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La memoria como fuerza de la historia

Mario Amorós

¿Por qué la España democrática, en definitiva, ha sido incapaz de investigar y juzgar los crímenes del franquismo? Este es uno de los principales interrogantes que suscita la Querella Argentina. «Porque no hicimos una ruptura democrática como en Portugal con la Revolución de los Claveles», sostiene Willy Meyer. «En Portugal se depuró la policía política (la PIDE) y se desmanteló el aparato judicial de la dictadura fascista. Aquí no tuvimos la fuerza suficiente y se hizo una Transición sin depurar los aparatos del Estado y en ese paquete iba toda esta gente, que pasaron de ser unos torturadores a unas personas rehabilitadas e incluso condecoradas, como fue el caso de Billy el Niño».

«La Transición la hicimos lo mejor que pudimos, pero hoy, mirando hacia atrás, no fue la mejor Transición posible», reconoce Julia Hidalgo, dirigente también de uno de los partidos protagonistas de los pactos políticos y económicos de 1977-1978 y coautor de la Constitución vigente en un contexto sin duda desfavorable: el «ruido de sables» en las Fuerzas Armadas, el miedo de un sector importante de la población, oprimido aún por la memoria traumática de la Guerra Civil, y un resultado electoral en las primeras elecciones generales desconcertante e injusto.

Por su parte, Paco Lobatón evoca la Transición como un tiempo histórico «muy frágil», «lleno de amenazas». No ha olvidado, por ejemplo, el asesinato de la estudiante Yolanda González en 1980 a manos de la extrema derecha. «Y luego, a título individual, teníamos necesidad de expandirnos en la libertad recién conquistada más que recordar cada uno de los episodios que habían precedido a esa libertad.»

«La Transición fue un fraude, nadie tuvo que responder por nada de la dictadura», cree Alfredo Rodríguez. «Con la Querella Argentina estamos haciendo emerger una parte de la Historia que se ha hurtado a la ciudadanía, sobre todo a los jóvenes, quienes más sufren las consecuencias de la crisis económica. La Transición fue un fraude y hoy pagamos las consecuencias de que hubo empresarios que se hicieron multimillonarios gracias a su red de relaciones dentro de las estructuras del franquismo. Esa corrupción ha seguido existiendo y ahora ha explotado.»

Confía en que la Querella Argentina contribuya a poner fin al blanqueamiento histórico de la dictadura, la relativización de sus crímenes y la exaltación de sus supuestos logros. «El franquismo no fue solo un sistema represivo, también era un estado sociológico, una forma de tener a la población embrutecida, silenciada, a través del miedo, miedo que se tenía incluso sin participar de manera directa en la lucha; recuerdo perfectamente que hacíamos una asamblea en nuestro instituto, en Carabanchel, y los compañeros de clase tenían miedo; y cuando tirabas propaganda, la gente no la cogía, tenías que darla en mano».

Chato Galante incide en la herida de la impunidad, en la diferencia entre España y otros países de Europa occidental: «Con la Querella Argentina reclamamos Verdad, Justicia y Reparación para las víctimas del genocidio sistematizado de una parte de la población que se prolongó durante cuarenta años. Recurrimos a Argentina porque en este país ha sido imposible y es vergonzoso comprobar como ahora, en enero de 2014, en Holanda están tomando un conjunto de iniciativas de persecución judicial por unos crímenes cometidos en 1944. En cambio, en España no pocas personas que cometieron asesinatos y torturas en 1974, 1975 y 1976 disfrutan de un régimen de impunidad absoluto. Y sobre esa impunidad se ha construido el aparato del Estado en la democracia. La policía actual es la heredera de una policía fascista y lo mismo la judicatura: los jueces del TOP coparon el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional».

Explica incluso que entre la enorme cantidad de organizaciones y personas que forman parte de CEAQUA hay opiniones muy diferentes sobre la Ley de Amnistía (para él fue una «ley de punto final del franquismo»), incluso sobre la Transición. «Nosotros queremos debatir, discutir sobre lo que sucede hoy: si unos torturadores, demostrados, pueden seguir estando en la calle impunemente gracias a una legislación que contraviene todos los principios del Derecho Internacional y de los Derechos Humanos. Y más que a los torturadores queremos enjuiciar a la dictadura: pedir responsabilidades a la gente viva que las tuvo y aclararlas y sancionarlas penalmente para, a partir de ahí, construir de nueva planta sobre unas bases democráticas bastante más sólidas.»

Su compañero, ayer en la Liga Comunista Revolucionaria, hoy en la asociación La Comuna, Jesús Rodríguez coincide en la importancia de avanzar hacia el fin de la impunidad de los represores de la dictadura. «La Querella Argentina es fundamental porque significa justicia, no solo en el sentido legal sino también moral, para las personas que sufrimos la represión». Además, aspira también a la reparación para muchos compañeros y compañeras que la necesitan: «En nuestra asociación y fuera de ella hay personas que dieron todo lo que podían dar de su vida y de su persona y que a consecuencia de ello tuvieron una vida profesional, material e incluso personal muy complicada y hoy han llegado a una edad avanzada en condiciones precarias. Esta sociedad nunca hizo justicia con ellos y ellas. Todos necesitamos justicia moral, pero algunos también reparación material».

Sin embargo, en su opinión, la dimensión más trascendental de la causa abierta en Argentina es de carácter histórico: «Los juicios de Núremberg no solo condenaron a algunos de los principales jerarcas nazis, fundamentalmente establecieron una verdad histórica que impidió para siempre el negacionismo. Lo mismo queremos para el caso de España: la consolidación de una verdad histórica que impida para siempre el negacionismo de los crímenes del franquismo».

Jesús cree que la impunidad condicionó el devenir histórico. «Después de tanta lucha, en la Transición perdimos la ocasión de construir una democracia verdaderamente avanzada en lo económico y en lo social que hubiera eliminado las raíces de toda esta podredumbre que ha aflorado en los últimos años. El franquismo no fue una dictadura personal, sino una dictadura de clase, y aquella gente solo se movió cuando vieron que el régimen se tambaleaba, hacía aguas, y que hacía falta que cambiara algo… para que todo siguiese igual». La inmensa corrupción que hoy aflora casi por todas partes como parte de un modelo que ha explotado tiene sus raíces en aquellos años, considera. «La sensación de impunidad que cualquier delincuente económico en este país puede tener si tiene los “amigos” adecuados es lo mismo que pasó al final del franquismo: quien tenía “amigos” se sentía protegido. Billy el Niño se sentía protegido y se ha sentido así durante muchos años, se ha chuleado, ha alardeado de su pasado.»

La Querella Argentina proporciona ahora la posibilidad de avanzar hacia una sentencia judicial que deje constancia de la magnitud gigantesca, lacerante, casi indescriptible en sus contornos exactos, del terror franquista. Represión, crímenes que fueron, han sido y son olvidados, ocultados, disminuidos e incluso negados por la derecha política, mediática, confesional y social, por los poderes fácticos de este país. «Si no lo logramos, cuando nosotros estemos muertos, podrán atreverse a decir que aquello no pasó nunca», advierte Jesús Rodríguez. «Antes de morir tenemos que cumplir esta misión, tenemos la obligación moral de hacerlo.»

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