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La familia Mubarak, alejada de los focos 5 años después de caer en desgracia

La familia Mubarak, alejada de los focos 5 años después de caer en desgracia

EFE

El Cairo —

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Cinco años después de haber sido obligado a dejar el poder, el expresidente Hosni Mubarak permanece hospitalizado en un centro militar de El Cairo, mientras que sus hijos y esposa viven alejados de los focos y del lujo que un día les rodeó.

El “faraón”, que abandonó su trono el 11 de febrero de 2011 tras 18 días de protestas populares, ha estado bajo arresto domiciliario en el Hospital de las Fuerzas Armadas del acomodado barrio cairota de Maadi los pasados dos años.

Mubarak, de 87 años, pasó algunas temporadas en la cárcel de Tora, a las afueras de la capital egipcia, pero su delicado estado de salud, así como una opinión pública cada vez menos hostil hacia el exdictador, han permitido su “retiro” en el centro médico, donde se especula que recibe un trato privilegiado.

El piloto de guerra que gobernó Egipto durante 30 años, no ha gozado de libertad plena desde la revolución de 2011 y en este tiempo ha sido sometido a múltiples procesos judiciales.

El pasado 9 de enero, el Tribunal de Casación egipcio confirmó la condena a tres años de cárcel para Mubarak y sus dos hijos, Alaa y Gamal, por apropiación indebida de fondos públicos, y al pago de una multa de 125 millones de libras egipcias (unos 17 millones de dólares), dinero que sustrajeron del presupuesto público de los palacios presidenciales entre los años 2002 y 2010.

El fallo es definitivo e inapelable, pero los tres acusados ya han cumplido la condena con anterioridad porque han estado más de tres años en prisión preventiva por este y otros casos, tras haber sido arrestados en abril de 2011.

Mubarak todavía se enfrenta a un último proceso por su supuesta implicación en la muerte de unos 800 manifestantes durante la revuelta que acabó derrocándole, cargos por los que ya ha sido juzgado en dos ocasiones.

En 2012, el “rais” fue condenado a cadena perpetua, cuando todavía en Egipto muchos pedían la pena de muerte contra él, pero en 2014 fue declarado inocente en la repetición del juicio, que volverá a celebrarse este año en un clima de indulgencia y desinterés.

Por otra parte, los dos hijos varones de Mubarak, que también se sentaron en el banquillo junto a él en varios casos de corrupción, fueron dejados en libertad definitivamente el pasado otoño, después de haber cumplido condena en la famosa cárcel cairota de Tora.

La puesta en libertad de Alaa (54 años) -que encarnaba la corrupción y los privilegios de la elite económica- y de Gamal (52 años) -designado para heredar el poder de su padre- levantó un gran revuelo en un primer momento.

Pero después de algunas apariciones públicas de los dos vástagos, estos han optado por permanecer lejos del foco mediático y hacer su vida de forma extremadamente discreta.

Ni siquiera se sabe con exactitud donde residen actualmente, pero se cree que están en una de las propiedades de la familia en el barrio residencial de Heliópolis, en el este de El Cairo, tal y como dijo a Efe Suad Lofty, periodista del diario estatal Al Ajbar (las noticias).

La informadora explicó que todos los miembros del “clan”, incluidos los nietos y nueras de Mubarak, viven en medio del secretismo y de fuertes medidas de seguridad, y muy pocas personas tienen acceso a ellos.

La figura que ha permanecido en el más absoluto anonimato ha sido la esposa del dictador, Suzanne Zabet, que ha sido vista en muy pocas ocasiones en los pasados cinco años, en los que ha visitado de forma regular a su marido en el hospital y a sus hijos en la cárcel, y las cámaras solo han podido captar una imagen fugaz de ella.

“Ella misma ha decidido permanecer aislada, por seguridad y por las circunstancias muy difíciles en las que se vio”, tras la caída en desgracia de Mubarak, aseguró Lofty, señalando que es la única del círculo cercano del exmandatario que ha evitado sentarse en el banquillo.

Suzanne, de 75 años, llegó a un acuerdo con la justicia egipcia poco después del arresto de su esposo, por el cual devolvió al Estado 20 millones de libras egipcias (unos 3.350.000 de dólares) y una villa, a cambio de su libertad.

Según Lofty, que durante siete años informó de las actividades de la primera dama para el diario Al Ajbar, su “desaparición” ha hecho posible que no sea perseguida, a pesar de que así lo pidió tras la revolución la opinión pública, que despreciaba y criticaba a Suzanne por su estilo y sus costumbres lujosas en una sociedad pobre y conservadora.

La periodista señaló que existe una especie de pacto de silencio por el que la prensa egipcia se abstiene de informar de la familia Mubarak, a la que se le ha permitido permanecer y vivir en el país que un día gobernó como si fuera de su propiedad.

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