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Incredulidad en Estoril, refugio portugués de las monarquías en el exilio

Incredulidad en Estoril, refugio portugués de las monarquías en el exilio
Estoril (Portugal) —

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Estoril (Portugal), 4 ago (EFE).- “Si viene de visita, todo bien”, dice Augusto, sentado al sol de Estoril, sobre un eventual regreso de Juan Carlos I a esta localidad portuguesa. El gran refugio de los borbones el siglo pasado y de otras tantas monarquías refleja hoy incredulidad ante una nueva salida real.

A unos 25 de minutos de Lisboa, con un paisaje de playa, sol y tranquilidad, Estoril fue el hogar de la exiliada familia real española desde 1946, y allí vivió Juan Carlos I varios años de tardía adolescencia y primera juventud.

Algunos de los recuerdos más difíciles del monarca emérito reposan aquí, como la muerte de su hermano Alfonso -tras un accidente con un revólver-, y también de los más felices antes de regresar a España y comenzar su vida institucional.

En parte por esa estrecha conexión sentimental, las especulaciones sobre su llegada a esta zona tras marcharse de España este lunes se dispararon. No era descabellado, se argumentó, que retornase al inicio.

La posibilidad ha sido descartada a Efe por fuentes oficiales portuguesas, lo que no disipa la incredulidad que se ha instalado en Estoril en las últimas horas, donde hay buen recuerdo de Juan Carlos I y sus padres, los Condes de Barcelona, que cuentan incluso con una estatua en una rotonda que lleva su nombre.

Y es que los borbones son aquí una referencia de una época en la que Estoril era el refugio oficial de monarquías europeas sin corona: los Saboya, los Orleáns, los Hungría o los Bulgaria, todos pasaron por aquí buscando donde asirse tras el fin de la II Guerra Mundial.

BRAZOS ABIERTOS

“Si viene de visita, todo bien”, dice a Efe Augusto Batista, un septuagenario, residente de toda en la vida en Cascais, y que toma el toma el sol frente a una playa casi vacía por culpa del coronavirus.

Batista afirma recordar bien los años dorados de Estoril, en los que su célebre Casino era el centro de un imaginario de aristocracia, dinero y presentaciones en sociedad, como la protagonizada por la desaparecida infanta Pilar, hermana de Juan Carlos I, en el lujoso Hotel Palacio.

Estoril fue siempre amigo, por lo que no asombra que la pasada semana el alcalde de Cascais -donde se encuentra la localidad-, Carlos Carreiras, afirmara que recibirían al rey emérito “con los brazos abiertos”.

Aunque no hay unanimidad, especialmente cuando los portugueses recuerdan el contexto en el que Juan Carlos abandona España, tras meses de una cascada de informaciones negativas sobre posibles negocios oscuros por su parte.

“Creo que el rey español debía quedarse en España y asumir lo que hizo allí, y quedarse con el pueblo del que fue rey”, sostiene Maria Elena, que considera que “salir de España para ir para otro país es una falta de coraje y huir nunca está bien”.

“MEJOR UN SITIO CONOCIDO”

Entre las semivacías calles turísticas de Estoril los rumores del destino del rey emérito son dispares, no solo entre portugueses sino también entre algunos españoles a los que la marcha de Juan Carlos I ha sorprendido de vacaciones.

“Tiene sentido que venga a Portugal”, opina Inés Porras, de camino a la playa con sus dos hermanos y su madre.

Porras apunta a la similitud de idioma y estilo de vida entre España y Portugal, además de la cercanía geográfica. Por no mencionar el pasado.

“Ya vivió aquí de pequeño. Puestos a elegir un sitio, mejor uno conocido, ¿no?”, comenta.

SOLEDAD EN VILLA GIRALDA

Los Condes de Barcelona y sus hijos residieron en un alto de Estoril, en Villa Giralda, una imponente vivienda de tres plantas y unos 684 metros cuadrados vendida en los años 90. Ahora, parece desierta, una casa más en una zona acomodada del municipio.

Otros lugares mantienen el eco del paso de la familia real española, casi como si de un itinerario alternativo se tratara: la pastelería Garret, la heladería Santini o el puerto desde el que salían a navegar.

En el casino y el Hotel Palacio, dicen, aún hay también noches felices, aunque con menos pompa y diamantes.

Cynthia de Benito

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