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Entre la amarga memoria y el duro presente

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Carlos Elordi

Los límites del PSOE

El eje del discurso de Pedro Sánchez en el debate de El País consistió en ensalzar los logros de los gobiernos socialistas, los de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Es un argumento sin duda poderoso para los votantes que no se han alejado del PSOE o para quienes no han roto definitivamente con ese partido. Pero una parte sustancial de ese electorado sí lo ha hecho. Los que no votaron a Rubalcaba en 2011 y optaron por la abstención aun sabiendo que eso reforzaba al PP. Y los que eligieron otras opciones en las municipales y autonómicas de mayo, en las que el PSOE cayó en prácticamente todas las circunscripciones, como lo había hecho meses antes en Andalucía. Para esa gente, y para la que ha podido sumársele desde entonces, la apelación a la memoria histórica del PSOE sirve de poco. La corrupción entre los socialistas, el recuerdo de los años finales de Zapatero –en los que, además de crecimiento masivo del paro, recortes y precarización del empleo, también hubo una sensación de desgobierno- pesa mucho más que las propuestas que ahora hace Pedro Sánchez.

Valoración de los líderes

Este capítulo que aparece en algunos sondeos y particularmente en el del CIS tiene cada vez menos significación, si es que la tenido alguna vez. De hecho, Rajoy ganó las elecciones de 2011 con una calificación que estaba casi tan por debajo de las de sus competidores como la que acaba de obtener ahora. Que Pedro Sánchez tenga una nota mucho mejor que la de Pablo Iglesias solo quiere decir que el líder del PSOE no les cae mal del todo a una parte de los electores del PP, de Ciudadanos, de otras fuerzas y hasta de Podemos. Aunque eso no suponga, ni mucho menos, que le vayan a votar. Y, asimismo, que Pablo Iglesias genera una gran animadversión entre los electores de otros partidos. Pero lo importante para él es que guste a los suyos y a otros que pueden serlo, y cuyo número los sondeos no explicitan. Similares consideraciones valen para Albert Rivera, que encabeza esta clasificación. Eso sí, lo que está claro es que Rajoy cae mal a cerca de un 70 % del electorado. ¿También a una parte del de el PP?

Precariedad y bienestar

Por mucho que se ensalcen los logros del Gobierno del PP, lo cierto es que el paro está sustancialmente en los mismos niveles que hace cuatro años. O sea, en torno a la dramática cifra de 5 millones. Y que una parte significativa de los empleados, y no sólo los peor pagados, cobra menos que en 2011. Siendo eso terrible, junto a las consiguientes tasas de pobreza, es peor aún que no se atisbe por parte alguna una auténtica dinámica de superación de esa situación. Y más de un experto cree que ese estado de cosas puede durar una década más. Frente a eso, millones de españoles –de las clases altas, de las medias e incluso de las que antes se llamaban bajas- mantienen la capacidad de gasto, y en su caso el bienestar económico, que disfrutaban antes de la crisis. Es obvio que la óptica política de este colectivo interclasista es muy distinta del de las víctimas de la crisis. Olvidar esa diferencia no es la mejor receta para ganar las elecciones.

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