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Las 'mochilas' de Soraya Sáenz de Santamaría: el fracaso con Catalunya y ser la mano derecha del presidente censurado por la corrupción

Soraya Sáenz de Santamaría, en el Congreso.

Andrés Gil

Soraya Sáenz de Santamaría era poco conocida cuando Mariano Rajoy la nombró portavoz parlamentaria. Era 2008 y suponía una renovación con el PP bronco de Eduardo Zaplana, de aquella oposición basada en la deslegitimación de la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero y en dar pábulo a la teoría de la conspiración con el 11M.

Sáenz de Santamaría, abogada del Estado licenciada primera de su promoción, estaba sentada en segunda fila y no había tenido un papel muy relevante entre 2004 y 2008, su primera legislatura como diputada –iba en el puesto 18 de la lista por Madrid–. Pero a partir de 2008 no dejó de crecer al lado de Mariano Rajoy, con quien venía colaborando desde 2000.

Rajoy le hizo portavoz del grupo parlamentario Popular y cuando ganó las elecciones de 2011, la nombró vicepresidenta, puesto que ha ocupado hasta la caída de Rajoy por una moción de censura alentada por la sentencia del caso Gürtel y la corrupción acumulada en el Partido Popular.

“No puede presentarse como renovación porque su carrera política ha estado ligada a Mariano Rajoy”, reconocen dentro del partido. Y así es: ella llegó con Rajoy y ha caído con Rajoy, el único presidente desalojado de Moncloa por una moción de censura; el único presidente que ha perdido el poder en mitad de su mandato por la corrupción. Y, Sáenz de Santamaría, estaba ahí, y a él le debe su carrera.

La exvicrepresidenta ocupó la portavocía del Gobierno en la primera legislatura de Rajoy, para abandonarla después por, según comunicó entonces el Ejecutivo, una misión más importante: la bautizada como operación Catalunya. Es decir, reconducir el problema territorial abierto con la Generalitat.

Pero, lejos de aquel propósito, las instituciones catalanas caminaron hacia la independencia hasta el punto de la declaración unilateral, respondida posteriormente por la intervención de la autonomía por primera vez en España y la destitución del Govern a través del artículo 155 de la Constitución. Si la encomienda de Sáenz de Santamaría era resolver el conflicto, lo cierto es que el conflicto de multiplicó exponencialmente.

Si Sáenz de Santamaría no puede presumir de renovación y ha fracasado en su principal cometido político, podría buscar asidero en la interna del Partido Popular. Pero ahí, en el partido, “no se come un colín”, en palabras de un viejo dirigente. Quizá por eso, se esforzó en presentarse rodeada de nombres propios el día que dio su paso adelante. José Luis Ayllón, Alfonso Alonso, Fátima Báñez, Íñigo de la Serna, Íñigo Méndez de Vigo, Juanma Moreno Bonilla, Álvaro Nadal y Enric Millo han expresado su apoyo.

En realidad, orgánicos, son el líder del PP vasco –Alonso– y andaluz –Moreno Bonilla–; y es significativo el apoyo de Millo, el delegado del Gobierno en Catalunya durante la intervención de la autonomía: sus principales apoyos estaban en el Consejo de Ministros. Pero también sus principales enemigos, como se está evidenciando con las palabras de José Manuel García-Margallo y el evidente enfrentamiento con la secretaria general, María Dolores de Cospedal.

De Sáenz de Santamaría también ha dependido la política del Gobierno en relación con los medios de comunicación y el reparto de licencias de televisión. Son conocidas sus gestiones con directores de medios –algunos han visto su mano detrás de nombramientos de personas, apuntalamientos y destituciones en los últimos años–, y parte de la derecha le ha criticado por dar el visto bueno a la fusión de Antena 3 y laSexta.

Con una política mediática discutida, una gestión de Catalunya fracasada, sin apoyos internos y mano derecha del primer presidente desalojado de Moncloa por la corrupción: las mochilas de Sáenz de Santamaría en su carrera por suceder a Mariano Rajoy.

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