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Un comedor social sirve el único plato diario en la zona más pobre de Saná

Un comedor social sirve el único plato diario en la zona más pobre de Saná

EFE

Saná —

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Jaled al Mutrib, un exempleado de banco de 35 años, no podía imaginar que tendría que hacer cola junto a docenas de hombres, mujeres y niños a las puertas de un comedor de caridad, que para muchos yemeníes afectados por el conflicto es la única forma de asegurarse una comida caliente al día.

Al Mutrib trabajaba en la capital yemení cuando en 2014 comenzó el conflicto y desde entonces busca trabajo para mantener a su familia de seis miembros, pero hasta hoy sigue desempleado.

Ahora, en la esquina de la calle donde reside, en el céntrico barrio de Masik, considerada la zona más pobre de Saná, donde el hambre causa más estragos, hace cola a la puerta de una “cocina de caridad” con su hija de 5 años en brazos para que su familia no pase hambre.

Niños, mujeres y ancianos esperan pacientemente bajo el sol, con una bolsa de plástico en la mano, para obtener un plato de arroz con verduras cocidas y pan, el menú que sirve el comedor a diario.

Después de casi una hora en la cola, empieza a llegar el olor de la comida y, con ese aroma, olvidan el calor y el tiempo de espera.

“Esta cocina cubre parte de nuestras necesidades alimentarias. Dividimos el arroz en dos platos”, explica a Efe Al Mutrib, al asegurar que sin la cocina, él y su familia no tendrían ningún sustento.

Cientos de familias encuentran aquí un refugio y su único alimento diario en medio de la incapacidad de las autoridades y de organismos internacionales para atender a una población que, según la ONU, sufre la amenaza de hambruna más grave del mundo.

La cocina se estableció como una iniciativa de jóvenes yemeníes con la ayuda de donantes de Suiza y suministra a diario arroz, verduras cocidas y pan a más de 1.100 familias.

En medio de la muchedumbre, en la que hay profesores, vendedores y policías, Mohamed Ali Hamid, un excombatiente de 35 años con la pierna derecha mutilada, espera su plato apoyado sobre dos muletas.

Hamid quedó herido cuando combatía en las filas de los rebeldes hutíes hace cinco meses y ahora le es imposible encontrar trabajo, por lo que no puede mantener a su familia, de 4 personas.

“No he encontrado trabajo para mantener a mi familia porque tengo una discapacidad. Espero que cesen las hostilidades y que Dios reunifique a los yemeníes”, comenta.

Según datos de la ONU, 17,8 millones de personas sufren inseguridad alimentaria en el país, de las que 11,3 millones necesitan ayuda urgente para no perecer.

Muchos funcionarios y militares no cobran salario hace meses en la zona controlada por los hutíes y el 55 % de los trabajadores del sector privado se quedaron desempleados por el conflicto y el estancamiento de la economía, según la ONU.

Adi al Bahri, un exoficial del Ejército de 40 años desempleado, relata: “tengo una familia de 8 personas y desde hace dos meses como el plato del día aquí”.

“Todo porque los políticos comercian con almas y armas, pero Dios, el día del juicio final, hará que rindan cuentas por lo que nos esta pasando y por los muertos”, agrega a Efe antes de concluir indignado: “antes vivíamos mejor”.

El soldado retirado Abdala Hamud, de 70 años, con la daga tradicional yemení a la cintura, también se queja de su suerte, sentado junto a la puerta del comedor.

“No necesitábamos ayuda, pero la guerra nos ha convertido en esto, llegaremos a la hambruna”, dice Hamud, con 8 familiares a su cargo.

Los promotores del proyecto consideran que el suministro de alimentos cocinados para los necesitados es más útil que el suministro de materias primas debido a la escasez de gas para cocinar y su alto precio cuando está disponible.

El director de la ONG responsable, Yemen 30, Adnan Mohamed Shaban, lamenta que no pueden dar comida a todos los necesitados.

Además de atender en el comedor, reparte 200 platos diarios en las casas de personas que no pueden salir a la calle o guardar las largas colas.

“Un plato no es suficiente, pero cubre un tercio de las necesidades diarias de los beneficiarios”, dice a Efe antes de explicar que el “proyecto se ha lanzado en el barrio Masik de Saná, porque es la zona donde la pobreza es más extrema”.

El proyecto tiene fondos para seguir funcionando durante tres meses, según Shaban, que subrayó que no reciben ayudas ni de la ONU, ni de ninguna organización internacional, sólo donaciones recogidas en Suiza.

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