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El pequeño Ali sabe lo que es guerra y el exilio con solo cinco días de vida en Serbia

El pequeño Ali sabe lo que es guerra y el exilio con solo cinco días de vida

EFE

Horgos (Serbia) —

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El pequeño Ali ya sabe lo que es la guerra y el exilio con solo cinco días de vida. Su madre, Zara dio a luz la semana pasada en un hospital en la isla griega de Lesbos, dejando atrás los bombardeos y la violencia en Alepo, en el norte de Siria.

Hace nueve meses, Zara y su marido Jaher gestaron en una ciudad derruida con “guerra, miedo y hambre” a una criatura que ahora es el centro de atención del improvisado campo de refugiados en Horos, en el lado serbio de la frontera con Hungría.

Cientos, sino miles de refugiados, seguían esperando hoy en este lugar para poder cruzar la frontera hacia Hungría, país de la zona Schengen y que ha sellado su frontera.

Envuelto en una mantita, el pequeño Alí pasa el tiempo en medio de sus padres, sin pestañear ni si quiera ante los miles de flashes de periodistas y voluntarios que se acercan a interesarse por él.

Su familia llegó a Lesbos en una patera, tras pagar 1.000 euros por persona para el viaje desde la cercana costa turca.

“En Siria mi mujer no hubiera podido parir en un hospital, al menos aquí le han dado leche al pequeño y han cuidado de mi mujer un día”, cuenta Jaher, peluquero de profesión.

Zara mira con ternura a su pequeño y asegura con media sonrisa que ella está bien, que no le duele nada después de haber pasado el último mes de gestación recorriendo Siria, Turquía, Grecia, Macedonia y Serbia.

Hasta que el pequeño Ali decidió nacer. Un día después, Zara ya estaba cargando con su pequeño y con maletas y mantas para acabar durmiendo a la intemperie detrás de una valla metálica.

Los refugiados amontonados en Horgos esperan poder acceder a una de las “zonas de tránsito”, donde pueden presentar su solicitud de asilo para Hungría.

Medio millar de personas pasaron allí la noche al raso y a la intemperie. Antes amenazaron con una huelga de hambre gritando “no food, no water” (no comida, no agua) en un intento desesperado de forzar su entrada en Hungría.

Pero las autoridades magiares están decididas a no dejar pasar a nadie ya, después de haber registrado en lo que va de año más de 170.000 refugiados en su territorio.

Casi todos siguieron su viaje hacia Europa Occidental, principalmente Alemania y Suecia, donde esperan recibir el ansiado asilo.

Mientras, en el campo de refugiados de Röszke, donde organizaciones internacionales denunciaron las pésimas condiciones e incluso malo tratos, ya no queda casi nadie.

Todos han sido ya llevados en autobuses hasta la frontera con Austria, que cruzaron a pie, para ser recibidos allí por voluntarios y autoridades, que les organizan el traslado hasta Alemania.

Por Estrella Sernates

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