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Elecciones en Israel: En una palabra, apatía

EFE/EPA/GALI TIBBON / Archivo

EFE

Jerusalén —

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“En una palabra: Apatía”, resumía el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén Reuven Razan, captando a la perfección el clima de hastío político que se vive en Israel ante las terceras elecciones en once meses.

Los ciudadanos acuden a las urnas nuevamente hastiados, desgastados, cansados de promesas electorales y, sobre todo, de la suciedad y acusaciones cruzadas que han abundado en esta última campaña.

Apenas se ven carteles electorales en muchos barrios, nadie habla de los comicios si no es para quejarse de ellos, y una parte importante de la población está convencida de que no servirán para nada, ya que sabe que es posible que la ineficacia de los políticos les obligue a acudir a las urnas una cuarta vez.

El hartazgo se hace patente cuando a algún ciudadano le suena el móvil y se apresura a cogerlo solo para escuchar al otro lado una grabación de alguno de los candidatos pidiendo el voto, una invasiva fórmula publicitaria permitida en el país.

Las encuestas arrojan resultados muy similares a los de las dos citas anteriores que, sumado a la inflexibilidad de las formaciones para pactar unas con otras, podría resultar en la continuidad del bloqueo político que mantiene al país con un Ejecutivo en funciones desde hace más de un año.

Las noticias sobre el coronavirus copan las portadas y las conversaciones y comentarios sobre política están en un segundo plano, algo inaudito a un día del voto.

La suciedad y golpes bajos que se han apropiado de la campaña en la recta final no han ayudado a motivar al electorado, con formaciones intercambiando acusaciones e insultos y escasa mención a las cuestiones que realmente les interesan.

Así, desde el lado a favor del Likud de Benjamín Netanyahu se han agitado las posibles irregularidades en una compañía en la que participaba su rival, Beny Gantz (un caso en el que este no está acusado) y se ha difundido una grabación de uno de sus asesores citando a una diputada de su partido, Azul y Blanco, que supuestamente llamó a Gantz “estúpido, perdedor que no debe ser primer ministro y que no tiene valor para atacar a Irán”.

Un medio simpatizante ha asegurado que la Inteligencia iraní había hackeado el móvil de Gantz y tendría en su poder un vídeo que este envió a una supuesta amante en el que aparecía desnudo y masturbándose. Esto con la intención de probar que está atado de manos y puede ser chantajeado por Teherán, unos rumores que el entorno de Netanyahu ha alimentado, con su hijo Yair al frente.

Este también ha golpeado al tercero de Azul y Blanco, el exjefe del Estado Mayor Gaby Ashkenazi, al que acusa de no estar preparado para ser ministro de Defensa, de lo que este se ha defendido asegurando públicamente que el propio Netanyahu le ofreció ese puesto recientemente.

Gantz, habitualmente tranquilo pero en el que han hecho mella en los últimos días las acusaciones personales directas, ha calificado a Netanyahu de “estar obsesionado con evadir la justicia, mentir, embarrar, incitar, dividir” y de “envenenar a Israel”. Afirma también que recibió irregularmente cuatro millones de euros en una compra de submarinos y dice que los israelíes solo tienen dos opciones: “Azul y Blanco o Erdogan”, comparando al primer ministro con el islamista presidente turco.

Medios han informado de que seguidores de un partido habrían difundido rumores en localidades con amplio voto a su rival de que hay casos de coronavirus en su zona, para fomentar la abstención mañana.

El derechista Avigdor Lieberman, que tiene muchas papeletas de volver a ser determinante en las negociaciones de coalición, no se ha quedado atrás, utilizando el popular apodo de Netanyahu, Bibi, para referirse a él como “Ali Bibi”, en vez de Ali Baba, en clara referencia a las acusaciones de corrupción y poniéndole al nivel de líder de los cuarenta ladrones.

La elegancia y el respeto han brillado por su ausencia en el camino hacia esta tercera, pesada cita electoral, probablemente abundando en el desgaste con el que ya cargan los votantes y llevando al país, como decía el profesor Razan, en una palabra, a la apatía.

Ana Cárdenes

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