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Confesión del sacerdote español, única certeza hasta ahora en el “Vatileaks2”

Confesión del sacerdote español, única certeza hasta ahora en el "Vatileaks2"

EFE

Ciudad del Vaticano —

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El proceso por filtración y publicación de documentos vaticanos reservados terminó hoy la fase de interrogatorio de los cinco imputados con sólo una certeza: la confesión del sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda.

Ha quedado clara la posición de los dos periodistas imputados, Gianluigi Nuzzi (que declaró hoy) y Emiliano Fittipaldi, sobre su derecho a informar -con la publicación de sendos libros- de hechos que consideraban relevantes.

Pero la insistencia de la acusación y del mismo presidente del Tribunal, Giuseppe della Torre, sobre el carácter reservado, e incluso de que fueran “secretos de Estado”, de estos documentos podría ser un problema a la hora de dictar sentencia.

El próximo 26 de abril comenzarán a ser interrogados los más de 20 testigos llamados a declarar, por lo que todo indica que puede llevar aún varios meses hasta que se conozca una sentencia.

Desde que comenzó el proceso el 24 de noviembre pocas cosas han quedado claras de las declaraciones de los imputados, con numerosas acusaciones cruzadas entre ellos y hechos que han permanecido reservados por salvaguardar “el secreto pontificio” o el “secreto profesional”.

El único que desde que el 24 de noviembre comenzó el juicio ha confesado los delitos que se le imputan, el de filtración de documentos de carácter secreto para un Estado, ha sido Vallejo Valda, el secretario coordinador de la poderosa y extinta Comisión investigadora de los organismos económicos y administrativos de la Santa Sede (COSEA), instituida por el papa para que analizase el estado de las finanzas vaticanas.

El religioso, que permanece detenido, confesó que había pasado 85 contraseñas al periodista Nuzzi para poder acceder a estos documentos que él conservaba en su correo electrónico.

Pero junto a su abogada, Emanuela Bellardini, Vallejo Balda ha mantenido siempre que todo ello lo hizo por las supuestas presiones o incluso amenazas que llegaban por parte de la otra imputada, la ex relaciones públicas y miembro de la COSEA, Francesca Chaouqui.

“Entregar estos documentos era un modo de pagar por mi libertad. Evidentemente antes de conocer a los periodistas no me habría venido a la mente nada de esto”, declaró el sacerdote riojano durante su interrogatorio.

Amenazas que Chaouqui, que se sienta en el banquillo embarazada de casi 8 meses, ha negado siempre, así como las acusaciones también a ella de haber filtrado documentos a los periodistas.

En ninguno de los interrogatorios han surgido pruebas evidentes de que la ex miembro de COSEA hubiese filtrado documentos.

Eso sí, un mensaje de whatsapp de agosto de 2015 en el que Chaouqui escribía a Vallejo Balda y le decía: “Te destrozo en los medios de comunicación” resonó con fuerza y en varias ocasiones en la pequeña sala del tribunal pontificio.

“Si esto no es una amenaza...”, aseguraba Vallejo Balda, mientras que Nuzzi indicaba que era el mensaje de una persona “bipolar” y la calificaba de “poco fiable y que causaba muchos problemas”.

No se sabe cómo podrán contribuir a una sentencia detalles que surgieron en los interrogatorios como la supuesta noche en Florencia en la que Vallejo Balda asegura tuvo relaciones sexuales con Chaouqui y que esta negó y aseguró que se trató de una velada en la que el sacerdote le desveló “cosas que le atormentaban de su esfera sexual”.

Quien también negó con fuerza el haber sustraído documentos - incluso gritando:“¡Nunca!”- fue el secretario de Cosea, Nicola Maio, imputado también por los mismos delitos.

Tanto Maio como Chaouqui se ampararon en el “secreto pontificio”, que les hicieron jurar cuando empezaron a trabajar en COSEA, para no contar un “hecho gravísimo” que hizo “que se rompieran” las relaciones dentro de esta comisión, aseguró la ex relaciones públicas.

Mientras que Fittipaldi aludió al secreto profesional para no revelar el contenido de su conversación con Vallejo Balda y otras fuentes que colaboraron en la redacción de su libro, “Avaricia”.

Por su parte Nuzzi admitió que recibió las contraseñas del sacerdote español e incluso le definió como “un editor” del libro “Vía Crucis” ya que le podía aclarar cualquier duda que surgía mientas lo escribía.

Ahora la palabra pasará a los testigos, y entre ellos cabe destacar que se sentará en una silla ante el tribunal el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, y el cardenal español Santos Abril y Castello, que es presidente de la Comisión Cardenalicia de vigilancia del IOR (banco vaticano).

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