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Rusia, Zuma, los Gupta y el proyecto nuclear sudafricano

La Justicia declara ilegal el programa nuclear puesto en marcha por Zuma

EFE

Johannesburgo —

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Al filo de la medianoche del pasado 31 de marzo, el presidente sudafricano, Jacob Zuma, provocó la indignación dentro y fuera del oficialismo con el cese de los dos responsables de Finanzas, el ministro, Pravin Gordhan, y su entonces “número dos”, Mcebisi Jonas.

Su destitución ha dado lugar desde entonces a una cascada de consecuencias. El Partido Comunista y el sindicato COSATU, los dos aliados históricos del Congreso Nacional Africano (CNA) que lidera Zuma, han pedido por primera vez la dimisión del presidente.

Dos agencias de calificación de riesgo han degradado la nota de la economía sudafricana al nivel del bono basura. Más de 100.000 personas han pedido en las calles la marcha inmediata del presidente y la oposición prepara una moción de censura que espera que apoyen los diputados descontentos del CNA.

Un libro recién publicado por el periodista Pieter-Louis Myburgh desgrana la cadena de acontecimientos que ha llevado a estas semanas frenéticas.

Tiene su eslabón más importante en el plan de Zuma de construir nuevos reactores nucleares, al que se oponía Gordhan y que probablemente se abastecerían de uranio de una mina que un hijo del presidente tiene con la familia Gupta y que la empresa pública rusa ROSATOM adelantó que construiría antes de que el proyecto saliera a concurso.

Según cuenta Myburgh en “La República de los Gupta”, este clan de empresarios de origen indio compró en mayo de 2009 (el mismo mes en que Zuma llegó a la presidencia) una mina de uranio de una propiedad de una compañía canadiense, que la había puesto a la venta por la caída de los precios del metal en el mundo.

Entre los nuevos accionistas de la mina estaba también Duduzane Zuma, uno de los 22 hijos del presidente, que comenzó su carrera en los negocios en 2003 con solo 19 años en la compañía matriz de esta familia con enorme influencia en la Administración Zuma que ha hecho fortuna con concesiones públicas.

Tres meses después de la adquisición -que la empresa Oakbay de los Gupta llevó a cabo con sorprendentes facilidades de crédito por parte del Gobierno-, Zuma anunciaba en la Cumbre sobre el Cambio Climático de Copenhague que Sudáfrica reduciría espectacularmente sus emisiones de carbón en los próximos lustros.

Dos años más tarde, su ministra de Energía anunciaba cómo: con la construcción en el país de entre 6 y 8 nuevos reactores nucleares, un proyecto estimado en unos 65.000 millones de euros que según sus críticos y expertos del sector financiero llevaría al país a la bancarrota.

Pese a tener pendiente la aprobación necesaria del Ministerio de Finanzas, y por lo tanto no haber salido ni siquiera a concurso, el proyecto pareció haber encontrado adjudicatario en septiembre de 2014, cuando un comunicado de ROSATOM anunció el uso de reactores rusos en el programa nuclear sudafricano.

Tanto el Gobierno como ROSATOM rectificaron poco después para aplacar el escándalo, pero las sospechas de un acuerdo bajo mano siguen vivas pese a las explicaciones.

La primera víctima de los planes nucleares del presidente fue el ministro de Finanzas Nhlanhla Nene, que rechazaba el proyecto y que fue sustituido en diciembre de 2015 por un desconocido que, según se supo después, había visitado la residencia de los Gupta en varias ocasiones días antes de su nombramiento.

Pero los planes de Zuma se vieron truncados por la conmoción que el cese del respetado Nene provocó en los mercados y el presidente se vio obligado a recuperar a un antiguo ministro del ramo, Pravin Gordhan, un veterano con gran prestigio entre los inversores, para detener la sangría económica.

Gordhan hizo lo que de él se esperaba: intentó imponer austeridad en las dilapidadas arcas de las empresas públicas -con cuyas concesiones, a veces ruinosas para el contribuyente, han levantado su imperio los Gupta- y siguió diciendo que no al proyecto nuclear abanderado por Zuma.

Un año y menos de cuatro meses ha tardado en ser purgado Gordhan. Su sustituto es Malusi Gigaba, ministro de Empresas Públicas durante los 5 primeros años de Zuma.

Los servicios secretos sudafricanos señalaban hace unos años a Gigaba como uno de los ministros adeptos a los Gupta, que, según el exviceministro Jonas y otros altos cargos del partido de Zuma, ofrecieron puestos de ministro en nombre del presidente y han influido directamente en la adjudicación de contratos públicos.

Según agentes de seguridad de la residencia de los Gupta entrevistados por Myburgh para su libro, Gigaba es uno de los ministros que han visitado en varias ocasiones el complejo de la familia.

Desde la medianoche del 31 de marzo, Gigaba tiene la última palabra sobre el plan nuclear sudafricano.

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