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Un español en Burkina Faso dice que protestas fueron “un momento de locura”

El Ejército asegura que hay avances "significativos" para nombrar a un líder civil

EFE

Nairobi —

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Félix Pérez Ruiz de Valbuena, un español que dirige una biblioteca en Burkina Faso, relató hoy a Efe que las protestas que provocaron la dimisión de Blaise Compaoré como presidente del país y han iniciado una transición política fueron “un momento de locura”, en el que incluso se vio amenazado.

Este empresario del sector educativo dejó un puesto de alta responsabilidad para empezar una nueva vida en Ouahigouya, la cuarta ciudad más poblada de Burkina Faso, donde en 2009 creó una biblioteca para que los burkineses se acercaran a los libros digitales y la cultura.

Aunque vive a casi 200 kilómetros al norte de Uagadugú, capital del país y epicentro de las multitudinarias manifestaciones que derrocaron a Compaoré, el español fue testigo de las protestas, protagonizadas en su mayoría por jóvenes que “querían soltar su rabia, les daba igual morir”.

En Ouahigouya, hace una semana, la situación en las calles también “estaba descontrolada”, recuerda Félix en una entrevista telefónica con Efe.

“Fue un momento de locura” en el país, donde después de que los manifestantes asaltaran la Asamblea Nacional y le prendieran fuego, la situación se repitió en otras ciudades, incluida Ouahigouya, donde también se quemaron muchas casas y comercios.

A Félix le avisaron que era posible que la Biblioteca Olvido Ruiz de Valbuena, bautizada así en honor a su madre y uno de los centros de enseñanza y tecnología más modernos de África Occidental, fuera saqueada.

El español y otros de sus empleados tuvieron que salir huyendo de la institución con ordenadores y otros objetos de valor, y refugiarse en su casa.

Finalmente, la biblioteca no fue atacada, pero la multitud sí que quemó la casa del alcalde, miembro de un partido político que apoyaba a Compaoré. Tres personas murieron abrasadas en el incendio.

Aunque al principio la manifestación contra Compaoré era organizada, “con pancartas y todo eso”, en los siguientes días “la gente se descontroló, como en muchas otras protestas”.

En una ocasión, en la que Félix salió a la calle para hacer unas cuantas fotos durante las protestas, un hombre amenazó con matarlo con un garrote, pero otros burkineses lo defendieron.

La policía local no impidió los saqueos en su momento, pero cuando la situación “se desquició”, el Ejército tuvo que tomar el control “para garantizar la seguridad en las calles”, explica.

En Burkina Faso viven unos cuarenta españoles, a los que la embajada española les recomendó mantenerse en sus casas, sin considerar necesaria la evacuación general pese a la situación convulsa.

No obstante, ocho trabajadores contratados por una empresa de Granada en un proyecto internacional de extracción de manganeso, seis de ellos españoles, que permanecían refugiados cerca de una mina de Tambao (en el norte del país), sí fueron evacuados a Costa de Marfil.

Félix asegura que el país ahora está tranquilo, los colegios han vuelto a abrir y poco a poco la gente sigue adelante con su vida.

Burkina Faso es uno de los países más pobres del continente africano, y mucha gente aprovechó las protestas para asaltar tanto almacenes de alimentos básicos gestionados por el Gobierno como comercios o edificios residenciales.

Sin embargo, aclara Félix, Burkina Faso es “un país bastante tranquilo” en África: la prensa local cifra los muertos en una decena, una cantidad muy inferior a otras revoluciones africanas.

El actual jefe de Estado del país, el teniente coronel Isaac Zida, mostró ayer su “optimismo” tras las primeras negociaciones para establecer un Gobierno civil de transición y aseguró que se hicieron avances “significativos” hacia el nombramiento de un nuevo líder civil.

Por el contrario, Félix no es muy optimista, ya que considera que, al final, se nombre a quien se nombre “será una marioneta en manos de los militares”.

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