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Gervasio Sánchez: La violencia contra la mujer sirve como estrategia de guerra

Gervasio Sánchez: La violencia contra la mujer sirve como estrategia de guerra
Zaragoza —

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Zaragoza, 24 nov (EFE).- Tres palabras, 25 conflictos armados, 90 historias, cuatro continentes, más de 35 años de trabajo y grandes crisis humanitarias. Todo ello conforma el nuevo libro “Violencias, mujeres, guerras”, del fotoperiodista Gervasio Sánchez, que muestra las violencias específicas contra las mujeres vistas también como estrategias de guerra, según explica en una entrevista con Efe.

Pregunta: Violencias, mujeres, guerras. ¿Qué me puede decir de esta unión?

Respuesta: Se trata de buscar un título de tres conceptos que muestran hasta dónde puede llegar la profundidad del dolor humano. La violencia contra la mujer sirve como estrategia de guerra en algunos países. Evidentemente, en la guerra también se viola a hombres y niños de manera física y a los Derechos Humanos, pero cuando se produce una desbandada y la gente huye al ser perseguida, son las mujeres las que se quedan al cargo. Hay violencias que actúan como estrategias de guerra que arrebatan de manera muy cruel la vida y el futuro de las mujeres.

P: ¿Cómo ha sido el proceso hasta recoger en este último libro todas esas historias que han ido sucediendo a lo largo de su trayectoria profesional y de su retina?

R: Muchas de estas fotografías las he hecho en 25 conflictos armados, en cuatro continentes y en grandes crisis humanitarias. Están organizadas por temas como mujeres mutiladas por minas o amputaciones, esposas de desaparecidos, violaciones contra mujeres, mujeres refugiadas, mujeres desplazadas, mujeres con niños con malnutrición infantil severa, mujeres forzosamente casadas que se han intentado suicidar o que, siendo menores de edad, han sido obligadas a casarse.

P: ¿Cree que estas historias de vida y la intención con la que las ha recogido en este libro van a llegar al público de manera directa? Vivimos en una realidad maquillada donde, si no sucede aquí cerca, parece que no sucede.

R: El ombliguismo en el que vivimos los ciudadanos europeos nos hace perder la perspectiva de lo que ocurre más allá de nuestras fronteras físicas y anímicas. Lo que no nos golpea directamente, parece que no tiene importancia.

P: ¿Esta conciencia y consciencia de los países europeos llega tarde respecto al momento en el que sucede cada conflicto?

R: Siempre llegamos tarde. Llevo cuarenta años trabajando en zonas de conflicto y nos engañan desde el primer minuto, hacen leyes de acuerdo con sus intereses y las cambian como quieren. En España hay una ley de control de armas que prohíbe la venta a países que violen los Derechos Humanos. Emiratos Árabes, Arabia Saudí, Marruecos, Colombia, Venezuela… ¿Para qué sirve una ley si luego tú acabas dándole la forma que quieres? Este es el problema principal. Somos permisivos con los dictadores que nos interesan.

P: Me ha nombrado en repetidas ocasiones la palabra dolor, que es, en cierto modo, el hilo conductor de este nuevo libro, pero… ¿el dolor es universal?

R: El dolor es singular. Cada persona que huye deja una historia lastrada y cada persona que muere deja una historia inconclusa. Cuando me he encontrado cómo tiraban a niños en una fosa con siete u ocho años yo no veía a un niño más. El mundo está lleno de gente que ha tenido la mala suerte de vivir en un lugar no apropiado. Cada dolor es individual y creer que una madre africana, en los huesos, no siente dolor cuando ve que su niño cierra los ojos es el insulto mayor a la conciencia.

P: ¿Este dolor singular de las mujeres tiene cabida en España?

R: Hay casos determinados que pueden dar una idea de que la sociedad no es perfecta, pero no tienen que ver con los derechos de una mujer en Afganistán, por ejemplo. Ahí a una mujer la casan antes de cumplir los 16 años a pesar de ser ilegal y de estar prohibido. Las tradiciones están por encima de las leyes y de hecho estas son un papel mojado. Nada que ver con lo que pasa aquí.

En cualquier conflicto se ha utilizado la violación como arma de guerra. Aquí existe la violencia sexual, pero al menos hay una estructura de protección de derechos.

P: ¿Hay un futuro posible para todas estas mujeres cuando, a veces, se pone en duda incluso el presente?

R: En este libro cuesta encontrar optimismo. De hecho, en la vida de la gente que sufre los conflictos armados es difícil encontrar satisfacciones y mejoras. Cada vez que vuelvo a un país mi sueño es verlo mejor, pero me cuesta. Solo la suerte de que exista un acuerdo de paz que pueda conseguir que en los próximos cuatro o cinco años mejore algo tu vida. Es muy difícil que tú puedas mejorar una vida cuando la justicia no existe.

P: Además de hablar de que las vidas se reducen a muertes en este tipo de países, se acerca el 25 de noviembre. ¿Cómo es de importante retratar este tipo de historias de vida y rescatarlas en días como este?

R: El calendario de días internacionales me parece lo más cínico que puede haber porque los políticos dicen cosas que nunca llegan a cumplir. Pero evidentemente utilizo la estrategia de interés para tener más impacto y si el 25 de noviembre se habla de la violencia contra la mujer, voy a intentar conseguir una mayor sensibilización. Hay que hablar todos los días de la violencia contra las mujeres, lejos de las declaraciones grandilocuentes, cínicas e hipócritas.

P: ¿Es posible una paz con perspectiva de género?

R: La paz es imposible porque es un gran negocio desde tiempos inmemorables. No hay ni un momento de la humanidad sin guerra y quien diga lo contrario, miente. La paz es un negocio de los que están sentados en despachos y de los que les importa un carajo lo que se hace con las armas que financian. Nunca seremos capaces de superar la guerra, por eso es absurdo plantear una paz con perspectiva de género.

P: En este libro salen muchas mujeres ejemplarizantes, ¿cuál es su mayor aprendizaje al volver a recordar todas estas historias?

R: Este libro lo hago porque me siento obligado a proteger a las y una forma de protegerlas en mostrándolas como son, con sus ejemplos, su dignidad y decencia en pleno caos. Si alguien entra a una exposición mía y llora, con todos mis respetos, me da igual. A mí me interesa saber qué vas a hacer después de llorar porque, si después de hacerlo, volvemos a meternos en una burbuja de consumo y de estupidez, apaga y vámonos.

Por Naiare Rodríguez Pérez

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