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Entrevista

Mariano Sánchez Soler, autor de 'La larga marcha ultra': “En España no hay ningún cordón que impida que Vox gobierne”

Mariano Sánchez Soler, autor de La larga marcha ultra.

Alberto Ortiz

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Desde su desintegración política tras el fin del Franquismo hasta la irrupción en el Congreso y su entrada en un gobierno autonómico, la ultraderecha ha completado en España un complejo recorrido de más de cuatro décadas. El periodista Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954) disecciona este camino en su nuevo libro, La larga marcha ultra: desde la muerte de Franco a Vox (Roca Editorial), en el que explica las raíces de Vox y alerta de los maquillajes con los que se camufla el fascismo. 

El autor de La Familia Franco S.A. o La Transición Sangrienta examina en su nuevo trabajo las razones que llevaron al fracaso de otras experiencias anteriores, como la Fuerza Nueva de Blas Piñar, la figura de Ricardo Sáenz de Ynestrillas o los movimientos antiinmigración como Plataforma per Catalunya y España 2000, que nunca llegaron a cuajar a nivel nacional. 

Aquellas incursiones infructuosas dibujaban a España como un “paraíso terrenal”, dice, pero el fantasma estaba ahí, avergonzado primero por la proximidad de la dictadura y refugiado después bajo la amplitud ideológica del Partido Popular. Sánchez Soler cree que gran parte del éxito de Vox se debe a que sus líderes provenían precisamente del partido que ahora le da la mano para entrar en sus gobiernos, y no de esas formaciones periféricas. Y apunta tres claves: el momentum del procés, la llegada al voto joven a través de las redes y sus alianzas europeas.

Sánchez Soler descarta que una eventual aventura política de Macarena Olona pueda disputar a Vox la hegemonía de la ultraderecha y vaticina un futuro Gobierno nacional con la presencia de la formación de Santiago Abascal. En España, dice, a diferencia de en países como Francia, “no hay ningún cordón sanitario que impide que Vox gobierne”. Es un proyecto político hermanado con sus colegas europeos y, afirma, completamente “consolidado” en el paisaje político español.

El libro arranca con una cita de Mao Zedong: este es solo el comienzo de una larga marcha, pero no es la culminación. ¿Cuál es la culminación?

Gobernar y hacer una involución política y social profunda. Que sean capaces más o menos de hacerlo es otra historia, pero la culminación es gobernar y volver al modelo de la dictadura. Quitarle el poder a las autonomías, volver a centralizar. Luego, temas éticos, morales clásicos. Leyes anti LGTBI, antiinmigración, el ius sanguini, que solo se puede ser español por sangre. Es la extrema derecha. 

Usaba la cita de Mao como metáfora de lo que está pasando. Cuando apareció Vox, muchos se dedicaban a decir que era una cosa pasajera, que era una nueva crisis del PP. Se equivocaron totalmente. 

Quizás es porque pensaban en las experiencias infructuosas de las últimas cuatro décadas. 

La extrema derecha europea, xenófoba y ultranacionalista empieza con [Jean-Marie] Le Pen. Le Pen pega el gran salto en los años 80. Se convierte en el modelo. Durante todos estos años ha habido muchos intentos en España de seguir sus pasos. Democracia Nacional, por ejemplo, cuando intentaron ser transversales. Vox no ha fracasado, ha recorrido en muy poco tiempo el camino que en Europa ha llevado décadas. Es para que reflexionemos. 

Ese camino empieza con la fragmentación del Franquismo y la figura de Blas Piñar. 

Blas Piñar fue la continuidad del caudillo, le llamaban el caudillo Piñar. Cogía gente de una edad determinada, nostálgicos del Franquismo, y luego cogía a jóvenes guerreros que querían uniformes, correajes y acción. Pero en medio no había nada. La continuidad del discurso de los mayores se rompió. 

Consiguió ser diputado, pero fracasó porque venía del pasado y la proximidad de la dictadura era un elemento fundamental de la memoria colectiva. Hoy han pasado cuarenta años y más del 50% de los votantes actuales no vivieron la dictadura. Es una explicación sociológica para que entendamos lo que pasa. El gran cambio será a lo largo de un proceso de años, cuando la nostalgia desaparece y aparecen nuevos planteamientos políticos que ya estaban en el universo de la extrema derecha europea, pero que aquí todavía no habían cuajado mucho.

Como la lucha contra la inmigración. En los 90, aparece un movimiento que no triunfa políticamente, pero está presente en la sociedad. El asesinato de Lucrecia Pérez es un hito en Europa en algún sentido. En 1995, solo en Madrid se contabilizaron hasta 207 agresiones racistas.

El racismo y la xenofobia están unidos a la llegada de migrantes, que tampoco eran tantos si se compara con Europa. Pero aparece el elemento de “los españoles primero”. Ha sido un elemento de conexión europea en cuanto a discurso y un elemento que se ha repetido durante décadas.

