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Las fugas de Lorena Roldán y otros dirigentes de Ciudadanos ponen a prueba el liderazgo de Arrimadas a las puertas de las catalanas

Inés Arrimadas en una imagen de archivo.

Carmen Moraga

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La inesperada decisión de Lorena Roldán de abandonar Ciudadanos para ir como número dos de la candidatura por Barcelona del líder del PP catalán, Alejandro Fernández, a menos de dos meses de las elecciones autonómicas del 14 de febrero, ha conmocionado al partido de Inés Arrimadas en el que mucho antes de que se materializara esa operación ya cundía la preocupación ante esos comicios. Ciudadanos parte de un listón muy alto tras la histórica victoria que protagonizó la propia Arrimadas en 2017 frente a un nacionalismo cada vez más fuerte. Ahora le reprochan también haber abandonado esa tierra para irse a hacer política a Madrid.

Para Arrimadas estos comicios autonómicos suponen su primer reto importante desde que accedió a la presidencia de Ciudadanos, por lo que un fuerte varapalo en su tierra de adopción pondría en evidencia la fragilidad no solo de su proyecto político sino incluso de su liderazgo dentro del partido. A pesar de que en la dirección de la formación restan públicamente importancia al portazo de Roldán, que se suma el dado por el concejal de Tarragona, Rubén Viñuales, que se ha ido al PSC, estas dos deserciones han desatado también el temor a que haya más abandonos antes de cerrar las candidaturas electorales. De entrada, a la cúpula del partido le está costando mucho digerir la noticia del fichaje de Roldán por parte del PP, que fue guardado en absoluto secreto por la senadora y hasta ahora portavoz de Ciudadanos en el Parlament y en la Cámara Alta. La primera reacción oficial fue la emisión de un frío comunicado, cuyo contenido reprodujo poco después casi íntegro Carlos Carrizosa, que fue precisamente quien la desplazó de la candidatura a la Generalitat, un cargo que la senadora había ganado en primarias en julio de 2019 después de ser promocionada para ese puesto por el ex líder del partido, Albert Rivera.

En una comparecencia improvisada en la sede del partido en Barcelona, Carrizosa acusó a su compañera de irse al PP porque prefiere estar en “un partido de derechas” desdeñando a su antigua formación que, según el dirigente catalán, es la que verdaderamente encarna “el centro moderado y reformista” y la que con “más contundencia ha defendido los valores del constitucionalismo”. “Algunos parece que se empeñan en hacer desparecer del mapa político al centro para que solo queden rojos y azules”, lamentó Carrizosa, visiblemente dolido.

En Ciudadanos, además, empiezan a comprobar que los deseos del PP de fagocitarlos son ya una realidad a pesar de tenerlos como aliados en varios gobiernos autonómicos. El desplante que Pablo Casado ha hecho a Arrimadas rechazando ir en coalición en Catalunya, como hicieron en el País Vasco, fue acogido con enfado y sorpresa en la sede nacional de la madrileña calle de Alcalá. En el ambiente sobrevuela ahora la idea de que el fichaje de Roldán es una especie de 'vendetta' por el que realizó Ciudadanos tres días antes de las elecciones generales del 28 de abril de 2019, 'robando' al partido de Casado al expresidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, al que colocaron casi con palanca como número 13 en la candidatura de Ignacio Aguado cuando ya estaban cerradas las listas a la Comunidad de Madrid. El propio Garrido estaba situado el cuarto de la candidatura del PP de las elecciones europeas después de que Casado le comunicase que no sería el candidato a la Puerta del Sol, pese a que fue el presidente que sustituyó a la dimitida Cristina Cifuentes. El movimiento de fuga de Garrido, al igual que ahora el de Roldán, se pergeñó en “los últimos días” a espaldas del partido, según admitió después el propio expresidente regional madrileño.

