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Del foam al cañón de agua: la gestión de los disturbios, de nuevo a revisión

Barcelona —

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Barcelona, 20 feb (EFE).- Las protestas por Pablo Hasel han resucitado el viejo debate del orden público en Cataluña: con las balas foam en entredicho por su potencial lesivo, las alternativas sobre la mesa van desde métodos de dispersión indiscriminados, como cañones de agua o sonido, a la disolución de los antidisturbios.

El conseller de Interior en funciones, Miquel Sàmper (JxCat), ha urgido esta semana a reformar el modelo de orden público catalán, en plenas negociaciones para la formación del Govern, que la CUP supedita a la eliminación de la brigada móvil de Mossos.

Con la policía catalana atrapada de nuevo en tormentas políticas, los sindicatos de Mossos cierran filas en defensa de su gestión de los disturbios, mientras las entidades pro derechos humanos advierten de que, más urgente que revisar el modelo, lo es reforzar el control y las sanciones por mala praxis en el cuerpo.

EL FOAM, ¿UN SUSTITUTO VÁLIDO DE LAS PELOTAS DE GOMA?

Las lesiones causadas por un proyectil de foam (proyectiles viscoelásticos de precisión) a una manifestante, que ha perdido la visión de un ojo en una protesta a favor de Pablo Hasel, han puesto ahora en el punto de mira ese tipo de munición, que se generalizó en los Mossos tras la prohibición de las pelotas de goma en 2014, dado que éstas rebotan y tienen un recorrido incierto.

Las movilizaciones de octubre de 2019 por la sentencia del procés no hicieron más que alimentar los temores sobre el potencial lesivo del foam: cuatro manifestantes perdieron la visión en una zona donde los Mossos dispararon esos proyectiles, aunque no se ha podido descartar que fueran heridos por las pelotas de goma que lanzaba la Policía Nacional.

En la comisión parlamentaria que acabaría por prohibir las balas de goma, el entonces comisario jefe de los Mossos y ahora mayor, Josep Lluís Trapero, ya defendió en 2013 que el modelo de orden público de Cataluña, basado en la progresión de la fuerza y la especialización de sus unidades, era “técnicamente” el más adecuado.

De hecho, defienden fuentes del cuerpo, se trata de un plan pionero en España que prevé un uso gradual de las tácticas de dispersión, siempre precedidas de aviso por megafonía: aguantar dentro de los furgones e iniciar la intervención solo cuando es preciso mantener la línea policial, dispersar a violentos o evitar un lanzamiento masivo de objetos.

El primer recurso es el uso de las defensas -opción que obliga a un cuerpo a cuerpo con los manifestantes- y después se acude a los proyectiles de precisión y al disparo de salvas con escopetas, sin munición pero que causan alarma por su fuerte ruido.

Otra controvertida técnica usada por los antidisturbios es el “carrusel”, en que los furgones se desplazan girando a toda velocidad para disolver una manifestación, con el consecuente riesgo de atropello, y el uso del gas pimienta.

En los disturbios de octubre de 2019, los Mossos recurrieron, por primera y única vez, a la tanqueta de agua, que se reserva para abrir paso entre las barricadas, cuando la situación está a punto de desbordarse, mientras que el cañón de sonido, capaz de dispersar por el ruido atronador que emite, solo se usa para difundir por megafonía los avisos de actuación inmediata.

CONTROLES MÁS ESTRICTOS Y SANCIONES A LOS AGENTES

Tan apremiante como revisar los métodos de dispersión es, según las entidades de derechos humanos, fortalecer los mecanismos para prevenir y sancionar la mala praxis entre los antidisturbios y garantizar que se recurra a ellos solo en momentos de riesgo real, no como reacción o castigo a provocaciones.

Los movimientos sociales han librado una batalla de años hasta lograr que los antidisturbios lleven visible un número de identificación fácil de recordar en el chaleco y el casco, con el fin de facilitar las investigaciones en casos de abusos policiales.

Ahora piden que se haga pública la instrucción que regula el empleo de proyectiles foam para ver si cumple con los estándares internacionales, que establecen que debe dispararse solo a la parte inferior del cuerpo -por debajo del abdomen- y para neutralizar personas que pongan en riesgo la integridad de otras.

El diseño de los dispositivos policiales visibles en las manifestaciones es otro de los recursos en que confía Interior para evitar altercados, por sus posibles efectos disuasorios, aunque la experiencia confirma que blindar la protestas con antidisturbios no siempre previene los incidentes sino que, a menudo, los enciende.

El despliegue más drástico es el llamado “encapsulamiento”, en que un cordón de agentes rodea a los manifestantes y los acompaña a lo largo de la marcha para evitar que grupos aislados se escindan y provoquen disturbios, aunque esa cercanía de los policías suele desatar una alta tensión en el ambiente.

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