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“Los austríacos primero” o cómo los ultras ganan apoyo en los barrios obreros

"Los austríacos primero" o cómo los ultras ganan apoyo en los barrios obreros

EFE

Viena —

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En Viena gobierna la socialdemocracia desde el final de la Segunda Guerra Mundial con un generoso programa de servicios sociales, pero la ultraderecha gana terreno en los barrios obreros con un mensaje sencillo: “Los austríacos primero”.

El país alpino afronta este domingo unas elecciones presidenciales cruciales que pueden convertir a Norbert Hofer, del ultranacionalista FPÖ, en el primer ultraderechista en ser jefe de Estado en un país de Europa Occidental.

Su inesperada victoria, con un 35 % de los votos, en la primera vuelta el pasado 24 de abril desató una crisis política y la renuncia del entonces jefe del Gobierno, el socialdemócrata Werner Faymann.

Para entender el avance del mensaje derechista hay que ir a Simmering, un populoso barrio de Viena plagado de calles dedicadas a héroes de la lucha obrera y viviendas de protección oficial.

Es un barrio más de Viena, salvo por un detalle: desde el pasado noviembre es el primero de la ciudad cuya concejalía de distrito está en manos del ultranacionalista Partido Liberal (FPÖ).

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, los buenos resultados de la ultraderecha se confirmaron en el barrio: el FPÖ obtuvo el 41 % de los votos, mientras que la socialdemocracia sólo el 16,5 %.

El FPÖ ha sido el más votado en todo el país entre los hombres jóvenes con estudios primarios o formación profesional, y entre los trabajadores manuales, según distintos estudios demoscópicos.

Frente al edificio de la municipalidad del barrio, Hermann, un pensionista de 72 años, confiesa que antes era votante socialdemócrata pero que ahora su partido es el FPÖ y espera que con su triunfo en las presidenciales “algo cambie de una vez”.

“Los socialdemócratas ya no son el partido de los trabajadores, son otra cosa, ya ni se les entiende cuando hablan”, declara a Efe.

Los mensajes contra la “inmigración económica” y a favor de la ley y el orden atraen incluso a extranjeros que ya tienen la nacionalidad austríaca y que temen que los 90.000 refugiados que llegaron en 2015, más del 1 % de la población, puedan quitarles el puesto de trabajo en un momento de aumento del desempleo.

Sabihe, una mujer de origen turco de 52 años que vive desde hace 13 en Austria, asegura que votará a Hofer, conocido por sus diatribas contra el islam, porque está de acuerdo con sus mensajes de cerrar las puertas a los refugiados.

“Primero se debe ayudar a los austríacos y a los que ya viven en Austria”, resume.

Simmering tiene una población de 93.500 personas, de los que el 35 % es de origen extranjero, lo que incluye tanto a los recién llegados como a austríacos de padres foráneos.

Sonja Bauernhofer, dirigente del FPÖ en el barrio, explica a Efe que su éxito se debe a la cercanía con los vecinos, “nunca dejamos un correo electrónico sin responder”, y destaca que tienen muchos apoyos y muy buena relación con “los inmigrantes integrados”.

Bauernhofer explica que su formación no tiene nada contra el islam como religión, pero sí con lo que supone como “sistema político”, y está en contra de que se creen sociedades paralelas.

“Hablamos con la gente de sus miedos, del paro, pero también de la pérdida de identidad”, afirma Bauernhofer.

“Hay que abordar los miedos de la gente, acallarlos no es una solución, como hacen los socialdemócratas o Los Verdes”, agrega.

Katharina Krammer, la joven viceconcejal del distrito, explica a Efe que el FPÖ tiene muchos apoyos entre inmigrantes que ya viven en Austria desde hace tiempo.

“Personas que hicieron un esfuerzo por aprender la lengua e integrarse, abrir un negocio y trabajar, y que ahora ven como a muchos refugiados e inmigrantes económicos se les da de todo”, sostiene.

“No podemos acoger a todos los refugiados, tiene que haber un límite. No hay trabajo para todos”, agrega.

Ambas políticas no se sienten representadas con la descripción que se hace del partido como ultraderechista o de derecha radical, que consideran injusta, y destacan que su formación ni es violenta ni se salta las leyes.

“Estamos orgullosos de nuestro país y queremos que a nuestra gente le vaya bien, eso no es ser radical de derechas”, asegura Krammar.

Para la politóloga de la Universidad de Viena Sylvia Kritzinger, el FPÖ sí es un partido ultraderechista si se valoran sus postulados sociales, aunque en el plano económico no es una formación convencional de derechas, a favor de medidas neoliberales.

“Ha habido cambios en la economía, la europeización, la globalización, y hay algunos grupos laborales que han sufrido más presiones, como aquellos que pueden ser deslocalizados a otros países, y que tienen una menor formación”, explica la experta.

“La socialdemocracia ha tenido pocas respuestas ante esta situación y el FPÖ ha visto la posibilidad de atraer a estos desorientados perdedores (de la globalización)”, indica.

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