Aquella maniobra provocó todo un terremoto en el partido conservador. Pese a ello, tras las municipales y autonómicas del mes de mayo PP y Ciudadanos terminaron cerrando por mutuo interés acuerdos de Gobierno en Madrid, tanto en la Comunidad como en el Ayuntamiento, así como en otras comunidades, como Murcia y Castilla y León, al igual que había hecho antes en Andalucía gracias, eso sí, al apoyo de Vox, el partido de extrema derecha del que intentan distanciarse. Por entonces Ciudadanos disfrutaba de su mejor momento con Albert Rivera como presidente de la formación. De hecho, ese 28A lograban obtener 57 diputados en el Congreso. Sin embargo, apenas siete meses después -el 10 de noviembre- ese éxito se desvanecía. Ciudadanos perdió 47 escaños, se quedó en tan solo 10 y Rivera dimitió de todos sus cargos abandonando la vida política. Poco después Arrimadas ganaba las primarias frente al dirigente castellano leonés, Francisco Igea, y se convertía en la nueva líder del partido, ya en plena pandemia. Su llegada a Ciudadanos supuso un giro radical de estrategia con respecto a la etapa de Rivera, contrario a cualquier pacto o negociación con el PSOE de Pedro Sánchez.

Desde entonces la líder de Ciudadanos está intentado hacerse con las riendas de los restos de un partido desmoralizado que vio en su figura la tabla de salvación para remontar el bache y pasar la dura travesía del desierto. Sin embargo, desde su nombramiento, el descontento interno ha ido creciendo. A Arrimadas algunos le reprochan que las decisiones importantes las toma con un reducido sanedrín, el Comité Permanente, formado por media docena de dirigente de su confianza sin consultar con el resto de la Ejecutiva. Un claro ejemplo ha sido precisamente el cambio de Lorena Roldán por Carlos Carrizosa, que conllevó un recurso ante el Comité de Garantías por parte de un sector de diputados críticos del Parlament. El órgano interno que vela por la transparencia y el cumplimiento de las reglas del partido zanjó que la maniobra se ajustaba a los Estatutos de la organización. La dirección y la propia Arrimadas afirmaron entonces que no era necesario repetir las primarias -como reclamaban los críticos- dado que Roldán había dado un paso atrás de forma “voluntaria”, algo que la afectada jamás reconoció públicamente.

Algunos de los compañeros de bancada en el Parlament reconocen en conversación con elDiario.es que Roldán estaba “muy quemada” desde entonces. “Lo que le hicieron fue insultante. Se lo han hecho pasar muy mal. Ha sido muy humillante”, opinan, sin extrañarles que se haya marchado al PP. Según explican los críticos, en el partido “ni existen debates ni se consulta nada. Las reuniones internas son para dar a conocer el orden del día de los Plenos y poco más”. La propia Roldan, en su carta de despedida, incluyó esa queja junto a las críticas a la estrategia de Arrimadas. “Debo admitir que, desde hace unos meses, me cuesta reconocer ciertas decisiones adoptadas por la ejecutiva permanente del partido, muchas de ellas tomadas de forma unilateral, apartándose de la esencia del partido”, denunciaba Roldán en su carta.

Algunos diputados del grupo en el Congreso denuncian también la ausencia de debate interno a la hora de fijar posiciones sobre el apoyo a los estados de alarma que se han ido sucediendo, a pesar de que Edmundo Bal, el portavoz adjunto, niega que haya fisuras y divisiones. Pero las reuniones semanales que Albert Rivera mantenía con sus diputados y senadores prácticamente han desaparecido y han sido sustituidas por videoconferencias en las que Arrimadas les comenta algunas de las decisiones que ya ha tomado el Comité Permanente o la Ejecutiva. Un caso que destapó el descontento interno fue el tuit que puso la diputada por Alicante, Marta Martín, tras el último debate sobre la prórroga del estado de alarma por seis meses. Martín reconoció que había sido un día “muy duro” para ella. “He tenido que apoyar con mi voto algo que no comparto. Creo que el Estado de Derecho y el control parlamentario son irrenunciables aun en circunstancias dantescas. He respetado la disciplina de voto. Confío en que acertemos y en que no me vuelva a pasar”, escribió. Luego retiró el tuit y Bal aseguró que lo hizo motu proprio.

