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Las huellas arquitectónicas de la II República en Madrid

Las huellas arquitectónicas de la II República en Madrid
Madrid —

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Madrid, 13 abr (EFE).- La brevedad de la II República condicionó su proyección urbanística en Madrid, pero 90 años después todavía se conserva parte de su legado arquitectónico que ejemplifican decenas de colegios públicos, la colonia de El Viso y algunos escudos de una época en la que se culminó la Gran Vía y la Ciudad Universitaria.

Con el advenimiento de la Segunda República, Madrid pasó a ser objetivo prioritario del nuevo Estado al constitucionalizar su capitalidad en la Carta Magna, un hecho que dio pie a futuros planes urbanísticos, algunos truncados y otros modificados en la dictadura - como Nuevos Ministerios-, para transformar la ciudad.

Precisamente fue en la Puerta del Sol, epicentro de Madrid, donde fue proclamada la República el 14 de abril de 1931 dando inicio a un corto periodo de ocho años (los tres últimos en guerra).

Varios expertos consultados por Efe coinciden en destacar que el proyecto republicano de Madrid “pretendía racionalizar la ciudad” desde una perspectiva urbanística “para hacerla más de los ciudadanos” y “potenciando los barrios por la gran demanda de vivienda” dado que en 1934 Madrid alcanzó el millón de habitantes.

Y ello dando continuidad a muchos de los planes iniciados e ideados durante la dictadura de Primo de Rivera, que habían sido impulsados por la agrupación socialista del Ayuntamiento.

La huella republicana se percibe en toda la ciudad aunque escasea en el centro, que estaba muy evolucionado, salvo por los colegios.

LOS COLEGIOS, LA GRAN OBRA DE LA II REPÚBLICA

Se edificaron 33 colegios (llamados entonces grupos escolares), lo que “supuso el gran desarrollo de la escuela pública y que es hoy el principal legado físico republicano en Madrid”, explica a Efe Hortensia Barderas, directora del Museo de Historia de Madrid.

No obstante, había otro trasfondo en esa estrategia. “Lo que querían era quitarle el monopolio a la Iglesia y crear un sistema público potente que no había en España en el que se primaran líneas pedagógicas vanguardistas”, afirma David Pallol, historiador y autor de “Construyendo Imperio”.

Parte fundamental del proyecto republicano, “los centros escolares fueron mas allá del concepto de aula e incorporaron piscinas, solárium, enfermeras, comedores gratuitos para los más alumnos de familias más pobres y reparto de ropa”, relata Jose Manuel Moreno, historiador y guía turístico de rutas Kilómetro 0.

Uno de los más emblemáticos fue el actual José Calvo Sotelo en el barrio de Pacífico, denominado así por el régimen franquista para sustituir el nombre original de 14 de Abril, que fue restituido simbólicamente hace dos años con la colocación de una placa.

Otro igual de simbólico fue el Grupo Escolar Nicolás Salmerón, en Prosperidad, reconvertido por la Falange que eligió este buque insignia del republicanismo para instalar la Academia Nacional de Mandos José Antonio. Hoy es un centro cultural con colegio público.

ESCUDOS, FUENTES y MERCADOS DEL MADRID REPUBLICANO

Al margen de las escuelas, la huella del Madrid republicano en el corazón de la ciudad se limita a un puñado de escudos, eso sí monumentales, que sobrevivieron a la iconografía franquista.

El más carismático es el escudo del Banco de España que remata la fachada de la calle Alcalá con su característica corona mural. Un segundo se sitúa en la trasera del Ministerio de Agricultura, otro en la antigua maternidad de O,Donell y un cuarto que figura en el medallón que preside el Salón de Plenos del Tribunal Supremo.

Un escalón por debajo están las fuentes de la Plaza de Cabestreros y la Cuesta de los Ciegos. O las cuatro instaladas junto al lago de la Casa de Campo, abierta al público el 1 de mayo “tras incautar estos terrenos pertenecientes a la Corona y, mediante un decreto, cederlos al Ayuntamiento con la condición de que lo dedique a recreo e instrucción de los madrileños”, cuenta Barderas.

El ejemplo de la Casa de Campo, continúa, ilustra el nuevo concepto de “abrir la ciudad al público y hacer hincapié en los parques y jardines, para que el urbanismo estuviese en función de la ciudadanía y no de los dueños de los espacios”. También pervive de aquellos años el Mercado de Tirso de Molina en Puerta del Ángel.

CULMINACIÓN DE PROYECTOS Y FRENO A LOS NUEVOS

La calle más icónica de Madrid, la Gran Vía, encaró los años 30 con la construcción de su tercer y último tramo, (Callao- Plaza de España) destacando los edificios Carrión (cine Capitol) y Coliseum.

Junto a este proyecto convivió la Ciudad Universitaria, iniciada ya en 1929 y muy avanzada cuando estalló la guerra porque “la república lo había convertido en cuestión de Estado”, según Pallol.

En sus proximidades se inauguró el hipódromo de la Zarzuela y el complejo de la Playa de Madrid que junto a la piscina de La Isla en el Manzanares se encuadraban en la corriente de impulsar actividades al aire libre.

Otra corriente, esta arquitectónica, se reflejaba en la Colonia del Viso, “inspirada para hacerse en serie con materiales baratos, si bien acabaron siendo casas muy disputadas por profesionales liberales como médicos y abogados”, añade el historiador.

En cambio, la brevedad de la II República, impidió finalizar los grandes proyectos ideados en estos años en el marco del Plan General de Extensión Urbana en 1933, como los accesos a Madrid, la prolongación hacia el norte siguiendo el eje de la Castellana con la creación de Nuevos Ministerios -cuya primera piedra se colocó en 1933- y el túnel ferroviario entre Atocha y Chamartín.

“Los ministerios iban a ser de ladrillo pero el régimen franquista modificó el proyecto y los cubrió de granito, aunque esencialmente es lo mismo”, explica Moreno y en cuanto al enlace ferroviario, se conoció como “el túnel de la risa” por “el tiempo que tardaban en hacerlo”.

Rafael Martínez

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