El PP no oculta su temor a una huida de votos hacia Vox en la primera cita de Casado con las urnas
Un partido que sacó el 0,2% en las últimas elecciones generales de 2016 está condicionando la campaña en Andalucía del partido que fue el más votado en toda España. El mismo partido que obtuvo el 0,4% en las últimas elecciones andaluzas ha obligado al partido que llegó al 26,7% a cambiar su estrategia.
El primero es Vox y el segundo es el Partido Popular. El fin del bipartidismo en los comicios de 2015 y 2016 ha alterado muchas cosas en el sistema político español, pero no se había llegado al extremo de que un partido extraparlamentario tuviera tal influencia en una fuerza implantada en toda España como el PP.
El PP dice haber recuperado con su nuevo líder, Pablo Casado, la pancarta del 'sin complejos' que tanto gustaba a José María Aznar. Llama la atención que ahora se sienta tan acomplejado ante el ascenso –que nada tiene que ver con la irrupción de Podemos y Ciudadanos hace unos años– de un grupo de extrema derecha que cuenta con un líder al que el propio Partido Popular tuvo que buscarle un puesto con sueldo.
Cuando AfD alcanzó ese grado de influencia en Alemania, al menos había llegado antes al 10% en varias elecciones regionales. La Liga podía recordar su época de Liga Norte, cuando había formado parte de los Gobiernos de Berlusconi. El Frente Nacional francés ya había alcanzado años atrás la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
Vox sólo ha necesitado un mitin en Madrid y algunas encuestas para meter miedo al Partido Popular. Se podría añadir el temor de Casado y sus colaboradores más cercanos a que unos malos resultados en las elecciones andaluzas –su primer contacto con las urnas desde que ganó las primarias del PP– y en las autonómicas y locales de primavera no le permitan ni siquiera competir en unas generales.
La ofensiva del PP sobre la inmigración y contra el Estado de las autonomías tiene una relación directa con la amenaza electoral de la extrema derecha. El PP cree que ha parado la fuga de votos hacia Ciudadanos, pero no así en el caso de Vox, según ABC. Fuentes del partido la llegan a calificar de “sangría”.
Para conjurar ese problema, el PP no ha dudado en lanzar mensajes habituales en la extrema derecha europea o en partidos conservadores que temen a las urnas y deciden radicalizar sus propuestas. Casado dijo que sólo quiere a los inmigrantes que respeten “las costumbres occidentales”, una reclamación que también hizo en su momento Nicolas Sarkozy cuando intentaba ser reelegido, lo que no consiguió, sin que nunca quedara muy claro cómo se quería aplicar esa exigencia.
Para apoyar a su jefe, Javier Maroto se ha referido a “las personas que vengan a nuestro país a vivir de las ayudas sociales”, una denuncia que hizo en el Ayuntamiento de Vitoria y que provocó que las demás fuerzas políticas se unieran para impedir que fuera reelegido como alcalde en rechazo a lo que consideraban políticas racistas y xenófobas.
Esta imputación también es habitual entre los ultras europeos con la intención de que las clases populares comiencen a enfrentarse a los inmigrantes sin papeles.
Mano dura contra las autonomías
Casado también se ha lanzado contra el Estado de las autonomías, un elemento integral de la Constitución española, que en este punto parece que no es necesario defender desde su partido. El PP pretende que el Gobierno central recupere competencias de educación, sanidad y justicia.
La Constitución no contempla ningún mecanismo jurídico que permita esta contrarreforma centralista. La apelación al artículo 149.1 de la Carta Magna para que ampare una ley de este corte acabaría siendo recurrida en los tribunales y podría ser interpretada como una reforma de la Constitución por la puerta de atrás.
El PP había destacado que era su defensa del Estado de las autonomías la que le distinguía de Vox. La diferencia queda un tanto diluida si Casado apuesta por arrebatar competencias a las comunidades autónomas.
El presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, ya ha anunciado que está en contra de una reforma de esas características. No será el único presidente autonómico del PP que no esté dispuesto a seguir por ese camino. Y no sería muy inteligente presentarse a las elecciones autonómicas de mayo con esa bandera.
Maroto ha intentado desprestigiar la figura del líder de Vox, aunque de forma extraña porque lo ha hecho de forma que implica a su propio partido: “De Santiago Abascal lo único que sé es que lleva toda la vida cobrando de la teta de las comunidades autónomas”, ha dicho en entrevista con Huffington Post. Fue el Gobierno madrileño de Esperanza Aguirre el que le concedió un sueldo con fondos públicos. Y en cuanto a llevar mucho tiempo cobrando de la política, Maroto se inició en ella como concejal en 1999 cuando tenía 27 años.
El PP tiene tanto cuidado en no ofender a sus votantes que estarán pensando apostar por Vox en las andaluzas que no se atreve a utilizar las palabras 'extrema derecha'. Maroto juega sobre seguro y emplea el concepto de 'populismo', que es la elección más fácil en estas circunstancias.