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La debacle de Madrid aboca a una catarsis del “sanchismo”

La debacle de Madrid aboca a una catarsis del "sanchismo"
Madrid —

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Madrid, 4 may (EFE).- “Esto de Madrid es una situación muy particular. Lo que se respira en otras partes de España nada tiene que ver con lo que sucede en Madrid”.

Esas frases en charla informal de un destacado miembro socialista del Gobierno días antes de que los madrileños depositaran su voto este 4 de mayo, parecían poner una venda antes de la herida y avanzar el argumentario al que Ferraz y Moncloa van a encomendarse durante algún tiempo.

Su opinión y su esperanza es que el incontestable resultado conseguido por Isabel Díaz Ayuso no es extrapolable a lo que ocurriría si el PSOE y el PP se tuvieran que ver ahora mismo las caras en las urnas de toda España.

Puede ser verdad, pero también que no eran unas elecciones autonómicas más y que tenían un simbolismo especial.

La derrota socialista en la comunidad madrileña, con el peor resultado histórico del partido en este feudo, sorpasso en votos de Más Madrid incluido, supone el primer revés electoral serio para el PSOE desde que Pedro Sánchez asumió sus riendas y, sin duda, un punto de inflexión.

El “sanchismo” está obligado a una catarsis, a reinventarse, renovarse, actualizarse o dar un giro en el sentido que entienda que le pueda ser más propicio tras el fracaso de sus mensajes en la contienda madrileña.

BANDAZOS EN LA ESTRATEGIA

No han ayudado precisamente algunos bandazos en esos mensajes, como la promesa inicial de Ángel Gabilondo de no pactar con “este Iglesias” que se convirtió después en un guiño de colaboración al hasta ahora líder de Unidas Podemos trasladándole que tenían 12 días para ganar las elecciones.

Al socialismo le toca digerir, analizar y actuar. Pero no sólo por el golpe sufrido este 4 de mayo, sino también por los pasos en falso dados con las mociones de censura en Murcia y Castilla y León, un movimiento que precipitó la convocatoria electoral cuyo resultado ha sido un aldabonazo en medio de la legislatura.

Sánchez tiene el poder que le otorga el ser el inquilino de la Moncloa para reaccionar ante esta situación, pero tiene también la oportunidad de intentar insuflar aire al partido en una serie de citas decisivas para el PSOE.

La primera de ellas ya tiene fecha: Del 15 al 17 de octubre ha convocado el 40 Congreso Federal del partido en Valencia.

Después, y antes de que acabe el año, vendrán los congresos en cada una de las federaciones, y ahí le esperan batallas como la que Susana Díaz está dispuesta a librar para mantener el liderazgo socialista en Andalucía frente a la pretensión de Ferraz de relevarla.

En el socialismo madrileño no había duda de que, pasara lo que pasara el 4 de mayo, la renovación estaba servida. No había nombre para encabezarla, y el malísimo resultado abona aún más las dudas.

Antes de que en Madrid hablaran los votos, Sánchez ya había avanzado que ante esa etapa de congresos, toca actualizar programa y equipos, pero los resultados abren la puerta a que puedan ser aún más profundos de lo previsto inicialmente.

¿Sólo en Ferraz y en las federaciones o también en el Gobierno? El presidente se ha limitado a meros retoques tras las salidas de Salvador Illa y Pablo Iglesias, pero ahora ha de calibrar si es oportuna una remodelación más amplia para coger impulso ante la nueva etapa.

TIEMPO PARA REARMARSE

Una etapa que se aborda con Iglesias fuera del Ejecutivo y fuera de la política, tal y como ha anunciado esta noche electoral.

Pero Unidas Podemos, que ha quedado en quinta posición en las preferencias de los madrileños, sigue siendo el socio de coalición del PSOE y eso puede alimentar las voces críticas que en este partido la consideran un lastre. Pero un lastre que el juego de mayorías hace casi inevitable para seguir gobernando.

Se abre un tiempo en el que, con Ciudadanos evaporándose, los socialistas deben repensar también cómo intentar atraer a los que fueron votantes de este partido después de que en Madrid le hayan dado claramente la espalda.

El PSOE necesita tiempo para todo ello, para rearmarse. Por eso difícilmente Sánchez puede plantearse ahora un adelanto electoral como el que el PP le exigirá tras el batacazo madrileño.

Era un golpe que los socialistas asumían como previsible aunque seguían aferrados a la esperanza de que hubiera partido con una movilización masiva que confirmara los datos de una de las pocas encuestas que daba opciones a la izquierda, la del CIS. Ha habido aluvión de votos, pero no para el PSOE.

La presencia menguante del presidente en los actos de Gabilondo (sólo tres en campaña) era elocuente de lo que se avecinaba. Se pretendía evitar en la medida de lo posible que se personalizara en él la derrota aunque fueran Moncloa e Iván Redondo quienes movían los hilos de la candidatura y la estrategia de Gabilondo.

No surtieron efecto las llamadas de Sánchez al cambio tras 26 años de gobiernos del PP en Madrid ni en las que alertó del peligro de votar a Vox, de dar alas a la sombra del fascismo.

Ahora ha de confiar en que los ciudadanos perciban los beneficios de un 2021 que, tal y como repite casi en cada acto en el que interviene, va a ser el año de la vacunación y de la recuperación económica.

También puede ser el del inicio de una fase distinta del “sanchismo”. Un nuevo capítulo por escribir de su “Manual de Resistencia”.

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