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La exmujer de un yihadista:“Iré donde haga falta para quitarle la patria potestad”

La exmujer de un yihadista:"Iré donde haga falta para quitarle la patria potestad"
Madrid —

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Madrid, 14 ene (EFE).- “Iré donde haga falta para quitarle la patria potestad de mis hijos”. Con esta frase, Raquel Alonso resume, en una entrevista con Efe, su lucha incansable por proteger a sus hijos de un padre que fue condenado en 2014 por pertenecer a una banda terrorista y que intentó radicalizar a su primogénito.

Hace 6 años la justicia puso fin a parte del sufrimiento de Raquel Alonso, la autora del libro “Casada con el enemigo” y fundadora de la Asociación contra el Radicalismo Extremista y Víctimas Indirectas (Acreavi), al condenar a su entonces marido, Nabil Benazzou, a ocho años de cárcel por un delito de integración terrorista como miembro de una célula yihadista denominada Brigada Al Ándalus.

Una condena ratificada por el Tribunal Supremo.

Tras la denuncia que recogió en su libro, Alonso ha comenzado una infatigable lucha para retirar la patria potestad a su exmarido, y aunque el primer asalto no lo ha ganado del todo porque una jueza ha considerado que el único motivo por el que no ejerce sus deberes de padre es por estar en prisión, no parará hasta conseguirlo, por ella y por otras personas en su situación.

Solo se le podría retirar para su hija, porque el hijo es ya mayor de edad.

PREGUNTA: ¿Cómo se siente tras la sentencia?

RESPUESTA: Es difícil valorarla rápidamente, pero tenemos claro que la vamos a recurrir. Creo que debería haber tenido en cuenta más el interés de la menor. En España la ley no contempla la retirada de la patria potestad por yihadismo, por lo que habría que tomar alguna medida ante ese vacío legal, como sería la figura del abandono, porque durante cinco años este señor no llamó ni solicitó visitas para sus hijos.

P: ¿Por qué que cree que la jueza recoge en la sentencia las cartas donde sus hijos manifestaban el amor hacia su padre o las visitas que realizaron?

R: Es sencillo. Las cartas son de 2014, cuando fue detenido. La niña tenía seis años. Con esa edad no puedes decirle: tu padre es un terrorista que se iba a matar. Estaba traumatizada. Es muy complejo que los menores entiendan una situación así, porque ni siquiera lo entendía yo como adulta.

Hasta que tuve el sumario en mis manos, ocho meses después, no supe la magnitud del caso. Si ella quería ir a ver a su padre, yo la llevaba. La llevaba a una prisión segura y siempre estaba conmigo. ¿Piensan que me equivoqué porque llevé a mi hija a ver a su padre a prisión? Pues a día de hoy no lo sé.

P: En la sentencia no aparece el adoctrinamiento que supuestamente su exmarido intentó con sus hijos ni las pruebas aportadas que están en el sumario. ¿Por qué?

R: No lo comprendemos. Yo no puedo valorar como actúa una jueza, aunque creo en la justicia cien por cien. En el sumario aparece el adoctrinamiento del mayor, porque el hombre es el que coge el arma. Para la mujer hay otro destino en la yihad: su vientre. No se ha tenido en cuenta quizá por el desconocimiento que tenemos en cuanto al terrorismo.

En lo que hay que hacer hincapié es que es un señor al que el Tribunal Supremo considera un peligro para la seguridad nacional. ¿Mis hijos no son de la seguridad nacional? ¿Yo no soy la seguridad nacional? ¿Todos no somos la seguridad nacional? ¿Cómo no va a ser un peligro para sus hijos?

Cuando salga dentro de un año y medio, él puede restaurar las medidas de visitas otra vez, Y, entonces, ¿con qué me encuentro yo? ¿Y si este padre quiere volver a intentar adoctrinar a sus hijos? o peor, ¿y si quiere llevárselos?

P: ¿Va a ir hasta el final?

R: Sí. Primero por mis hijos, y luego porque tenemos que luchar por nuestros menores. Los adultos gestionamos las cosas de otra forma, aunque nos duela, pero los menores están indefensos, y el interés del menor debe primar.

P: Y si finalmente no le dan la razón...

R: El plan C será ir a la instancia más alta. En el caso de que no lo consiguiéramos en la Audiencia Provincial, tendremos que seguir recurriendo hasta el final. No pienso frenarme porque es mi hija. Y no solo por ella, sino porque desde la asociación que he creado estoy viendo muchos menores desprotegidos. Si tengo la oportunidad de ayudar a alguien, lo voy a hacer, porque es un tema que nos puede tocar a todos.

P: ¿Cuántas familias de las que llegan a la asociación están en una situación similar a la suya?

R: Entre las españolas ya hemos llegado en torno al 60 por ciento, frente al 30–40 por ciento de las que tiene algún miembro de procedencia árabe.

P: ¿La familia de su exmarido se ha puesto en contacto con ustedes desde que él está en prisión?

R: No, nunca. Bueno al principio cuando le detuvieron, sí. Sus hermanas enviaban dinero, pero ese dinero no iba destinado a la pensión de alimentos de mis hijos, sino a él. Ellos tuvieron relación conmigo hasta que fue condenado. Entonces yo quise romper ese vínculo porque tenía que proteger a mis hijos.

P: A su exmarido le queda un año y medio de condena. ¿Qué va a ocurrir cuando salga de la cárcel?

R: No lo sé, la verdad es que me preocupa enormemente. Espero que él ya no tenga la patria potestad y yo pueda tomar otras medidas, porque si no mi hija menor quedaría totalmente expuesta. Tendría que comunicarle a qué colegio va, dónde duerme, dónde queda… La menor quedaría en peligro, pero el mayor también.

P: ¿Qué cree que debería cambiar en la justicia española para proteger a las víctimas indirectas de terrorismo?

R: Deberían cambiar muchas cosas; primero debería haber un reconocimiento expreso de nuestra condición, porque no somos consideradas víctimas de terrorismo ni de violencia de género a pesar de que hemos sufrido ambas cosas. Y luego que a los condenados por terrorismo yihadista les retiren la patria potestad.

Nosotras tenemos que salir adelante solas. Canalizar el dolor de nuestros hijos, intentar que les queden las menores secuelas posibles y, además, tirar para adelante. Un adulto tal vez lo gestione mejor, pero puedo asegurar que en menores son traumas y secuelas que pueden llegar a durar toda la vida.

Por Ana Pérez Navarro y Blanca Valdés Mañas

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