” que algunas personas vaticinaron. Pero la acusaciones han subido de intensidad a lo largo de los días.

Cospedal señaló a Casado como “el candidato de Aznar”. Lo que hace una década era una alabanza hoy es anatema en el PP, después de los continuos desplantes del expresidente del Gobierno con el partido que refundó en 1989. El diputado por Ávila le envió de respuesta un reproche que intentaba poner en evidencia la diferencia de edad entre él y la secretaria general: “Lleva 30 años haciendo política”.

Sáenz de Santamaría, cuyo poder en el Ejecutivo de Rajoy era tal que un grupo de ministros unió sus fuerzas contra ella, decía un día que no hablaba “del resto de los candidatos” y al siguiente, para quitarse de encima las acusaciones de manipulación, señalaba a la todavía número dos de Rajoy y al propio Casado: “Yo no estoy en el aparato del partido”.

Llamamientos a la unidad de los no candidatos

no candidatosEl ambiente durante la campaña ha ido in crescendo, como es habitual en este tipo de contiendas. La decisión de Mariano Rajoy de no designar un sucesor y de apartarse de la contienda lo llevó a buscar refugio en Santa Pola (Alicante), donde tiene la plaza de registrador. Ni siquiera participó en la elección de su sucesor. Mientras sus compañeros votaban en las sedes, él caminaba a paso ligero por Pontevedra. 

La jornada de votación ha llevado el enfrentamiento a su máximo nivel, con denuncias de “pucherazo” e impugnaciones de mesa“.

A medida que los candidatos subían el tono entre sí, las voces autorizadas del partido que han optado por mantenerse al margen de las primarias, al menos públicamente, ha reclamado mesura. Y “unidad”. 

El candidato esperado por todos y que nunca llegó, Alberto Núñez Feijóo, ha pedido este mismo jueves que si hay dos candidatos que pasen a la fase congresual final, la opción más probable, pacten una lista de unidad que evite una carrera por hacerse con el favor de los compromisarios que representen a la militancia en tres fines de semana. “Sobre todo si tienen resultados muy similares”, advertía el presidente de la Xunta.

“No se trata de ver quién gana”, sino de ver “cómo se pone en marcha y se da impulso” al PP, que es, en este momento, “el primer partido de España”, zanjaba el candidato que anunció entre lágrimas que no podía dar el esperado salto a Madrid.

El portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, ya apostó por un proceso unitario hace ahora un mes, cuando se lanzó el proceso. Este jueves, el secretario provincial del partido en su provincia, Almería, pedía otra vez “una sola lista” elaborada por los dos candidatos que salgan elegidos en las elecciones primarias, informa Europa Press. Javier Aureliano era claro en su propuesta: “Pedimos a los dos que pasen el corte hoy que se pongan de acuerdo, intenten integrar para que los compromisarios en el Congreso Nacional del PP en Madrid solamente voten a una sola lista”.

Tanto Cospedal como Sáenz de Santamaría han señalado que, si pierden, se pondrán a las órdenes de quien gane. Casado, no. El que fuera directo de Gabinete de la Oficina de Aznar cuando ya era expresidente ha asegurado que juega a todo o nada: ganar o dejar la primera línea.

Uno de los principales apoyos de Casado, Esperanza Aguirre, no ha apelado a esta unidad. Ni ha apostado por recuperarla una vez pase el proceso. La expresidenta madrileña ha asegurado que “lo primero que tiene que hacer” el próximo presidente es “depurar los censos” del partido.

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