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Verino afirma que “ni en la moda ni en el vino estoy para hacer el paseíllo triunfal”

Verino afirma que "ni en la moda ni en el vino estoy para hacer el paseíllo triunfal"

EFE

Madrid —

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El diseñador gallego Roberto Verino asegura robarle horas al sueño para atender su pasión menos conocida, la producción de vino Terra do Gargalo. “Ni en la moda ni en el vino”, advierte, está “para hacer el paseíllo triunfal, sino para implicarme en ambos proyectos”.

Así lo ha explicado Verino a Efe, en una entrevista en la que recuerda su entrada en Bodegas Gargalo, en la década de 1990, una empresa con la que ya logra una facturación de unos 500.000 euros.

“Al principio pensé, muy románticamente, que el reto de hacer un buen vino en Monterrei merecía mis desvelos, como si no tuviese bastante con los de la aguja y el hilo”, ha apuntado.

Fue su “pequeña locura”, casi podría decir que “de juventud, si no fuese porque ya había cumplido los cuarenta años”, en un momento de “especial euforia con las posibilidades que teníamos como país”.

Pensó que, con un poco de energía sustraída a su pasión por la moda, podría fabricar “un atractivo juguete”, si bien luego resultó que hacer un buen vino “es muchísimo más complicado de lo que me había imaginado”.

Pero, “en el vino, cuanto más sabes más quieres saber; cuanto mejor lo haces mejor lo quieres hacer todavía, y cuando empiezan los primeros reconocimientos, sólo quieres que éstos no cesen nunca”.

Inicialmente, fue un capricho para él, aunque enseguida se convirtió en una pasión y ha terminado siendo “un negocio”.

“Ya me gustaría a mí que me sobrase el dinero para no tener que pensar, como empresario, en la rentabilidad de todo esto, pero, aunque se tarda mucho tiempo en que la inversión retorne, ésta ha de hacerlo”, resume Verino.

“Supongo que habrá muchas personas que jueguen con el vino por una cuestión sólo de prestigio o de notoriedad, pero ése no ha sido nunca mi caso”, señala.

La bodega opta por hacer un vino de “enorme calidad” que quiere vender a “su justo precio”: “Esa ecuación es la que nos ha hecho empresarios del vino, porque, si no tienes mucho cuidado, puedes perder todo lo invertido, que no es sólo dinero, también es conocimiento, pasión personal y hasta desgaste de tu nombre”.

Verino aspira “a conseguir la excelencia” en la producción, “sin alterar la personalidad de los vinos de aquí, esas laderas del Gargalo que han terminado convirtiéndose en la etiqueta más reconocible de Verín”, señala.

Bodegas Gargalo produce actualmente 100.000 botellas, de las que 80.000 se quedan en España y el resto se exporta principalmente a Reino Unido, Bélgica, Holanda, Andorra, Colombia y Japón.

No obstante, ¿le ayuda al modisto su fama como diseñador internacional para abrir mercados para el producto?.

“Por supuesto que sí, pero de una manera demasiado sutil. El prestigio de tu marca comienza con un hándicap, deshacer el prejuicio de quienes antes de probar el vino pueden pensar que se trata sólo de una estrategia de márquetin”, responde.

Para él, la internacionalización es, para moda y vino, “con todo lo que la crisis nos ha enseñado, casi la solución definitiva”.

Una aventura exterior que sabe difícil: “A veces a uno le dan ganas de llorar cuando lee que en algunos mercados mundiales ni siquiera nuestro prodigioso Jerez es reconocido como vino español”.

A su juicio, vino y moda deben ser dos puntales de la marca España: “Los dos forman parte de nuestra cultura, las dos están en nuestro ADN y los dos deberían de subrayarnos como la potencia mundial que somos en sus respectivas especialidades”.

Sobre los puntos en común entre moda y vino, detalla que la mayor relación se basa “en la capacidad que ambos mundos tienen para absorber cualquier cantidad del concepto de calidad que quieras invertir en ellos. Ambos son inasequibles, admiten cuanto les des”.

Los dos son “muy frágiles”, pues todo el esfuerzo invertido en ellos “depende al final casi de un minúsculo golpe de gracia”; y ambos mundos son tan competitivos que “se han hecho sofisticados”.

Sin embargo, Verino huye de extravangancias en el diseño de las botellas de su vino, de cuidada elegancia clásica y, parafraseando a Oscar Wilde, afirma que “ser muy moderno es la mejor manera de pasarse enseguida de moda”, y exagerar los envases, un claro error.

El diseñador confía en las posibilidades que sus vinos tienen en el mercado y trabaja para llevarlos “a esas veinte tiendas y cien restaurantes donde creemos que debería estar desde hace más de diez años” y que, “por un problema de distribución que nada tiene que ver con la verdadera calidad del vino, no hemos conseguido aún”, concluye.

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