Las condiciones de que eso cuajara políticamente todavía no se habían dado, quizás, por la falta de dirección política. El intento de Blas Piñar de seguir ya muy mayor con el Frente Nacional atrasó la aparición de dirigentes o nuevos cuadros. Durante todo este periodo, el voto de extrema derecha se va al PP. Había sectores muy ultras cuyo voto se iba al PP y a la abstención. 

En el libro, apunta que Jesús Gil y José María Ruiz-Mateos captan también parte de ese voto.

Eran votos de extrema derecha, otra cosa es que estuvieran en torno a la figura de un personaje familiar. En el sentido de que estaban a la derecha de todos los partidos en liza. Además era voto de los cabreados, gente resentida, en contra del Gobierno socialista en este caso, pero daba igual. Hubo mucho voto útil que se fue al GIL y a la agrupación Ruiz-Mateos. Pero en general, el PP, al ser la unificación de UCD y Alianza Popular, ocupaba el espectro de toda la derecha. 

En los 2000 aparecen experiencias un poco más exitosas: España 2000 y Plataforma per Catalunya.

Pero fíjate que [Josep] Anglada era militante de Fuerza Nueva en los 80. Siguió siendo militante. Montó un partido xenófobo sin dejar de ser defensor de los criterios de Fuerza Nueva. Son singularidades territoriales, pero cuidado con ellas. Luego intentaron saltar a la política nacional. Con el Partido por la Libertad, una extensión. En política las cosas no son tan sencillas. Conectar con una población y que confíe en ti es un trabajo duro. 

¿Cuál es la tecla que toca Vox para conseguir sacar a España de ese supuesto paraíso?

Creo que la tecla fundamental es que Vox llama a votar a la extrema derecha que está dentro del PP. Demuestra que es útil su voto. La primera cuestión es que es un partido que sale de ahí. Segunda cuestión, sabe aprovechar un momento histórico y político muy especial. Vox se instala en 2013 y pasan cinco o seis años en el dique seco. El procés es el elemento que hace que ellos den el salto. Junto a eso, el tema xenófobo. La inmigración. Tenemos que dejar entrar a los inmigrantes que nos sirven para engrandecer España, que nos ayudan a mejorar, no los ilegales. 

El acierto han sido también sus alianzas internacionales. Lo primero que hicieron fue vincularse internacionalmente a todo el movimiento de extrema derecha europeo. Han organizado conferencias. Están vinculados a [Giorgia] Meloni. Se la trajeron a Andalucía a hacer campaña. No es una tontería. Con [Viktor] Orbán son uña y carne. Estamos hablando de gente con poder político. Te coges las cumbres que han organizado y ves que están los representantes de todos los movimientos de ultraderecha europeos.

¿No les genera cierto dolor de cabeza alguna de estas alianzas internacionales?

Todos en línea general son neoliberales. De todas maneras, no hay que entender esto como si fuese la Internacional Comunista, donde hay un Politburó que decide la política a nivel internacional y lo desarrollan luego nacionalmente. Es un conglomerado de ultraderecha con sus variantes nacionales, culturales. El tema es que están cada vez más unidos y tratando de hacer ese tipo de internacional ultraderechista. Coinciden en lo fundamental: la defensa de la nación, acabar con la disgregación de las autonomías, en la defensa de Europa, de los europeos por sangre, no de los que llegan y se hacen europeos en diez años. Es un movimiento muy complejo pero que va evolucionando en esa dirección.

La tecla fundamental es que Vox llama a votar a la extrema derecha que está dentro del PP

Mariano Sánchez Soler Autor de La larga marcha ultra

¿Hay divisiones ideológicas dentro de Vox? La salida de Macarena Olona ha removido el partido por dentro.

En Vox, como en cualquier partido nuevo, hay mucha gente que se acerca al partido y genera desencuentros. Luego hay problemas en la dirección del partido. Hay muchas pulsiones, estas historias. Lo que hay que analizar es cómo es posible que en tan poco tiempo hayan montado un partido nacional con influencia. Que sean el tercer grupo parlamentario. ¿Qué ha pasado en este país en cinco años para que esto sea posible?

Lo que pasa es que Olona hace mucho ruido. Creo que es más ruido que otra cosa. Un partido no es una suma de personalidades que se unen y despliegan la bandera. Es un trabajo de organización, de política, de estructura. Es algo muy complejo y si fuera tan fácil habrían funcionado otros partidos que han fracasado y que han venido con políticos con mucha esperanza.

No cree que Olona pueda disputar a Vox la hegemonía de la ultraderecha.

Yo creo que no. Si tú llegas a las instituciones, empiezas a formar parte del paisaje político. ¿Aventuras que le pueden quitar votos? Le pueden quitar votos, generarle una pequeña facción, puede ser. Pero creo que la gente que ha salido de ese partido por diferentes decisiones no es suficiente para montar algo. El ejercicio del poder local, autonómico… eso da mucha fuerza. Ser vicepresidente de una comunidad autónoma, estar apoyando al Gobierno de otra, apoyar en lo concreto a los sectores integristas, poder decidir que las subvenciones no vayan a donde tienen que ir sino a los nuestros. Esas cosas ayudan mucho. 

