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Pedro Sánchez avisa en Estrasburgo a la derecha europea que la ultraderecha le está marcando el paso

Pedro Sánchez en el discurso en el Parlamento de Estrasburgo.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Ahora que Emmanuel Macron está en horas bajas –según los sondeos, en horas bajísimas–, Pedro Sánchez se presentó en el Parlamento Europeo con la intención de defender la causa europeísta a pocos meses de la celebración de las elecciones europeas. La Eurocámara, en esta ocasión reunida en Estrasburgo, está ya en modo preelectoral, con lo que no es raro que un jefe de Gobierno se presente aquí con la misma actitud.

En las últimas elecciones europeas, se batió el récord de abstención. Ahora se presenta otra versión de esa misma paradoja. Los políticos avisan de que las urnas dirimen cuestiones importantísimas para los ciudadanos y los votantes no muestran un entusiasmo muy alto por votar pensando en Europa.

“Se está librando una auténtica batalla en el terreno de las ideas. Involución frente a progreso”, dijo Sánchez en su discurso ante el pleno, una de las comparecencias con las que los jefes de Gobierno se presentan ante el legislativo europeo. No causó mucho interés desde el principio. Al comenzar el discurso, sólo estaban ocupados la mitad de los escaños y el hemiciclo no se llenó hasta que estaba muy avanzada su intervención.

Al igual que otros dirigentes socialdemócratas de la UE, el presidente del Gobierno dedicó gran parte de su atención a la amenaza de la extrema derecha y los ultranacionalistas que tienen muchas posibilidades de ser en mayo la fuerza más votada en varios países. 

Tras el pacto del PP con Vox en Andalucía, Sánchez tenía la oportunidad de trasladar a las instituciones europeas las críticas al partido de Pablo Casado. No la desaprovechó. “El orden del día de las derechas lo está marcando la ultraderecha”, dijo en el turno de réplica. “Me preocupa que la ultraderecha esté condicionando la línea política de partidos que hasta ahora defendían a la Unión Europea”, afirmó antes en el discurso en un intento nada sutil de acusar a los conservadores españoles de pactar con los mismos partidos que aspiran a acabar con la entente que mantienen en Bruselas conservadores, liberales y socialdemócratas.

La respuesta que recibió del Partido Popular Europeo también estaba preparada. Manfred Weber, conservador de Baviera y candidato del PPE a la presidencia de la Comisión, le dijo que su Gobierno “no podría existir sin el apoyo de la extrema izquierda y los separatistas”. Esteban González Pons, del PP, amplió la lista: “Los independentistas, los antiguos terroristas y la extrema extrema izquierda”. Repitió la palabra 'extrema' para que diera más miedo.

En el ámbito de la política europea y salvo terremoto electoral en mayo, todo esto son fuegos de artificio. Las tres grandes familias políticas tradicionales intentarán repetir un acuerdo que les permite contar con representación en la Comisión Europea. Un matrimonio de conveniencia que no les impide antes de las elecciones acusarse mutuamente de beneficiar a los enemigos de Europa.

Uno de los asuntos que la ultraderecha quiere poner en primera línea de fuego es la inmigración. Sánchez no rehuyó la cuestión. Lo llamó “el campo de batalla elegido por quienes ni creen ni creerán en Europa” en otro intento de advertir a la derecha para que se aparte de estos grupos. Es un empeño baldío, porque el PPE no ha tenido problemas en mantener en sus filas al partido del primer ministro húngaro, Viktor Orbán. 

Sobre este asunto, Manfred Weber elogió de forma sorprendente el muro “de cinco metros de altura” que se ha construido en la frontera de Bulgaria y Turquía. “Demuestra que se puede proteger las fronteras”, dijo y lo ofreció a Sánchez como ejemplo de cómo se debe defenderlas. No quedó claro si Weber quiere que España construya un muro en el Mediterráneo o si apuesta por un muro de esa altura rodeando Ceuta y Melilla.

Carteles de los presos catalanes

La cuestión de Cataluña ocupó un lugar relevante en el debate. En una decena de escaños, había carteles con imágenes de los políticos catalanes encarcelados. Sánchez tuvo que escuchar críticas duras por su situación, y no sólo de formaciones nacionalistas que miran con simpatía las reivindicaciones independentistas. Ska Keller –del Partido Verde alemán, el grupo en auge en ese país– recordó que hay políticos en la cárcel en España “por algo que no es delito en Bélgica y Alemania”. 

Sobre ese asunto, Sánchez prefirió no meterse en cuestiones jurídicas sobre la situación de los presos preventivos, algo que le reprochó duramente el PP. En la defensa de la posición del Gobierno, insistió en que los independentistas “no tienen la mayoría social” en Catalunya al no haber superado nunca el 48% de votos. Y recordó que, a diferencia de otros movimientos nacionalistas en Europa, las fuerzas independentistas catalanas no han acatado las decisiones judiciales.

El pleno y la rueda de prensa posterior sirvieron para que se hablara con una cierta amplitud de Catalunya en el legislativo europeo, lo que no ocurre con frecuencia en Bruselas y Estrasburgo, excepto en intervenciones muy breves. La presencia del presidente del Gobierno español lo convertía en inevitable. También hizo que aparecieran esos carteles en algunos escaños, que no molestaron al presidente de la Cámara, el conservador Antonio Tajani. 

Sánchez tuvo que ponerse a la defensiva, lo que no es extraño si te critican, aunque en el Parlamento español es más habitual responder a un ataque con otro ataque, y así sucesivamente. De hecho, es lo que más se celebra. Pero sobre las referencias a Oriol Junqueras y los demás presos, dio en la rueda de prensa un argumento que le hubiera sido más útil en el hemiciclo: “Un Gobierno no dicta sentencias en un Estado democrático”. 

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