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Matando el tiempo en el Palacio de la Zarzuela

Ana Oramas saluda a Felipe VI en el comienzo de su reunión.

Iñigo Sáenz de Ugarte

–Como siempre, majestad, Coalición Canaria colaborará en todo lo que pueda con la gobernabilidad de España.

–No lo dudo.

–Ahora bien, no apoyaremos un Gobierno de Pedro Sánchez si pacta con Podemos.

–Por el populismo, claro.

–Eso mismo. Pero podríamos apoyar un Gobierno en solitario del PSOE siempre que nos pongamos de acuerdo en el precio.

–¿Y sería mucho?

–Hombre, verá, el partido de Revilla ha pedido mil millones para el AVE y 121 millones para el hospital de Valdecilla. Así que haga cuentas. Ellos son una provincia. Nosotros, dos.

–O sea que pedirán el doble.

–Bueno, no tanto, pero de 1.500 no bajamos. IVA incluido.

Una vez que termina el escrutinio de las urnas, llega ese cada vez más largo interregno con todo lo que pasa después de las elecciones y que incluye la ronda de consultas con el rey en La Zarzuela. En realidad, los dirigentes de los partidos con representación parlamentaria no consultan nada, pero hay que cumplir con el programa. Un poco por respeto al jefe del Estado y otro porque una foto es una foto. Para algunos, es una experiencia agradable: “Me gusta hablar de política con el jefe de Estado. Me parece una persona muy inteligente”, dijo Pablo Iglesias. Verás cuando se entere Monedero. 

El rey hace preguntas y así se entera de cosas. Su margen de actuación es inevitablemente escaso. Está obligado a encargar el Gobierno al partido más votado a menos que ya esté asegurada una mayoría alternativa de otros grupos, lo que es imposible en este caso. A estas alturas, ni siquiera sabe si Pedro Sánchez cuenta con los votos necesarios, ya que en realidad nadie los puede tener si no han empezado las negociaciones. Ha pasado más de un mes desde las elecciones, pero como ha habido otras en medio en Moncloa no hacen más que decir: mañana.

Al menos, el jueves sirvió para que se produjera el desenlace obvio. El rey encargó a Pedro Sánchez la formación del Gobierno. La próxima semana, comenzarán sus reuniones con los líderes de los demás grupos parlamentarios. De momento, ya se ha ocupado de no identificar a Podemos como su socio preferencial.

Edipo VI 

ERC no acudió a la ronda de entrevistas en un gesto que se puede calificar de coherente. Visitar a Felipe VI es una forma de reconocer su legitimidad como jefe de Estado. Por el contrario, Junts per Catalunya sí envío el jueves a Laura Borràs. “Le he dicho que los catalanes no tenemos rey”, dijo a los periodistas hablando en nombre de la mitad de los catalanes. ¿Entonces qué hacía allí? Reprocharle su discurso del 3 de octubre de 2017, entregar una carta de Jordi Sànchez y hablar de literatura: “Hemos hablado de clásicos de la literatura universal como es 'Edipo rey”. ¿La obra de Sófocles en que un rey mata a su padre, el monarca anterior, y se casa con su madre, y al descubrir lo que ha hecho se vuelve loco de dolor y se saca los ojos? Qué mal rollo. 

El ritual de estas jornadas es un tanto vacío. Los líderes políticos están obligados a no contar a los periodistas lo que les ha dicho el monarca. Les queda hablar de lo que han explicado ellos y eso no siempre es muy interesante. El que sabe algo es el que prefiere no dar pistas, y de hecho en las semanas anteriores nadie contaba mucho si no era para despistar. Sánchez se ha aprovechado de la misma situación que la que disfrutó Mariano Rajoy tras las elecciones de 2015 y 2016. Vas dejando pasar el tiempo al no existir una mayoría alternativa de los grupos de la oposición y das por hecho que alguien te echará una mano en el momento decisivo. 

El 'déjà vu' navarro

De forma inesperada, UPN –aliado electoral del PP y Ciudadanos en Navarra– está dispuesta a un cambio de cromos. Abstenerse en la segunda votación de investidura en el Congreso para la que sólo se requiere mayoría simple y que el PSOE le entregue la presidencia de Navarra renunciando a negociar un pacto en el que esté Bildu (a la que le tocaría la abstención). Los socialistas navarros no quieren ni oír hablar de algo así. La vicepresidenta Carmen Calvo no lo ve igual. Considera la propuesta “interesante” y “razonable”. Por la noche, Sánchez no le desmintió. “Con Bildu, no se acuerda nada”, avisó.

Los votantes navarros del PSOE pueden quedarse con la sensación de que su voto sólo ha servido para que la derecha se haga con el poder. Es lo que ocurrió en 2007 por imposición de Ferraz. Lo pagaron en las urnas pasando del 22% al 16,2% en 2011 y al 13,3% en 2015. Este año han ascendido al 20,6% y no hay que ser un genio para saber lo que sucedería en las siguientes elecciones si se repite la jugada de 2007.

Por la tarde, Albert Rivera tuvo a bien dar un titular claro, algo siempre de agradecer en jornadas de muchas especulaciones en las que los cronistas tienen que inventarse diálogos ficticios como el que abre este artículo. El líder de Ciudadanos descartó cualquier plan B que pueda tener Sánchez para utilizarle como forma de presión en las negociaciones con otros grupos. El presidente en funciones “es el único candidato que puede formar Gobierno”, dijo, pero no tendrá el apoyo de Cs ni con el ni con la abstención. “Si se repiten elecciones será porque Sánchez y sus socios no han podido formar Gobierno. Pregúnteselo a ellos”, respondió a los periodistas. 

A lo que hay que añadir que los socialistas no disfrutarán de la ayuda de una Susana Díaz naranja que les haga el trabajo sucio en el otro partido.

No es no. ¿Se entiende mejor así? En Moncloa les sonará la frase y tomarán nota. 

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