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La familia palestina Bayaa: 67 años de exilio, desposesión y violencia

Los palestinos conmemoran hoy con protestas el 67 aniversario de la Nakba

EFE

Gaza —

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Hace 67 años se inició el exilio de la familia palestina Bayaa, huida de Acre -hoy en el norte de Israel- en 1948 con la Nakba (Catástrofe, como se refieren los árabes a la creación de Israel) y que padece hoy un nuevo desplazamiento tras huir de la violencia en Siria para instalarse en la Franja de Gaza.

Hasán Bayaa nació en el campo de refugiados palestinos de Yarmuk (cerca de Damasco) cinco años después de que su familia huyese de la Palestina del Mandato Británico tras la declaración del Estado de Israel y la violencia que siguió.

La historia de huida y exilio que protagonizaron sus padres la repitió él mismo hace dos años, con su precipitada salida de Siria para huir de nuevo de la violencia y su desplazamiento a Gaza, donde trata de levantar un nuevo hogar temporal.

Buena parte de sus vecinos de Yarmuk se han visto obligados a desplazarse en los últimos años, especialmente en las últimas semanas, después de que el grupo extremista Estado Islámico (EI) se hiciese con el control de ese campo de refugiados.

Hace dos años, Bayaa escapó a Egipto, desde donde logró entrar a Gaza para instarse nuevamente en un campo de refugiados, el de Rafah, en el sur de la franja palestina.

“Nací en Al Yarmuk después de que mi familia abandonase Acre, en el norte de Palestina. Nunca he estado allí y espero algún día poder volver”, señala a Efe esperanzado.

“He vivido todos y cada uno de mis 62 años de vida como un refugiado y nunca he probado la estabilidad de un hogar”, se lamenta.

“Al igual que mi familia fue obligada a dejar Acre, yo he sido obligado a dejar Yarmuk, pero a pesar de que tengo ya 62 años confío en poder ir algún día a casa, a Acre, porque mantengo mi derecho legal al retorno”, declara con voz entrecortada.

Según datos de un informe del Centro de Estadísticas Palestino, 957.000 palestinos abandonaron sus pueblos y ciudades en 1948, un 66 por ciento del millón cuatrocientos mil de los que entonces habitaban esa tierra.

Esa misma fuente cifra hoy en más de cinco millones el número de refugiados palestinos distribuidos por el mundo (ellos y sus descendientes), de los que el 40 por ciento viven aún en campos de refugiados en Cisjordania, Gaza, Siria, Líbano y Jordania.

La resolución 194 de Naciones Unidas, nunca cumplida, reconoce su derecho a retornar a sus hogares, si bien buena parte de la comunidad internacional apuesta ahora por una solución negociada con Israel que podría limitar su vuelta al regreso simbólico de tan solo algunos miles.

Israel se opone a la vuelta de los refugiados y asegura que estos deben encontrar su lugar en el Estado palestino que surja de un acuerdo de paz definitivo.

Este es uno de los obstáculos que ha impedido alcanzar la paz a lo largo de dos décadas de infructuosas negociaciones.

“La cuestión de los refugiados palestinos está documentada por las Naciones Unidas y todas sus resoluciones históricas. Israel no tiene derecho a cambiarlo”, asegura Zakareya al Agha, comisario de Refugiados en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

“Nuestra vida ha estado siempre llena de dolor y preocupación. Este sentimiento no ha cambiado, y menos después de abandonar el campo de refugiados de Yarmuk huyendo de bombardeos y disparos intensivos del régimen sirio para llegar a Gaza”, explica Bayaa.

Su familia, asegura, vive con una sensación de que su destino es “impreciso e inestable”, porque la violencia en Siria aún o ha acabado y la situación en Yarmuk no deja de empeorar.

Según explica Ahmed Majdalani, oficial palestino a cargo de los refugiados en Siria, ese país acogía 540.000 exiliados palestinos antes de 2011, de los que alrededor de 200.000 lo han abandonado debido a la guerra.

“Su derecho a la vida ha sido violado, no solo en Siria, sino también en Líbano y Jordania”, denuncia Majdalani.

Según él, “muchos refugiados fueron en el pasado a Europa, América Latina, Estados Unidos, Canadá o Australia, lo que significa que el objetivo, al final, es acabar con el derecho de retorno de los refugiados palestinos”.

“Mi familia ha vivido dos Nakbas”, asegura Bayaa, “la primera en 1948 con la salida de Acre y la segunda cuando hemos sido obligados a escapar de la guerra en Siria. Espero volver a Yarmuk y, más adelante, volver también a Acre”, concluye.

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