¿Su salida tiene más que ver con el poder que con la ideología o la estrategia del partido?

Claro. No hay ninguna división ideológica. Es el ego y el enfrentamiento entre ellos. En el libro doy un dato impresionante: mira los fundadores de Vox que ya no están. Mira por qué se fueron los que se fueron. Está en la hemeroteca. No tiene ningún secreto. [Alejo] Vidal Quadras, en cuanto no sale como eurodiputado, se cabrea y se va. Si no, habría seguido ahí.

Es un partido autoritario. No se andan con tonterías. Es un modelo clásico. No hay asambleas para decidir el futuro de la organización. No hay primarias. Es una ventaja para ellos. Ahora le han quitado la Secretaría General a [Javier] Ortega-Smith para darle la responsabilidad más importante a otra persona y que yo sepa no ha habido ninguna reunión importante para decidirlo. Se decide en el sanedrín de dirección. Es una ventaja para ellos, pero es una forma de funcionar antidemocrática. Es su naturaleza. 

¿Esa decisión tampoco busca reconducir o retocar el rumbo ideológico?

No, ellos se alimentan ideológicamente del posfascismo de Meloni, el posfascismo de Salvini; del nacionalismo radical, ultraderechista y xenófobo de Le Pen padre e hija; de las fuerzas nacionalistas y ultraderechistas de otros países.

Ellos ya han dado el salto. El salto fue entrar en Andalucía, en el parlamento español y el salto bestial fue pasar de 24 a 52 escaños. En nueve meses. Por mucho que se recupere la derecha tradicional, ellos ya están ahí. Se han consolidado. Vox no es un movimiento abstracto. Es un movimiento europeo. 

Vox tuvo el acierto de dirigirse a los jóvenes mediante las redes sociales y a la gente de la barra del bar que dice que no le interesa la política y que todos son iguales

Mariano Sánchez Soler Autor de La larga marcha ultra

Cuando hicieron las cumbres de Madrid, los medios le dedicaron cuatro líneas. Ahora a cualquier cosa que hacen le dedican un reportaje, porque interesa a un sector de la población. Lo peor de eso no es que ocurra, es que la sociedad, los medios se van adaptando. Ahora ya no se habla de extrema derecha, se habla de derecha dura. No se habla de neofascismo, sino de autoritarismo. La dictadura franquista nos enseñó que eso es la máquina perfecta para que todo funcione. Cambiamos las palabras y cambiamos los contenidos. La gente pierde el miedo y dice: bueno, no estamos tan mal.

En el libro cita también a Umberto Eco. El fascismo puede venir con la apariencia más inocente. ¿Hemos perdido el tiempo debatiendo cómo ponerle nombre al fascismo?

Siempre es El nombre de la rosa. El éxito de este partido radica en que ha dirigido la política nacional en los últimos años. Todo gira alrededor de ellos. No sé si lo han inventado o tienen un cerebro ahí extraordinario. Todo ha sido en función de ellos, a sus ocurrencias. Umberto Eco dice que el fascismo eterno es el que está por debajo de todas las palabras y etiquetas, el que puede vivir en un discurso socialdemócrata. 

Ellos tuvieron un acierto político para instalarse como partido: dirigirse a los jóvenes mediante las redes sociales y a la gente a la que no le interesa la política. A la gente de la barra del bar. Que dice que no le interesa la política y que todos son iguales. 

España va un poco por detrás de otros países. En Francia Le Pen ha estado a punto de ganar las elecciones, en Italia va a gobernar. ¿Cuál es el techo de Vox aquí?

En España no hay ningún cordón que impida que Vox gobierne. En Francia, si no han gobernado o entrado en algún gobierno es porque los partidos de derechas e izquierdas se pusieron de acuerdo para impedir el avance de Le Pen, de Reagrupación Nacional y antes del Frente Nacional, hacia el Gobierno. 

No nos engañemos, en las próximas generales el PP va a pactar con Vox y van a cogobernar según los resultados. Van a ponerse de acuerdo para que gobierne la derecha. Es absurdo pensar lo contrario, porque está normalizando el discurso. Luego si tenemos que volver e involucionar lo hacemos. Estamos en contra de la memoria histórica, el aborto, la igualdad.

Ayuso podría estar en Vox. Coincide en lo fundamental con ellos

Mariano Sánchez Soler Autor de La larga marcha ultra

En el libro dice que el PP usa la entrada de Vox en Castilla y León como una especie de vacuna para que su electorado y la sociedad vayan normalizando un gobierno nacional con Vox.

No sé lo que va a pasar. Castilla y León es un sitio muy pequeñito, es conservador sociológicamente hablando. Los ponen para repartir el pastel. El vicepresidente, [Juan García] Gallardo, no tiene ni mando ni responsabilidad, lo que haces es que se normalice la imagen, que se vea que no son tan peligrosos. Pero antes lo hicieron en Andalucía, en Murcia y en Madrid, con una presidenta que podría estar en Vox perfectamente, no hay ningún problema. Coincide en lo fundamental con ellos.

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