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El cardenal peruano muestra su influencia al reunir a Kuczynski y a Fujimori

EFE

Lima —

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Conocido por sus constantes pronunciamientos sobre política interna, el cardenal peruano Juan Luis Cipriani demostró su gran influencia en el Perú al lograr el primer encuentro entre el presidente Pedro Pablo Kuczynski y la líder opositora Keiko Fujimori tras las elecciones de junio pasado.

Aunque Fujimori se mantuvo durante estos meses reacia a asistir a cualquier encuentro con el gobernante, cuyo triunfo en los comicios aceptó a regañadientes, ayer acudió sin dudar a la convocatoria que hizo Cipriani para intentar bajar la tensión al enfrentamiento político que se ha presentado en las últimas semanas en el país.

La influencia de Cipriani y de la religión Católica en general quedó demostrada por las imágenes difundidas por medios locales de la reunión, en las que se aprecia a Kuczynski y Fujimori juntos rezando de rodillas con Cipriani en la capilla de la casa del también arzobispo de Lima, donde tuvo lugar el encuentro.

Cipriani, quien es miembro del Opus Dei, tiene gran protagonismo mediático, al punto que conduce un programa radial en el que opina tanto de temas religiosos como de la coyuntura política y rechaza las políticas de control de la natalidad y enfoque de género, así como el aborto y la unión civil entre personas del mismo sexo.

Esta posición le ha generado críticas de organizaciones civiles y sociales, así como de la izquierda política, que le recuerdan su cercanía con el expresidente encarcelado Alberto Fujimori, el padre de Keiko, y que exigen la revisión de los acuerdos firmados por el Estado peruano con la Iglesia católica.

Nada de esto parece amilanar al también arzobispo de Lima, que ha tenido gran protagonismo desde los años en que fue obispo de Ayacucho, la región donde surgió el grupo terrorista Sendero Luminoso, en pleno conflicto interno.

Sus detractores lo acusan de haber mostrado poca empatía con los ciudadanos, en su mayoría campesinos quechuahablantes, que acudían con denuncias ante su despacho, así como el rechazo abierto que expresó a la labor de los organismos defensores de derechos humanos.

Antes de ser nombrado arzobispo de Lima y primado del Perú en 1999, Cipriani también fue mediador en la llamada “crisis de los rehenes”, que comenzó hace 20 años, el 17 de diciembre de 1996, en la residencia del embajador japonés en Lima.

Tras ser nombrado cardenal en 2001 por Juan Pablo II, Cipriani afianzó su protagonismo, aunque en junio pasado volvió al centro de la polémica tras declarar que en los medios de comunicación “muchas veces la mujer se pone como en un escaparate, provocando”.

Ante la oleada de críticas, Cipriani pidió perdón y calificó sus declaraciones de “desafortunadas”.

Desde la semana pasada retomó el primer plano, cuando ofreció su domicilio para un encuentro entre Kuczynski y Keiko, algo que muchos vieron como un intento de conciliación, pero otros consideraron una intromisión de la religión en terrenos políticos.

Uno de los mayores críticos fue el portavoz de la bancada gobernante en el Congreso, Carlos Bruce, quien mostró su desacuerdo con que el encuentro se diera fuera del Palacio de Gobierno.

Bruce, quien hasta ahora plantea sin éxito la aprobación de la unión civil, dijo que el cardenal no le merece respeto y “no es santo” de su devoción.

Sin embargo, compañeros de su bancada como Moisés Guía aseguraron que la opinión de Bruce era a título personal y la consideraron “una falta de respeto al cargo del cardenal y a la organización católica a la que pertenecen la mayoría de peruanos”.

En realidad, Guía estaba representando a un gran sector de la población peruana que no ve mal que las instituciones religiosas, encabezadas por la Iglesia católica, pero también organizaciones evangélicas, participen de manera activa en la política nacional.

Esto ha permitido que en los últimos años sean elegidos congresistas que representan a iglesias evangélicas, como el pastor Humberto Lay y el pastor Julio Rosas, quien considera que la homosexualidad es una enfermedad que se puede curar.

Sin embargo, ha sido Cipriani el que hoy ha mostrado nuevamente su influencia para intentar disminuir la crispación política que enfrentó el país en los últimos días, después de que el partido fujimorista Fuerza Popular, que domina el Congreso, censurara al ministro de Educación, Jaime Saavedra.

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