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Hay esperanza en la frontera para los nuevos indios y bangladesíes

Hay esperanza en la frontera para los nuevos indios y bangladesíes

EFE

Bashkata (India) —

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Para las miles de personas atrapadas en enclaves indios en Bangladesh, el futuro que abre la reciente ratificación del pacto bilateral fronterizo solo puede mejorar sus vidas, después de décadas de desatención en islas de alegalidad.

Un pequeño poste de cemento alzado por los británicos al calor de la partición del subcontinente indio, en 1947, muestra uno de los vértices de Bashkata, un enclave de la India situado en Lalmonirhat, el distrito bangladesí con mayor número de parcelas del país vecino.

Lejos del poste, solo los lugareños saben donde empiezan y terminan las enrevesadas soberanías de dos naciones que acaban de decidir canjear 162 enclaves habitados por 52.000 personas en suelo ajeno y otros territorios con 130 kilómetros cuadrados de extensión.

Firmado en 1974, el acuerdo bilateral quedó enterrado por desencuentros diplomáticos hasta 2011, cuando los gobiernos lo revalidaron. Y a principios de este mes el Parlamento indio aprobó una enmienda constitucional para aplicarlo.

La reforma abre la puerta a deshacer un enredo histórico con origen en decisiones de terratenientes que ha permitido que en los países haya verdaderas matrioskas territoriales.

El homogéneo paisaje de Bashkata y sus alrededores, con verdes arrozales y maizales, cabezas de ganado, árboles frutales, estanques, riachuelos y senderos de tierra no ofrece pistas significativas sobre la existencia de soberanías distintas.

Nadie controla el flujo de movimientos en la zona, algo que no sintoniza con la situación en la larga frontera común, una de las más peligrosas y custodiadas del planeta.

Desde los años 80 del pasado siglo la India ha erigido en torno a ella unos 3.000 kilómetros de verja para controlar el contrabando y la inmigración, aislando completamente a sus ciudadanos exiliados en Bangladesh, que antes podían cruzar fácilmente a pie o por río.

“En los últimos cuatro años quizás hemos recibido tres veces la visita de funcionarios indios. Vinieron a recoger opiniones y hacer un recuento de población y luego se marcharon”, sostiene a Efe el septuagenario Ansar Ali.

Líder de una comunidad con 600 casas de bambú y metal y un millar de habitantes dedicados a la labranza, Ali enseña la estructura de cañas que próximamente sostendrá una escuela.

El centro, asegura, será construido con los esfuerzos de la gente de Bashkata, un lugar “abandonado” pese a que ha visto nacer a ilustres personajes como la madre del dictador bangladesí Ershad.

“Aquí no hay carreteras, ni electricidad ni clínicas ni prácticamente nada; no hemos tenido acceso a justicia, ni ayuda de organizaciones no gubernamentales; para que nuestros hijos fueran a la escuela teníamos que falsificar empadronamientos en Bangladesh, así que al final decidimos levantar nosotros mismos un colegio”, explicó.

A su lado, algunas mujeres lamentan la muerte de varias madres en partos que no contaron con asistencia profesional.

“Para nosotros la India no significa gran cosa. Nunca hemos estado y ni siquiera tenemos carné de identidad o pasaporte indio. Creo que la mayoría optará por permanecer en Bangladesh”, subrayó el anciano líder de la comunidad.

Así piensan también gran parte de los 12.000 habitantes del enclave indio más poblado en suelo bangladesí, Dashiar Chhara, ubicado en el distrito vecino de Kurigram y que contiene en su interior una parcela de tierra de Bangladesh, una singularidad no poco habitual.

Cuartel general de los enclaves, Dashiar Chhara fue visitado a principios de mayo por el embajador indio en Dacca, que prometió apoyo de rehabilitación para aquellos que decidan instalarse en la India cuando el traspaso territorial se formalice.

De acuerdo con un estudio realizado en 2014 por el Comité de Enclaves Indobangladesíes, 134 familias, unas 700 personas de las 37.000 que viven en parcelas indias en Bangladesh, están interesadas en trasladarse a la India.

“Es un alivio que se resuelva la situación. Hemos peleado por la implementación del acuerdo. No fue sencillo pues la India renuncia a un mayor número de territorios”, declaró a Efe el secretario del comité, Nur Islam.

Pese al optimismo de muchos, otros no ven todo positivo, denuncian un trato distinto para quienes eligen marchar y aseguran que el número de gente dispuesta a hacer las maletas es mayor de lo que figura en las estadísticas.

“Yo soy ciudadano indio. Siempre me he considerado así y, por tanto, regresaré a mi país. Durante años pedimos la creación de un corredor hasta la frontera pero fue inviable”, explica Mohamed Nizamul.

“Me han prometido que en la India me asignarán una parcela de cultivo equivalente a la que tengo”, dice convencido.

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