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Mascarillas, colas con distancia de seguridad y vigilancia extrema en Galicia

Mascarillas, colas con distancia de seguridad y vigilancia extrema en Galicia
A Coruña —

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A Coruña, 12 jul (EFE).- Galicia vive este domingo unas votaciones atípicas marcadas por la crisis sanitaria del coronavirus. Con mascarilla y sin contacto los gallegos acuden a sus colegios electorales, en varios de los cuales ya por la mañana se han formado largas colas, vigiladas por voluntarios que velan por la salud.

Antes de las diez, una larga cola de votantes ya esperaba para votar a las puertas del Centro de Formación Profesional Ánxel Fole de A Coruña, en pleno paseo marítimo, frente a la Torre de Hércules.

En una jornada soleada y calurosa, muchos manifestaban haber madrugado para pasar el día en la playa después de votar en unas elecciones que también son diferentes por celebrarse en pleno verano.

De uno en uno y con una escrupulosa higiene de manos, es como entraban los coruñeses a este recinto cuyas puertas estaban vigiladas por dos representantes de la administración que, aparte de hacer su habitual trabajo de recuento de datos, se han prestado voluntarios para controlar las condiciones sanitarias.

En la puerta de entrada, Patricia Fernández ha dicho que ya podía “pasar” a la primera persona que pisaba el interior del local. En declaraciones a Efe, esta funcionaria ha detallado acto seguido que su labor consiste en “controlar que pasen ordenadamente y con distancia”, así como en proporcionar el material necesario.

A los que no llevan mascarilla o visten una casera de tela, les proporciona una quirúrgica.

Todos los electores deben desinfectarse las manos con gel hidroalcohólico al entrar y al salir, pero también disponen de una buena cantidad de guantes para entregárselos solamente a aquellos que sean alérgicos a algún componente del gel.

En esta sala hay cuatro mesas, todas perfectamente visibles por los vigilantes. Cuando un elector se acerca a su urna correspondiente deposita su DNI en una bandeja puesta encima de la mesa, que el presidente mira sin contacto. Dice su nombre y los vocales ejercen su función con normalidad.

Una vez verificada su identidad, el ciudadano deposita su papeleta con cuidado en la urna y se dirige a la puerta de salida, perfectamente señalizada por las flechas pegadas en el suelo y los carteles de las paredes.

Muchos son los que optan por llevar el voto preparado de casa con el fin de agilizar el proceso, pero para los que lo seleccionan en el propio colegio las cabinas también han cambiado.

Nada de cortinas en este 12-J, pues se consideran un posible foco de contagio. Esta vez, para seguir asegurando la intimidad, hay dos paneles de espaldas a la gente, con los votos de cara a la pared.

Entre los participantes prima la sensación de seguridad, pues guardan su distancia y obedecen agilizando el flujo de electores con tranquilidad.

La estampa se repite en muchos colegios. En el Palacio Municipal de María Pita, cerca de las 11:00 horas la cola exterior superaba con creces el medio centenar de personas.

En este edificio, son efectivos de la Policía Local los que entregan con cuidado las mascarillas agarradas por las gomas y vigilan las entradas y salidas para evitar aglomeraciones.

Así es como los gallegos hacen frente al coronavirus y al calor en un 12-J histórico y atípico.

Ana González

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