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Fin de la temporada: No había septiembre para Pedro y Pablo

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias durante ronda de consultas para la investidura.

EFE

Madrid —

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A estas alturas de la temporada ha quedado clara la dificultad de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para entenderse e incluso hay quien ve cuestionada su capacidad para cumplir el mandato que les dieron sus electores de formar gobierno, que es lo que les puede pasar factura en las urnas.

Era imposible, ni la vía italiana, ni la portuguesa. Ni siquiera la originalidad de imaginar una vía española que evite a los ciudadanos votar por cuarta vez en cuatro años.

Muchos confiaban hasta el último minuto en que el acuerdo era posible, creían que en el capítulo final de esta serie, que según el CIS ha provocado el aburrimiento de la mayoría de los españoles, Pedro y Pablo nos regalarían un desenlace de comedia romántica en el que España acababa con Gobierno.

Pero al menos la apariencia de lo que se ha visto es la de un drama frustrante, una relación tormentosa sin posibilidad de encuentro entre dos personajes empeñados en demostrar que la culpa ha sido del otro, con poca empatía y capacidad para negociar y empeño en jugárselo todo a la última carta.

Alguien advertía hace unos días sin ningún éxito de que “el peor acuerdo era mejor que volver a tirar los dados” con otras elecciones el 10 de noviembre, aunque como mínimo hasta entonces seguirá el juego.

Sánchez intenta ahora cargar a Iglesias la responsabilidad de haber impedido un gobierno del PSOE (¡Por cuarta vez!) y el líder de Podemos trata de convencer de que los socialistas lo que querían desde el principio eran otras elecciones (¡Para después pactar con la derecha!).

Erre que erre. Aunque no debería sorprender si se atiende a lo ocurrido en los últimos cinco meses y hasta los últimos cinco años, en los que el PSOE y Podemos no han dejado de planear estrategias para comerse el terreno el uno al otro.

Esta vez ya se lo había advertido el presidente del Gobierno en funciones al líder de Podemos: No habría septiembre. O acuerdo o elecciones. Y se ha cumplido tras una cansina batalla por el 'relato' que ha conectado poco o nada con los ciudadanos.

Si la causa de la falta de acuerdo ha sido la osadía de uno por querer gobernar en solitario con 123 diputados o el afán del otro de estar en el gobierno a toda costa con solo 42 escaños es sólo una de las preguntas que quedan en el aire, además de si el pacto hubiera sido posible con otros protagonistas con más química y confianza mutua.

Muchos piensan que ha sobrado arrogancia y soberbia en unas (no) negociaciones rocambolescas, de reproches mutuos, impulsos, acusaciones de desconfianza, falta de lealtad o humillación, y puede que el resumen que saquen los ciudadanos es que todo era una pelea por las sillas.

Frente a las diferencias, alguna cosa en común: Tanto el jefe del PSOE como el de Podemos han coincidido en desoír a quienes pedían 'más trato y menos relato'.

No ha habido mucho reconocimiento de errores propios ante el fracaso de una negociación entre dos líderes jóvenes, Sánchez (47 años) e Iglesias (40), cuya actuación ha sido comparada con aquella otra generación de antiguos políticos capaces de encerrarse en una habitación y no salir hasta cerrar un acuerdo por el interés de España.

De sobra es conocida también su afición compartida por el baloncesto, deporte del que podrían sacar algunas lecciones.

En 2016 Iglesias le regaló a Sánchez un libro sobre la “Historia del baloncesto en España”, muy oportuno estos días, en el que le escribió una dedicatoria: “Es bueno empezar por lo que nos une”.

Una frase que ambos han repetido sin que haya dado frutos, y así han llegado a 2019, el año en el que la Selección Española de baloncesto ha ganado el mundial dando una gran lección de lo que es hacer equipo para lograr victorias.

Un gran ejemplo también para Sánchez e Iglesias si quieren volver a salir a la cancha.

Por Sonia López.

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