Lo cierto es no es la primera vez que aflora el descontento con la nueva líder del partido, en donde también están viendo con preocupación cómo se les ha ido marchando poco a poco parte de la militancia. Aunque muchos aplauden la actitud “responsable” de Arrimadas, otros en cambio no entienden su apoyo al Gobierno de Sánchez ante la pandemia y que se haya prestado a negociar los Presupuestos, una intentona que al final terminó con un portazo de Arrimadas. La líder de Ciudadanos se estaba viendo muy presionada para que rompiera ante las exigencias de ERC y EH-Bildu, partidos a los que había vetado para estar juntos en la foto presupuestaria.

Ya meses antes el respaldo del partido a los primeros estados de alarma provocó la espantada de uno de los fichaje estrella de Rivera, el empresario Marcos de Quinto. por el que muy pocos lloraron. Poco antes se había producido también la salida del partido del exportavoz parlamentario, Juan Carlos Guirauta, que se fue animando a “los grandes amigos” que le quedaban en el partido a que actuaran “con dignidad”.

Con todo, el mayor crítico con la nueva etapa de Ciudadanos está siendo Albert Rivera, al que algunos ven como la 'mano que mece la cuna' de la operación emprendida por el PP para quedarse con los restos de Ciudadanos. Aunque dijo que no iba a “tutelar” a su sucesora, desde que se fue no ha parado de poner palos en las ruedas a ese giro estratégico emprendido por Arrimadas. “Saben que yo no aguanto ni un minuto apoyando cosas en las que no creo. Uno puede ser flexible, laxo, tener cintura, pero tiene que tener dignidad. Y cuando la dignidad en la vida la pierdes, eso no se recupera. Sinceramente, veo todo lo que pasa y digo: ¡Ay por Dios, menos mal que dimití!”, lamentó en un acto de presentación de su libro celebrado en Zaragoza. “Esto es peor de lo que advertimos”, agregó, para recordar que él dijo que Sánchez “iba a pactar con toda la banda”. Ahora, reiteró, “están todos”, hasta “el del trombón, también ERC y, en el Gobierno, Podemos”. “Si tengo que aguantar todo esto, tengo que ir escoltado, pero frente a mis votantes”, remató Rivera. Aunque luego aseguró que las pullas no iban dirigidas a su sucesora pocos le creyeron.

La dirección del partido insiste en que están haciendo “lo correcto”, “política útil, pensando en salvar vidas y empleos”, mientras intentan mantener el tipo en Madrid, Murcia y Andalucía con sus socios de Gobierno y sufren el aliento de Vox en la nuca. Pero en la capital cada vez les cuesta más aguantar la tensa situación que hay entre Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado. Allí ya se rumorea que puede haber alguna disidencia interna de Ciudadanos hacia el PP. Pero en otras comunidades también temen que el partido reviente por alguna costura ya que muchas de ellas campan a su libre albedrío ante una dirección nacional escasamente volcada en mantener la cohesión territorial con liderazgos fuertes y, sobre todo, fieles al proyecto de Arrimadas.

Por todo esto, este primer reto en Catalunya es tan importante para la nueva líder de Ciudadanos ya que lo que ocurra el 14 de febrero va a poner a prueba la fortaleza del partido y posiblemente marcará también la senda de su futuro. “Si los ciudadanos ven que lo estamos haciendo bien, yo creo, confío y estoy seguro de que van a saber que lo estamos haciendo bien y nos darán su apoyo en las siguientes elecciones. Y si no, dormiremos muy, muy, tranquilos”, vaticinó Edmundo Bal en la reciente entrevista que concedió a elDiario.es.

También Carlos Carrizosa ha querido salir al paso de los malos augurios y ha señalado este jueves en su perfil de Twitter: “El futuro no está escrito, sino que debemos construirlo con nuestras decisiones”.

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