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Evariste Ndayishimiye, la esperanza burundesa de diálogo

EFE

Buyumbura —

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El general Evariste Ndayishimiye, que asumió hoy la presidencia de Burundi, es la persona a quien el difunto Pierre Nkurunziza, que gobernó el país con mano de hierro durante quince años, le encomendó proseguir su legado, aunque el flamante mandatario podría aportar algún cambio y más diálogo.

De estilo sencillo y con una amplia sonrisa siempre en el rostro, Ndayishimiye, a quien todos reconocen con su antiguo nombre de rebelde, “Neva”, es un hombre de partido y uno de los pilares del Consejo Nacional por la Defensa de la Democracia CNDD-FDD, la formación que gobierna el país desde 2005.

Tras ser elegido candidato a las elecciones del pasado 20 de mayo, Ndayishimiye, de 52 años, arrasó en las urnas con casi el 69 % de los votos.

Su llegada al poder en Burundi, no obstante, se ha visto precipitada por la muerte repentina de a quien él considera un “Moisés” y su partido nombró “Guía Supremo del Patriotismo”, Pierre Nkurunziza, que falleció el pasado 8 de mayo en un hospital burundés de un paro cardíaco, según el relato oficial.

MÁS DIALOGANTE QUE NKURUNZIZA

Codo con codo y ataviados con una camiseta con el rostro del otro, Nkurunziza y Ndayishimiye inauguraron la campaña electoral del CNDD-FDD el pasado 27 de abril en Bugendana, en la provincia de Gitega.

Ndayishimiye era todo lo que Nkurunziza necesitaba: un hombre al que los altos mandos del Ejército -aquellos que se creen con capacidad de tomar el poder por la fuerza- aceptaran; alguien que no amenazara la influencia que el difunto presidente pretendía mantener y, quizás lo más importante, quien le pudiera proteger frente a la alargada sombra de la Corte Penal Internacional.

Durante la campaña electoral, Ndayishimiye prometió continuar el trabajo de su antecesor, pero reconociendo que todo estaba por rehacer: “Todos los sectores del país están sufriendo”, fue su mantra contra el desempleo rampante y la crisis económica.

Sin embargo, a pesar de este discurso de continuidad, su círculo cercano asegura que, a diferencia de Nkurunziza, Ndayishimiye es un hombre abierto al diálogo, un buen negociador.

“Estuvo reunido durante una semana con una delegación de la Unión Europea en Togo en 2019, mientras que, de puertas adentro, no paremos de hablar de soberanía nacional”, explican en su círculo.

Se le considera menos corrupto y ostentoso que sus colegas. Mientras la mayoría de los militares con cargos políticos en Burundi son acusados, con o sin pruebas, de acumular riqueza, construirse mansiones en un país donde más del 65 % de la población vive en la pobreza, el general vive en una modesta casa en Kajaga, un barrio acomodado de Buyumbura a lo largo de las orillas del lago Tanganica.

LA REBELIÓN HUTU

Ndayishimiye ingresó en 1995 en las Fuerzas de Defensa de la Democracia (FDD), brazo armado hutu del grupo insurgente en el exilio, el Consejo Nacional para la Defensa de la Democracia (CNDD), tras vivir la matanza étnica en sus propias carnes.

Ese año, cuando estudiaba Derecho en la Universidad de Buyumbura, y tras el asesinato en 1993 del primer presidente (hutu) elegido por primera vez de forma democrática en Burundi, Melchior Ndadaye, fue testigo de la masacre de estudiantes hutus, lo que forzó su exilio.

Después de diez años de guerra civil entre las Fuerzas Armadas de Burundi (FAB), dominadas por la minoría tutsi, y las FDD, en la que murieron unas 300.000 personas, presenció el acuerdo de alto el fuego alcanzado el 16 de noviembre 2003.

Ndayishimiye, ya con rango de general, encabezó la delegación de las FDD durante estas negociaciones con el Gobierno de transición liderado por Domitien Ndayizeye, que culminó el 15 de mayo de 2005 con el acuerdo de paz.

Desde entonces, y tras ostentar varios cargos, como el de ministro del Interior y de Seguridad Pública (2006-2007) o jefe del gabinete militar y civil del jefe de Estado, ganó mucha influencia y alcanzó la secretaría general del CNDD-FDD en 2016.

COVID-19 Y JUSTICIA

Nacido en 1968 en la nueva capital de Burundi, Gitega, y padre de seis hijos, Ndayishimiye es, como su antecesor, un deportista y ferviente católico.

Consiguió acabar su frustrada carrera de Derecho en 2014 en la Wisdom University of Africa en la antigua capital administrativa del país, Buyumbura, y entre sus logros está el impulso al sector agroganadero.

Por delante, el flamante presidente tiene ahora la gestión de la pandemia de coronavirus, que su predecesor menospreció, a pesar de que solo unas semanas antes de su muerte su esposa fue evacuada a Nairobi para supuestamente ser tratada de COVID-19.

Nkurunziza expulsó a varios funcionarios de la Organización Mundial de la Salud, no quiso introducir ninguna medida de distancia social y llegó a decir que Dios purificó el aire de Burundi y, por eso, los burundeses no necesitan llevar mascarillas.

En ese sentido, Ndayishimiye también se encuentra con un país que, bajo el mando de su predecesor, tuvo roces con la comunidad internacional.

“Estamos listos para restablecer relaciones con países que desean una cooperación constructiva. Los inversores extranjeros son bienvenidos”, adelantó el nuevo presidente hoy en su discurso de investidura.

También hereda la justicia pendiente de las miles de víctimas de la persecución política y de las torturas y ataques de las milicias juveniles del partido oficialista, Imbonerakure, documentadas por organizaciones de derechos humanos.

Esos ataques se han cobrado innumerables muertos y han forzado a decenas de miles de burundeses a huir de su país.

“Queremos que no haya más refugiados burundeses fuera de nuestro país. Les pedimos que regresen”, aseguró hoy al tomar las riendas del país Evariste Ndayishimiye, en un aparente intento de apostar por el diálogo en aras de la reconciliación nacional.

Christian Bigirimana

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