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Fallece Moi, el presidente que marcó claroscuros tras independencia de Kenia

El ex presidente keniata Daniel Arap Moi, en una imagen de 2007.

EFE

Nairobi —

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El expresidente keniano Daniel arap Moi falleció este martes a los 95 años en un hospital de Nairobi, dejando atrás un legado de 24 años de un Gobierno autocrático en una recién independizada Kenia, marcado por la represión política contra líderes opositores y la corrupción.

El actual presidente del país, Uhuru Kenyatta, anunció que Moi, al que calificó como “un gran hombre de Estado africano”, falleció a las 05.20 horas de este martes (02.30 GMT) en un hospital privado de la capital keniana, rodeado de su familia, pero no informó de las causas de su muerte.

“Ha fallecido de forma tranquila”, dijo su hijo y senador keniano, Gideon Moi, a las puertas del hospital.

El que fuese segundo presidente de Kenia, llevaba hospitalizado desde el pasado 10 de octubre, después de un largo periodo de entradas y salidas por “chequeos rutinarios”, de permanecer anclado a una silla de ruedas, y sin que ninguna información médica saliera a la luz.

“Nuestra nación y nuestro continente están inmensamente impregnados por la dedicación y el servicio” de Moi, que “pasó la mayor parte de su vida adulta dedicándose a Kenia y a África”, consideró Kenyatta.

Kenyatta, que se considera discípulo político de Moi, declaró luto nacional por el fallecimiento del expresidente hasta que se celebre su funeral de Estado.

Tanto miembros del Gobierno keniano como los líderes de países vecinos, como Etiopía, Uganda o Tanzania, enviaron sus condolencias a Kenia por el acontecimiento y resaltaron la figura del exmandatario.

UNA ÉPOCA OSCURA

Moi, un exprofesor de escuela de la etnia minoritaria kalenji (en un país dominado por los kikuyus y los luos) nacido el 2 de septiembre de 1924 en la aldea de Kabarak (suroeste), fue primero ministro del Interior y luego vicepresidente durante el Gobierno de Jomo Kenyatta, el primer presidente keniano del país tras su independencia del Reino Unido en 1963.

Llegó a la Presidencia de Kenia en 1978, tras la muerte de Kenyatta, en un puesto que debía ser transitorio pero que quedó oficializado con carácter permanente.

A pesar de que comenzó siendo una figura popular y cercana con su pueblo, tras un intento de golpe de Estado en 1982, liderado por un mando del Ejército de bajo rango y apoyado por universitarios, Moi aprovechó para prohibir todos los partidos políticos y eliminar cualquier oposición, alegando que Kenia aún no estaba preparada para elecciones multipartidistas.

“Era una época en que todo estaba controlado, nadie podía hablar en contra de Moi. Nuestros padres incluso ahora tienen un miedo mortal de criticar a la autoridad”, explicó a Efe Nerima Wako-Ojiwa, la directora ejecutiva de Siasa Place, una ONG local para la participación política de mujeres y jóvenes.

Se inauguró un periodo negro y dictatorial, de violaciones de derechos humanos y corrupción económica, en la casi recién inaugurada democracia keniana, durante el que Moi no se separó de su bastón de mando de marfil.

“Hoy es un día para recordar a las víctimas de Moi; para recordar a las millones de personas que mandó a la miseria y a los miles que se levantaron contra su brutal y asesina cleptocracia”, consideró vía Twitter el comentarista y dibujante político Patrick Gathara.

Con los medios de comunicación de su lado y un régimen muy personalista, usó recursos del Estado para beneficiar a sus allegados y seguidores políticos.

Tras su salida del poder en 2002, una investigación reveló que el expresidente y su círculo más cercano habían escondido un total de 3.000 millones de dólares en bancos en el extranjero, los cuales el Estado aún no ha recuperado.

LA KENIA QUE YA NO EXISTE

Padre separado de 7 hijos, Moi juró cargo el 22 de agosto de 1978, y ganó un total de cinco elecciones consecutivas, las tres primeras sin oposición y con la única participación de su partido, la Unión Kenia-África Democrática (KADU).

Consiguió la estabilidad política, en una región sumida en conflictos, silenciando voces disidentes, como la del famoso escritor Ngugi wa Thiong'o quien publicó una obra de teatro crítica, o la de la Premio Nobel de la Paz Wangari Maathai (1940-2011), que participaba en un grupo activista por la convocatoria de elecciones democráticas.

A su favor quedan la elaboración del actual sistema de educación keniano y programas como el de reparto gratuito de leche en escuelas primarias que se desarrolló en las décadas de los 80 y 90 y consiguió mejorar las tasas de asistencia a clase.

También impulsó una mayor inclusión étnica en posiciones de poder, en su afán por una Kenia unida, como recuerda la directora de Siasa Place.

Durante su Gobierno, los indicadores macroeconómicos crecieron, pero el despegue gracias al que Kenia se posiciona hoy como una de las potencias económicas y comerciales del continente africano no se produjo hasta varios años después de su salida del Ejecutivo.

“Cuando dije que me retiraría después de estos cinco años, nadie me creyó porque no pensaban que alguien en África quisiera dejar el poder. El poder es de la gente, nosotros somos simples custodios de ese poder”, aseguró Moi en su último discurso como presidente, al tener prohibido volver a presentarse en las elecciones de 2002.

Unos comicios en los que apoyó al actual presidente, pero que ganó la oposición liderada por Mwai Kibaki, abriendo paso a una nueva Kenia que, 18 años después de la salida de Moi, vive procesos electorales intensos -y, a veces, sangrientos-, con una sociedad muy involucrada en que no vuelvan los tiempos oscuros.

Mientras el régimen autoritario de Moi marcó -y acalló- a toda una generación que comenzaba a organizarse políticamente tras la independencia, “la juventud de hoy apenas puede comprender los tiempos tumultuosos de nuestra historia fruto de liderazgos pasados”, valora Wako-Ojiwa.

Irene Escudero

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