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La “errática” gestión de Trump a la COVID-19 y el débil liderazgo de EEUU

La "errática" gestión de Trump a la COVID-19 y el débil liderazgo de EEUU
Madrid —

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Madrid, 15 jul (EFE).- Gustavo Palomares, responsable del seminario sobre la política exterior de Estados Unidos en la Escuela Diplomática, opina que la respuesta “errática” de la administración Trump a la crisis del coronavirus y el débil estado de bienestar del país han puesto de relieve que el imperio estadounidense está decayendo y, con él, su papel de líder mundial.

Así lo defiende, en una entrevista con EFE, Gustavo Palomares, también catedrático europeo y decano de la facultad de Política y Sociología de la UNED, quien analiza las consecuencias de la crisis del coronavirus para Estados Unidos y su liderazgo global.

Pregunta: La pandemia se ha cebado especialmente con EEUU y ha puesto sus debilidades al descubierto.

Respuesta: Ante la dramática crisis causada por la COVID-19, las respuestas de la administración actual, combinadas con las debilidades sistemáticas de salud social y pública, han llevado a muchas pérdidas humanas y materiales en ese país. El débil estado de bienestar y la respuesta errática gubernamental han exacerbado la crisis actual.

En los últimos 200 años, ante cada gran desafío histórico, Estados Unidos ha sido capaz de dar forma y marcar su impronta en el sistema internacional pero, en el caso del coronavirus, este liderazgo no solo ha sido inexistente sino que, a tenor de cómo ha sido gestionado por el presidente, ha tenido un papel ridículo y esperpéntico.

Por otro lado, las respuestas recientes de la política exterior estadounidense han sido pasivas o, en todo caso, reactivas y desordenadas. Las decisiones se toman caso por caso, sin un hilo conductor identificable y muchas de ellas, producen miedo incluso entre los propios aliados.

Estados Unidos, en los últimos años, ha demostrado su incapacidad para enfrentar con éxito las nuevas “guerras” globales contra el terrorismo yihadista radical o contra el coronavirus: ambos “enemigos” han sido capaces de atacar en suelo estadounidense y puesto en evidencia las grandes debilidades del país.

Como ha ocurrido ante la pandemia, en el caso del terrorismo yihadista internacional, la respuesta de Estados Unidos ha sido desigual y ha supuesto sucesivos fracasos. Involucrarse en nuevos conflictos tanto en Afganistán, como en Irak o Libia, para luego abandonarlos a su suerte y dejar ese espacio libre al DAESH o, por el contrario, permaneciendo al margen en Siria y ser testigo indiferente del mayor drama humanitario vivido en este planeta desde la Segunda Guerra Mundial.

P: En un año electoral como es éste, ¿la gestión de la pandemia puede pasarle factura a Trump?

R: Ante la Covid-19, el gobierno y su presidente han respondido con arrogancia minimizando o excusando el número de muertes causadas: con más de 132.000 fallecidos, el número de muertos por la pandemia es ahora mucho mayor que los 60.000 muertos de la Guerra de Vietnam y que los 115.000 militares estadounidenses fallecidos en la Primera Guerra Mundial.

Trump ha pasado de la negación inicial, a la patética solución de los sorbos de lejía, para finalmente hacer dejación de su responsabilidad y pasarla a los Estados federados. La sensación de vulnerabilidad y desprotección para una gran parte de la sociedad estadounidense está siendo inmensa.

El coste social de esta crisis está siendo enorme y el síndrome de fracaso colectivo está calando hondo en un conciencia nacional cimentada sobre el éxito individual y colectivo. Hoy es posible señalar lo que era impensable tres meses antes: Trump puede perder las elecciones y no conseguir su reelección.

P: Con estas crisis que afectan a la seguridad ¿Se ha echado de menos un liderazgo mundial más activo?

R: En el cambiante orden internacional del siglo XXI, Estados Unidos no puede retirarse del mundo, pero tampoco puede ni quiere asumir el coste político y económico para liderarlo. Por primera vez en la historia reciente, Estados Unidos no puede garantizar ningún tipo de gobernanza global: política, económica, geoestratégica y mucho menos sanitaria.

P: Y eso, ¿qué consecuencias tiene?

El trauma que la Covid-19 está causando al sistema internacional en su conjunto es increíblemente importante. Los mecanismos de interconectividad global están en crisis; la Unión Europea como área de cohesión y solidaridad también se ve afectada, y muchas regiones y conflictos amenazan con deslizarse hacia el caos.

Ante esta complejidad, es probable que las relaciones internacionales vuelvan a parecerse al sistema de estados europeos de los siglos XVII, XVIII y XIX, en lugar de la rigidez impuesta por la doctrina de la contención durante la Guerra Fría.

La visión de Trump del unilateralismo en las relaciones internacionales implica un retorno al nacionalismo populista en las relaciones políticas, comerciales y estratégicas. Esto metería a Estados Unidos y al mundo en una doctrina nueva y regresiva, de vuelta al Estado nación, en un intento inútil de “separarse” de procesos que trascienden fronteras y que, como demuestra la crisis pandémica, no distingue de ideologías y gobiernos.

P: Pero hay más candidatos a ocupar su puesto de líder, ¿no?

R: Estamos presenciando la consolidación de grandes potencias, apoyadas cada una por sus países vecinos más pequeños, y la afirmación de tres grandes bloques económicos que determinarán todos los procesos por salir de la crisis económica pospandémica.

Un camino peligroso para Estados Unidos y para el resto del mundo es el del nacionalismo autoritario del presidente ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping.

Y en este período de cambio, el mayor riesgo es que Estados Unidos mismo esté alentando un resurgimiento del nacionalismo y el populismo en todo el mundo.

La pandemia y sus efectos pueden ser la consolidación de lo que ya parecía inevitable: el fin de la era estadounidense.

Cristina Lladó

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