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Cinco incógnitas sobre la previsible abstención récord en unas elecciones

Borja Ventura

Ni la crisis, ni el desgaste, ni la corrupción. El gran factor determinante de las elecciones de este domingo es la abstención, que puede condicionar enormemente no sólo quién gane, sino qué peso real tenga en número de escaños. Porque lo demás, que ganará el PP casi empatado con el PSOE y que ambos perderán escaños en favor de otras fuerzas, parece claro. O nada de lo anterior.

La abstención, en parte, una consecuencia de los tres grandes factores citados, pero no sólo de ellos: las elecciones europeas son las que menos interés despiertan en el votante, y el papel adoptado por las instituciones comunitarias durante estos últimos cinco años en materia económica podría ahondar o invertir esa tendencia. Los analistas apuestan por lo primero, pero los grandes partidos temen lo segundo, sobre todo porque implicaría una inyección de votos a las formaciones emergentes, que han basado su campaña en muchos casos en ir contra el bipartidismo.

Entonces, ¿habrá una abstención récord o no? Es probable, pero hay tantos argumentos que apoyan esa tesis como las hay en contra.

Primera duda: tradición europea contra lectura nacional

Decir que las elecciones europeas son las de menor participación es quedarse corto. Son unas elecciones en las que la abstención siempre ha sido mayor que el voto a cualquier partido y, en los últimos diez años, ha sido mayor que el voto de los tres principales partidos juntos, con cierta holgura además.

¿Qué hace pensar que esta vez pueda ser diferente? En esta ocasión, como siempre, se hace una lectura nacional del voto, no europea. Y, también como siempre, estas son las únicas elecciones de ámbito nacional en las que se vota en una circunscripción única. Traducido: salga el resultado que salga, con una participación aceptable, ofrecería un retrato bastante fiel de lo que piensa de verdad el ciudadano español, sin cuotas ni Ley d'Hont en la que escudarse.

La diferencia puede estar en la crisis, en el descontento de la gente por la gestión de la misma, que les empuje a votar a modo de referéndum sobre la gestión del Gobierno en estos dos años.

Segunda duda: desafección contra protesta

Que la gente está desencantada con los políticos no es ninguna novedad. Que hasta ahora ese desencanto se ha manifestado no yendo a votar, tampoco. El mismo gráfico anterior vale como ejemplo: la abstención ha aumentado cuando los candidatos han dejado de tener enganche, y ha disminuido cuando se ha apostado por alguien diferente.

En el barómetro histórico del CIS sobre la situación política, desde 1996 hasta el mes pasado, nunca tanta gente había dicho que la situación política española era 'muy mala'.

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Con la situación de crisis actual y la falta de confianza en los políticos la lectura de los analistas es que la abstención será aún mayor, pero cabe otra posibilidad, la de la protesta. Desde la irrupción hace unos años de movimientos como #NoLesVotes, que pedían que no se votara a algunos partidos por sus políticas sobre ciertos temas, muchos han sido los movimientos que han incidido en la importancia de no abstenerse para poder contrarrestar el poder de las grandes mayorías y el bipartidismo.

Tercera duda: candidatos que no ilusionan, pero más alternativas

No se puede decir que los cabezas de lista de los partidos sean precisamente políticos de enorme carisma. Es cierto que Arias Cañete ha tenido las mejores valoraciones como ministro en este Gobierno, pero está lejos de ser un primer espada en el partido. De igual forma la candidatura de Elena Valenciano, a pesar de ser la número dos del PSOE, ha sido interpretada más como una salida de Ferraz ante las próximas primarias que como la designación de una persona con marcado liderazgo. Y lo mismo sucede con candidatos que la gente de a pie apenas conoce, como los ya eurodiputados Sosa Wagner o Willy Meyer, por UPyD e IU respectivamente, o Florent Marcellesi por Equo.

Sin embargo hay una novedad importante en estas elecciones, que es el fortalecimiento de segundas opciones políticas y el surgimiento de nuevas formaciones, varias de ellas en un terreno ideológico hasta ahora monopolizado por el PP, como es el centroderecha. Así a la izquierda han ido ganando peso alternativas como la coalición de Equo y Compromís, al tiempo que han surgido plataformas como Podemos o el Partido X. Al otro lado irrumpen Ciudadanos o Vox. Y en los estos casos hay candidatos quizá con más carisma, como Pablo Iglesias, Javier Nart o Alejo Vidal-Quadras.

Una larga lista de personajes conocidos intentaron liderar proyectos pequeños y naufragaron en el intento, como Alejandro Rojas Marcos en 2004, Eduard Punset en 1994, o Santiago Carrillo en 1989... aunque ese mismo año otra cara conocida, la de José María Ruiz Mateos, sí logró un par de escaños.

Cuarta duda: votar para no elegir o castigar a Europa

Las particularidades de las elecciones europeas no terminan en la circunscripción única. Precisamente por ese condicionante los partidos nacionalistas se asocian en alianzas que les permitan sumar fuerzas fuera de sus comunidades autónomas y, a la vez, esas alianzas y los grandes partidos que concurren en solitario, suman fuerzas con sus partidos hermanos de todo el continente.

El resultado: el votante no elige a un mandatario, sino a los miembros de un equipo en el que pueden pintar algo o no. Y eso por no hablar de que esos grandes grupos en ocasiones crean extraños compañeros de cama, como Berlusconi en el PPE, o Vox y el PP remando juntos cuando uno va a quitarle votos al otro (gráfico de @SergiCastanye)

El resultado, un Parlamento Europeo que se estima que será más o menos así y que seguramente no tendrá nada que ver con lo que se vote en España

¿Qué puede empujar al ciudadano a votar a un ente abstracto que arrojará un resultado donde mi país pinta poco? El creciente protagonismo de ese 'ente abstracto' en la vida de los ciudadanos. Decisiones europeas, como la imposición de políticas de austeridad, el papel de la troika y el tan manido rescate han hecho que muchos se den cuenta de que Europa sí es importante y que el voto sirve para definir políticas que sí tienen efectos concretos en la ciudadanía.

Quinta duda: lo que dicen las encuestas, que tantas veces se equivocan

La encuesta publicada por eldiario.es el lunes ofrecía un dato inequívoco: una abstención proyectada del 60,3%, que sería la más alta de la historia de la democracia española (las anteriores europeas tuvieron una abstención del 55,1%).

No es un dato aislado: la tendencia general en las encuestas de otros medios se mueven en cifras similares, algo más bajas eso sí: la media de abstención de todos es del 55,1%, yendo de mayor a menor las estimaciones de La Sexta (57,6% de abstención), El País (57%), La Razón (56,4%), LibertadDigital.es (55,5%) y ElConfidencial.com (55%). Otras encuestas, como las del CIS, La Vanguardia y ABC, no dan hipótesis de abstención.

Pero, ¿cuándo algo que han anunciado los analistas, han repetido los expertos y han corroborado las encuestas ha sido infalible? El ejemplo más reciente fueron las elecciones catalanas, donde nadie previó el desplome de CiU en las urnas, ni la magnitud del repunte de ERC.

Así pues, la pregunta acerca de qué pasará el domingo no va tanto por quién ganará, sino por cuánto se resentirán los dos grandes y cuánta gente se quedará en casa dando la espalda a las urnas y a algunos de sus candidatos.

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