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Refugiados, presas y redes sociales entran por Puertas Abiertas del Supremo

EFE

Madrid —

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El Tribunal Supremo ha abierto un año más sus puertas a la ciudadanía y por la rendija se han colado representaciones teatrales a cargo de un grupo de presas, una caterva de escolares, serios debates sobre el futuro de los refugiados sirios, un programa de radio y hasta las redes sociales.

Carlos Lesmes ha actuado de portero, iniciando las Jornadas de Puertas Abiertas a primera hora de la mañana. Tras franquear la entrada, el presidente del Supremo ha escuchado, de boca de los primeros escolares que han entrado en la sede del tribunal, sinceras alabanzas a la limpieza del local.

Ello no equivale a reconocer la independencia del Poder Judicial, como él quiso defender en declaraciones a los periodistas allí congregados, pero tampoco es un mal comienzo.

En todo caso, su tesis y otras tantas en defensa de la utilidad del alto tribunal han llegado al público poco más tarde por parte de los varios magistrados entrevistados por una emisora nacional que ha desarrollado en el Supremo su programa matinal de hoy.

Incluso las redes sociales se han abierto al alto tribunal, a través de la cuenta @PoderJudicialEs de Twitter y sus etiquetas #PuertasAbiertasTS y #MeGustaTS.

Mientras eso sucedía, los impolutos pasillos y las barrocas salas del Supremo se han ido llenando de público infantil, al que se sumaba cierto número de interesados adultos.

Y así, ante los agitados asistentes, “Las Yeses”, como se llama el grupo teatral de presas antes aludido, han representado durante la mañana varios minijuicios.

Todos se han desarrollado, pese a la excitación de los casi cien niños que han presenciado cada una de las vistas, con orden en la Sala -concretamente, el Salón de plenos del Supremo-, aunque no resultaba fácil.

Incluso alguna de las azafatas presentes parecía dudar de su vocación de maestra cada vez que el secretario judicial pedía voluntarios para actuar como acusación o defensa y, en medio de gran algarabía, se alzaban cien brazos y dedos.

El griterío crecía cuando los infantes contemplaban las togas con las que iban a ataviarse sus privilegiados compañeros, los voluntarios elegidos. De hecho, en la última de las vistas hubo quien se prestó a ser acusado de acoso escolar: a esa llamada acudió un hatajo de niños y niñas sonrientes de etnias variadas.

Más real y menos alegre resultó el acto celebrado en el otra sala cercana, el Salón de Actos. Allí, a la una del mediodía, se desarrolló un debate protagonizado por otro menor, Abdsalam Haj Taher, de edad algo superior a la de los escolares.

Abdsalam, de origen kurdo, fue confinado cuatro meses en un colegio convertido en cárcel, donde varios amigos fueron torturados por no saberse el Corán, y del que escapó con otros 12 chavales.

Después de una auténtica odisea fue acogido como menor por España. Pero tiene ahora 17 años y, si no recibe la condición de asilado, una vez sea mayor de edad será obligado a regresar a su país en guerra.

El propio Abdsalam resumió su situación diciendo, en su dubitativo español, que “tenía una vida tranquila” antes de que la guerra y el Daesh lo destruyeran todo.

Ahora necesita regularizar sus papeles como mayor de edad en nuestro país. Una tragedia difícil de resumir en los ciento cuarenta caracteres de un tuit.

Francisco Tomás-Valiente

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