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Roosevelt, Churchill... y Alfredo Landa

Roosevelt, Churchill... y Alfredo Landa

EFE

Madrid —

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Uno de los clubes ultraterrenos de ilustres en los que estarían quienes han compartido una afición es el que acaba de enriquecerse con la llegada de Alfredo Landa; en él se encontrará a John D. Rockefeller, Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, Ernest Hemingway, Luis Buñuel... y hasta James Bond. Un selecto club de amantes del rey de los cócteles: el dry martini.

Rockefeller pasa por ser quien dio la primera bendición al cóctel creado en el neoyorquino hotel Knickerbrocker por el barman (hoy le llamaríamos bartender) Martini di Arma di Taglio: London gin, vermut Noilly Prat. ¿Agitado, no batido? Vaya usted a saber... Lo divertido es que ese Rockefeller fue, poco tiempo después, un decidido impulsor de la XVIII enmienda de la constitución de los EE.UU., que introdujo la llamada Ley Seca.

Ley cuya derogación, a través de la XXI enmienda, fue solemnizada por el recién elegido presidente Franklin Delano Roosevelt tomándose un dry martini, bebida a la que fue tan aficionado como su amigo y aliado Winston Churchill. Los líderes anglosajones de los aliados (a Stalin, en cambio, no le gustó el cóctel) navegaron en mares de dry martini. También figuras de las artes, como los citados Hemingway o Buñuel.

Dicen quienes tuvieron ocasión de comprobar sus habilidades en este terreno que Alfredo Landa era un maestro en el arte de preparar el dry martini... y el gin tonic. No llegué a tanto; sí a beber con él alguno en la barra del Casino de Madrid, en la calle de Alcalá, cuando al frente de la barra estaba un gran coctelero: Ángel San José. Alfredo exigía la perfección. Su amigo Garci, también.

Estuvimos a punto de crear, en el propio Casino, un Club del Dry Martini. Incluso llegué a redactar los estatutos, que aún andan por algún cajón. Quedó en blanco el nombre del presidente, pero teníamos claro que debería ser uno de los dos citados: Alfredo o Garci. Luego, con el cambio de dirección del Casino, se olvidó el asunto. Una pena.

Si se para uno a pensarlo, tiene gracia la cosa. Pocos actores como Landa han interpretado al español más tópico y típico, y dejémoslo ahí. Ese ciudadano retratado en tantos papeles de Alfredo Landa es, no me lo negarán, la antítesis del elegante y un tanto snob bebedor de dry martini. No sé; lo fácil sería vincular a Landa con el pacharán (que, como él, es navarro), pero parece que entre las endrinas y las nebrinas prefería las segundas: la mal llamada ginebra, en realidad gin, London gin.

Porque cuando la inmensa mayoría de ciudadanos españoles, a la hora de beber un combinado, elegía el cubalibre (el de verdad, claro: ron y cola), él ya era partidario del gin tonic y, además, según cuentan, todo un maestro en su preparación. Vamos, que Alfredo Landa, en esto, fue un adelantado a su tiempo.

Y todo esto sin que, al menos que yo recuerde a bote pronto, le hayamos visto, en alguna de sus películas, beber un dry martini o un gin tonic... o una copa con algo que lo pareciera, que en el trabajo no se bebe.

Hasta en eso era imagen del español medio: la caña, el chato de vino, el cubata... Y alguno de sus papeles más recordados (Paco “el bajo”, Fendetestas...) no fueron, precisamente, de personajes del nivel vital ni alcohólico de James Bond... Ni siquiera el Germán Areta de “El crack” recuerda al personaje de Fleming.

Gin, o ginebra inglesa, para distinguirla de la holandesa, aunque en ella tuviera un papel decisivo el rey Guillermo III de Orange, que, pese a su origen holandés, a finales del siglo XVII prohibió la importación de ginebra holandesa, con lo que potenció la elaboración de la versión inglesa.

Cosas de la historia. Luego vendrían el muy suizo señor Schweppe, la quinina, el agua tónica, la barra del Knickerbrocker... Un montón de cosas que hicieron posible que Landa dominase el arte de combinar el destilado inglés con agua tónica... o con vermut muy seco.

Bébanse un dry martini bien hecho, les guste agitado o batido, en homenaje a este gran actor y gran persona que acaba de dejarnos. Un profesional ejemplar. Les contaré una anécdota. Hace años, se le encargó rodar un anuncio de espárragos de Navarra, anuncio que precedía y seguía a las transmisiones de los encierros de los Sanfermines. Landa, navarro, lo hizo. Pero... ya saben cómo son estas cosas: “¡Corten! ¡Otra vez!”

Quien asistió al rodaje me lo contó: Alfredo hubo de comerse varias docenas de espárragos antes de que el director del spot se diese por satisfecho con la toma. Yo, que en una cata en Tudela (de Navarra, no de Duero) tuve que pasar por algo parecido, pero sin cámaras... no es que me imagine las que pasó Landa: lo sé. Pero... lo dicho: un profesional como la copa de un pino. Gracias, querido Alfredo, por todo lo que nos diste.

Caius Apicius

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