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La cinematografía asiática toma las pantallas romanas

La cinematografía asiática toma las pantallas romanas

EFE

Roma —

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El Festival de Roma se llenó hoy de cinematografía oriental con la presentación de la opera prima del rockero chino Cui Jian, el último trabajo del cineasta nipón Kiyoshi Kurosawa y con la entrega del Premio a la carrera a título póstumo al director ruso Aleksei German.

La encargada de abrir la jornada fue “Sebunsu kodo” (Código siete), el último trabajo de Kiyoshi Kurosawa, uno de los directores japoneses más influyentes, conocido sobre todo por sus películas de terror, que opta así al Marco Aurelio de oro.

En esta cinta, Kurosawa narra las peripecias policiacas de Akiko (Atsuko Maeda), una joven y débil mujer que emprenderá un viaje desde el puerto de Vladivostok (Rusia) hasta Tokio (Japón) con el fin de encontrar a un empresario con quien tuvo un encuentro en el pasado.

En Tokio y con un ritmo lento, Akiko consigue encontrar a este empresario, quien la recomienda no fiarse de nadie en tierra extranjera. Sin embargo, la muerte del empresario cambiará para siempre el carácter de Akiko, desde entonces más combativa y despiadada.

“Me interesan las mujeres que aparentemente son mucho más débiles que los hombres, pero que, en circunstancias complicadas, son capaces de ganarles en coraje”, aseguró Kurosawa durante la rueda de prensa.

La otra película oriental que compite para llevarse el Marco Aurelio de Oro y que se proyectó hoy en Roma fue “Blue sky bones” (Huesos azul cielo), la opera prima del considerado padre de la música rock en China, Cui Jian.

Se trata de una cinta musical que transcurre en una brecha temporal que separa el presente de un pasado reciente, el de la Revolución Cultural China en la década de 1960.

En aquel Pekín comunista, una mujer (Ni Hongjie) es condenada a trabajos forzados por ser la autora de una canción subversiva, “La estación perdida”.

En la prisión se enamora de un hombre con el que se casa y tiene un hijo, Zhong Hua, con el que abandonará el país al descubrir que su marido en realidad es un espía. Con el paso del tiempo, Zhong Hua se convierte en un pirata informático en busca de la verdad de la vida de sus padres.

Un trabajo acogido fríamente por la crítica romana, que, a la salida del estreno, afirmaba no comprender del todo la trama.

El director chino aseguró en rueda de prensa que “esa sensación (la incomprensión) no tiene por qué ser algo negativa”, puesto que, según él, “los chinos muchas veces no han comprendido lo que los artistas occidentales han querido expresar con sus obras”.

Con imágenes frías y una cuidada banda sonora, “Blue sky bones” reflexiona sobre el efecto que el paso del tiempo ha tenido en China.

“Hoy es posible grabar una película como lo he hecho yo, pero muchos jóvenes temen afrontar este tipo de retos. Creo en el poder del cine para reducir a cero la grieta que aún separa Oriente de Occidente”, aseguró Jian.

Cui Jian es todo un ídolo en el gigante asiático, ya que, con sus letras, alentó, entre otras, la protesta de los estudiantes en la plaza de Tiananmen en 1989.

Por último, el jurado del certamen entregó el Premio a la carrera al cineasta ruso Aleksei German, ganador del León de Oro en la Mostra de Venecia de 2008 por “Soldados de papel” y fallecido el pasado febrero, un homenaje que, por primera vez en los certámenes europeos, se concede a título póstumo.

El reconocimiento se completó con la proyección de su última cinta, “Es difícil ser un dios”, una historia de ciencia ficción que escenifica la llegada de unos científicos al planeta Arkanar para ayudar a la civilización local, medieval y envuelta en genocidios y persecuciones, ante las cuales los “dioses” visitantes no pueden hacer nada.

“La cinta alude a las consecuencias que surgen al tratar de moldear una sociedad”, explicó la viuda, Svetlana Karmalita, presente en Roma para recoger el premio.

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